Capítulo 4

131 15 2
                                    


Capítulo 4 | Daniel

La mañana ya había llegado y me alisté cómo cualquier persona haría para ir directo a su trabajo. Aunque, no en mi caso.

Salí de mi apartamento y tomé la moto ya que sentía que no era necesario llevar el auto al menos cuando iba con mi madre a sus oficinas era cuando lo conducía.

Llegué en menos de treinta minutos que normalmente era el tiempo exacto para llegar al lugar en donde yo vivía.

Tener que volver a pisar el instituto era un completo infierno para cualquier persona de veinte años como yo, y más aún que llevaba poco tiempo de graduarme.

Al llegar al aparcamiento una masa de coches que parecían ser de los altos ejecutivos que manejan dicho instituto estaban estacionados. El ruido del motor de la moto provocó que llamara la atención de todas aquellas personas que rodeaban el lugar. Aún conservaba la pinta de ser un colegio de personas adineradas.

Saqué el móvil para poder contactarme con Kevin, pero no parecía responder a mi llamado. Mi atención se desvió cuando sentí dos miradas. Por todos lados me encontraba con chicas que giraban para verme y para murmurar cosas sobre mi llegada, pero aquella sensación era fuerte. Levanté la vista en busca de aquella sensación que tenía y di con mi objetivo.

La primera una chica a la cual conocía bien, el cabello y las mechas rubias era lo que la identificaba, pero, a su lado estaba acompañada de otra chica la cual no sabía de quién se trataba realmente.

Todo pasó en cuestión de segundos y pude visualizar a la otra chica de manera fugaz. La tez clara y el color de su cabello acaramelado. No pude ver más de ella cuando su mirada cruzó con la mía y se percató de ello, desviando la mirada. Mientras se adentraba en aquel edificio dando la espalda y detrás de ella la perseguía Katherine.

Aquello fue raro.

—Aquí estás, hombre.

Kevin apareció de repente dándome un golpe en el hombro a modo de saludo. Él tenía la faceta de ser una persona intelectual y trabajadora. Su piel albina, el cabello pelirrojo como el de las zanahorias al igual que sus cejas y los lentes de botella que utilizaba.

Me llevó a la recepción donde una señorita de mediana edad se acercó a nosotros con un portátil en la mano izquierda. Nos recibió con una sonrisa cálida y cansada, ya que el primer día de clases suele ser agotador.

—¿Puedo ayudaros, Kevin? —preguntó a ambos, pero desvió su mirada hacía la de Kevin para luego enfocarse en mí—¿Y éste chico? —preguntó examinándome de arriba abajo.

—Soy Daniel Gardner y vengo para...—me interrumpió.

—Oh, sí. Sabemos quién eres y vienes para servir a la comunidad, ¿no es así? — completó mi frase con amabilidad. Era una señora de cuarenta años, pero lucía más joven. Llevaba el cabello castaño y unas gafas enormes que caían en la punta de su nariz—. La directora Greco te espera en su oficina, Kevin, serías tan amable de llevarlo por mí.

—Claro. Gracias, Alice.

Kevin se giró sobre sí y le dirigí la mirada a aquella señorita que estaba frente mío. Ella me dedicó una sonrisa y le guiñé el ojo como un cumplido.

—Encantado, Alice.

Dije por último y me alejé de ella junto con Kevin. Creo que ya sé el camino a su oficina, era mi lugar favorito.

Beatrice Greco era la misma cabeza del instituto por los años que estuve allí, pero mi falta de disciplina hizo que me echaran de este.

Cuando entré, me estudió con aquella mirada salvaje e intimidante que solía tener. Con ese traje rojo con una camisa blanca fina y su peinado de una cola alta relamida de cientos de espray para el cabello y esos labios rojos intensos. Me miró arriba abajo y me ordenó que me sentará, a fin de cuentas, era dura, pero sabía cómo lidiar con ella.

—Me da gusto verlo de nuevo, señor Gardner—dijo en tono serio. Se le notaba la felicidad.

—Lo mismo digo—le sonreí.

Se quitó sus gafas y dejó lo que estuviese haciendo con el monitor de su escritorio para centrarse en mí. Apoyó sus antebrazos sobre la mesa de caoba y se acercó para dirigirse a mí.

—Iremos al grano, señor Gardner. Estás aquí para cumplir tus 200 horas de servicio comunitario, y para ayudarte a que no te encierren, y como bien sabes estás serán tus obligaciones: Te quedarás todas las tardes a vigilar a los alumnos que están castigados, vigilar cada rincón a que no se metan en algún lío. Segundo: ayudarás también a los profesores, si alguno llega a faltar tú lo sustituirás. No darás clases como tal, pero estarás ahí. Tercero: vendrás con todo el instituto a las salidas o actividades escolares que se den.

—¿Quiere que vigile a adolescentes como si fuera un policía en una cárcel? —pregunté sabiendo que no era la persona adecuada para aquel trabajo.

—Exactamente es lo que le estoy pidiendo—afirmó sería—Y quiero que cumplas con estas reglas que te mencionaré y que sabes a la perfección. Primero: No quiero nada de alcohol ni de drogas, segundo: no tendrá ninguna relación sentimental con los estudiantes más que alumno y profesor incluyendo a la hija de los Abernathy...

«Kate»

—...y, por último, escuché bien, señor Gardner, sí me entero de que incumplió una de estas reglas yo me encargaré de ponerle patitas en la calle, ¿le ha quedado claro?

La miré fijamente mientras le sonreía con aprobación.

—Más claro que el agua—respondí. En ese momento me levanté del asiento para ir directo hacía la puerta.

—Daniel—me llamó de nuevo y me giré para verla de nuevo—Una última cosa. Mantén distancia con las adolescentes, y me refiero al sector femenino. Sabemos que has causado controversia al momento de poner un pie aquí. No quiero verte involucrado sentimentalmente con una alumna—dijo a regañadientes. Sonreí—. Ten cuidado, Daniel con lo que haces, porque solo tú serás el responsable.

—Claro, señora.

Salí de la oficina de la directora y Kevin estaba allí esperándome detrás de la puerta. Durante la mañana Kevin me mostraba cada rincón de ésta y hasta los secretos que estaban debajo de ella, los lugares que tenía permiso acceder y otros a los que tenía prohibido entrar.

A Kevin le conté mi agraciada plática con la directora y de las reglas que tenía que sobrellevar si quería quedarme allí.

Hace unos años estudiaba en este prestigioso instituto para riquillos y el dolor de cabeza de la señorita Greco no era más que yo. Aguantó todo de mí que no pudo más y se le hizo fácil echarme. Aunque mi madre se interpusiera ya no podía hacer nada. Era un maldito problema para ella y para todos.

Unas chicas que pasaban por nuestro lado pusieron sus ojos en mí y una de ellas se puso un mechón de su cabello tras de su oreja.

—Vaya, en el poco tiempo que tienes aquí has captado la atención de todas las chicas. Déjame un poco de atención femenina.

—Las niñas no me atraen.

Y dicho esto seguimos recorriendo todo ese largo pasillo para que me dieran el horario.

Into You © | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora