Capítulo 49, parte 1

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BLAKE

–Nos están haciendo bosta –dice Jota en el auricular.

–Cállate, no la mufes –exclama Sanfra.

–Vamos, podemos remontarla –anima Flo, la única chica del grupo.

Suelto una risa amarga de burla cuando el personaje de Sanfra es asesinado por tres enemigos al mismo tiempo.

–Das asco, San Francisco –carcajeo en el micrófono.

–Cierra el culo, Los Ángeles.

–Ey, peleando no vamos a ganarle a esta banda de inútiles –espeta Jota.

–Los inútiles que tú dices nos están haciendo veinte hijos –ataca Flo–. A cada uno –agrega después de que los tiros le dan a Jota.

Cada vez que Flo habla, se le nota el acento latino en su inglés. Es colombiana, pero se mudó a Florida hace unos años. Jota es el único que se hace el misterioso y no nos quiere decir dónde vive, por lo que no pudimos ponerle apodo con su Estado; simplemente quedó su nombre de usuario: j077893.

Veo movimiento por el rabillo del ojo y me giro para ver quién es. Al lado de la puerta hay una chica alta, delgada, de buenas curvas –pero no tanto como las de Jess–; sus gruesos labios han sido operados hace poco, la última vez que se paseó por aquí los tenía finitos; su nariz también está retocada, pero esa cirugía lleva más tiempo hecha. Por debajo de su peluca platinada con corte de Edna Moda sobresale un mechón desteñido de su cabello natural.

Me mira con ojos seductores; tengo que admitir que está bien dotada, no necesitó ninguna operación para tener a muchos babeando por ella, pero después de obsesionarse conmigo perdió la cabeza y ha cambiado tantas veces su rostro y su cabello que ya no tiene el encanto de antes.

Me volteo hacia la computadora y sigo jugando sin prestarle atención.

–Blake... –llama en un susurro candente.

Eso me lleva a recordar sus gemidos... Fue un buen sexo aquella vez, pero no lo repetiría por nada del mundo. Primero que nada, los gemidos de Jess la superan con creces; aún recuerdo escucharla jadear mi nombre la noche que le hice un oral, fue maravilloso. En segundo lugar, por muy bien que sepa moverse, tenía la imagen de mamá en mi cabeza, y no fue muy bonito.

La miro por sobre mi hombro y veo que se ha ido acercando lentamente.

–Por milésima vez, Rebecca, no me interesa. Vete.

–¿De qué hablas? –pregunta Jota en mí oído.

–No hablo con ustedes.

–No soy Rebecca, me llamo Sabrina –dice la chica.

Sé que no se llama Rebecca, pero tampoco Sabrina, ni Laila, ni Joanne, ni ningún nombre que me haya dicho las últimas veinte veces que vino con pelucas diferentes.

La muy zorra se cree con el derecho de deslizar su mano por mi pecho, intentando llegar a mi entrepierna.

–Mueve esa mano un centímetro más y te pondré una puta orden de alejamiento –amenazo sin dejar de jugar, todavía tengo esperanzas de que podemos ganar la partida.

Rebecca se aparta, pero no se aleja.

–Es la última vez que te lo digo, Rebecca, no me interesa volver a acostarme contigo. Ni ahora, ni nunca.

–¡Deja de llamarme Rebecca! ¡Soy Regina! –exclama indignada, pero no la miro.

–Es patético que sigas cambiando tu aspecto y tu nombre solo para volver a follar. Respétate un poco y vete de esta casa –espeto, moviendo los dedos por el teclado y el mouse de la computadora–. Ah, y no vuelvas.

Solo Por Seis Meses (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora