Capítulo 30

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Con los rumores desmentidos, la vida en la preparatoria vuelve a ser normal. No le dije a nadie más que a Sammy y a Matt que Brooke los había inventado, pero les rogué que no se enojaran con ella porque yo ya la perdoné. Sé lo rencorosos que son ambos, por lo que espero que no recuerden lo que les dije cada vez que miren a Brooke. Y, hablando de ella, no va a ser tan adicta a la popularidad ahora que tiene mi apoyo. Por lo que ya tampoco le molestaría estar soltera, aunque espero que eso no pase porque lastimaría a Ian.

En el recreo de ese miércoles, estoy sentada en la ronda cuando veo a Nate salir por la puerta del colegio y apoyar su espalda contra una pared. Está solo. Sacudo la cabeza y me levanto para ir hacia donde está él. Levanta la mirada cuando me escucha llegar y me enarca una ceja.

–Nate, no me gustó para nada lo que me hiciste, y no te perdono todavía. Pero creo que no es justo que tengas que separarte de todos por eso. No te estoy diciendo que volvamos a ser amigos, solo que no parezcamos desconocidos que se odian. Seamos personas civilizadas y normales y, si bien no puedo hacer de cuenta que nada pasó, vuelve al grupo.

Ya superé su infidelidad después de todo.

Nate asiente y me sigue a la ronda. Todos nos miran con el ceño fruncido cuando nos sentamos, pero por suerte no hacen preguntas.

Vuelvo del colegio con Brooke. Blake no va con nosotros en el Ferrari, quién sabe por qué. La rutina no cambia mucho hoy: mi amiga se duerme mientras estamos con el celular y yo bajo para comer algo. A la vuelta, voy al baño del pasillo, ya que está más cerca que el cuarto de Brooke. Pero ya saben que todo lo que hago es una mala idea.

Me bajó, justo hoy, justo ahora, en la casa de Brooke, con ella dormida, y en el baño del pasillo donde seguramente no hay toallitas femeninas. No obstante, abro y cierro cajones, buscándolas. Pero no hay caso. Después de todo, ¿por qué las habría en este baño?

–Mierda –dejo salir el insulto que venía pensando repetitivamente, otra mala idea. Aunque tal vez no tanto, después de todo

Alguien toca la puerta levemente al escucharme.

–¿Todo bien? –pregunta Blake.

–¿Podrías llamar a tu hermana? –le pido. Escucho sus pasos alejarse y, luego de unos minutos, volver.

–No se despierta.

–Puta madre –maldigo en voz baja–. Emm... ¿está Jade por ahí?

–Estoy casi seguro de que ya se fue. ¿Qué es lo que necesitás?

–¿Te molestaría ir al baño de tu hermana y traerme toallas femeninas? –pregunto, con el gesto arrugado. Esto es demasiado incómodo para mi propio bien.

–Emm... seguro –dice, tan incómodo como yo.

–¿Sabes cómo son?

Ya veo que me trae un toallón con florcitas pensando que es una toalla femenina.

–Sí, obvio.

Claro, seguramente ha tenido sexo con más de una que estaba con la menstruación.

–Lo más probable es que estén en algún cajón debajo del lavamanos.

Vuelvo a escuchar sus pasos alejarse, y cuando regresa, casi rezo por que las haya encontrado. Toca la puerta y abro lo suficiente para que entre su mano pero no su cabeza, por si al muy pervertido se le ocurre mirar. Vuelan un par de toallitas por ese pequeño espacio y me encierro de vuelta.

Debí haber sospechado que pasaría hoy, por la notificación del calendario menstrual, pero sinceramente me olvidé. Y tampoco me dolieron los ovarios como suelen hacerlo.

Solo Por Seis Meses (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora