Capítulo 9

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Capítulo 9 | Annika

Lunes. De nuevo el inicio de la semana. Llegué temprano al instituto, lo que era algo normal para mí. Kate se ha retrasado. Me había mandado un mensaje de que su tenaza del cabello se había quemado.

Caminé por los pasillos del instituto y antes de entrar al salón de clases, una silueta masculina paró enfrente de mí. Levanté la mirada y mis ojos se abrieron de la impresión de verlo.

—Derek—mencioné su nombre de aquel chico rubio. Sonrió y pude ver el hoyuelo que se le marcaba.

—Me preguntaba si tenías tiempo para...—puso su mano sobre su nuca rascándose y mirando a ambos lados. Su semblante estaba nervioso—,...para poder hablar contigo durante nuestro descanso.

Aún no tenía una respuesta clara. No sabía si corresponderle o no. Kate ya me había dejado en claro el fin de semana que a ella no le molestaba, si ella hubiera sabido que a mí me gustaba primero hubiera hecho todas las posibilidades de que él fuera mío.

—Ann—me llamó esperando mi respuesta.

—Si, claro.

—Bien, entonces...luego te veo.

Me adentré en el salón de clases luego de ver cómo iba desapareciendo entre toda la multitud de estudiantes. Durante el tiempo que pasaba de clase en clase quería que las horas fueran demasiado lentas. No sé por qué mi instinto me lo pedía, pero era lo que realmente quería. Tal vez por los nervios que me consumían de que Derek quería hablar conmigo durante el descanso.

—Ann—me llamó Kate y giré para verla.

—¿Hum?

—Ya han tocado el timbre.

Tuve que parpadear dos veces para que pudiera reaccionar. Di mi vista hacia el reloj que estaba colgado en la pared. Tomé la muñeca de Kate observando la hora en su reloj fino rosa dorado.

¡Oh, mierda!

Me levanté de mi asiento y de nuevo tomé la muñeca de Kate mientras la dirigía a un lugar en donde nadie nos pudiera encontrar—bueno, en donde no pudieran encontrarme a mí. —. Los jardines traseros del instituto eran la única opción en donde esconderse.

Mi única escapatoria se vio opacada cuando tres chicas a las que conocía a la perfección se atravesaron en mi camino. La primera era la pelinegra que controlaba a sus dos secuaces; una chica trigueña con cuerpazo inflado y la otra una rubia que se mete en todo lo que se mueva.

—Ann de mi corazón—se acercó la pelinegra, tocándome el cabello con sus manos que se enredaban con sus uñas largas y bien decoradas—. Alguien muy especial está esperándote afuera.

—¿Afuera? —supe de quien se trataba, pero quería sonar lo más confundida que parezca.

—Sí, y nos ha pedido que te llevemos con él—le siguió la rubia.

—Y está esperando por ti, vamos. —Enroscó su brazo con el mío guiándome afuera. En ese instante perdí de vista a Kate y traté de buscarla con la mirada. La pelinegra se dio cuenta de ello e incluso con maldad y de manera hostil dijo lo siguiente:

—Ven, Kate. Tú no puedes faltar a esta gran sorpresa que prepararon a tu amiga.

Pude ver a una multitud de gente de fuera. Sentí pánico por todo mi cuerpo que quería soltarme de aquellas chicas y esconderme, o que la tierra me tragara en ese momento.

Paramos en seco. Sacaron una de sus bandas que llevaban en su cuello como un pañuelo y me la colocaron sobre los ojos. Me quejé por haberme apretado aquella venda.

—Estate quieta, ya casi llegamos—una de ellas habló y me dirigió a donde fuera que me llevarían.

Paramos por un momento. A pesar de tener los ojos vendados pude presenciar que algo no iba a salir bien. El ambiente lo sentía distinto.

—Una...dos...tres—contaron al unísono y cuando llegaron al número tres me quitaron la venda de los ojos.

Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Las piernas me flaquearon, la respiración se me detuvo y todo pasó en un segundo.

En frente de mí estaba Derek junto con sus colegas del equipo de fútbol que estaban detrás de él sosteniendo una gran lona. Derek se apartó por un momento y me dejó la vista libre para que pudiera leer lo que estaba escrito en ese cartel que sostenían los demás.

«Si aceptas mi amor un nuevo mundo empezará para los dos.»

¡¿Pero qué?!

Aquella frase me desconcertó tanto. Nunca había leído o escuchado una frase así de... ¿romántica? Podría llamarla así o vomitaría arcoíris y corazones en cualquier momento. Sentí un nudo fuerte en el estómago.

Derek se fue acercando a mí poco a poco y me cogió de la mano. Todos se emocionaron por aquel gesto como un caballero lo haría. Pensé que sería lo único que haría, pero se arrodillo frente a mí.

Esto iba de mal en peor.

—Annika Pierre—pronunció mi nombre mientras sostenía mi mano—. Hace tiempo que quiero decirte que siento algo especial por ti...—comenzó—...que tu sonrisa me motiva a despertar cada mañana. Hoy quiero escuchar de tu boca que estás dispuesta a darme una oportunidad.

Los presentes soltaron un sonido tierno por las palabras que había dicho. Me sentía incómoda y bizarra.

—Por favor—de nuevo habló y su voz se escuchaba suplicante—. Acepta ser mi novia y prometo demostrarte mi amor cada día.

La mayoría empezó a gritar el «Sí quiero» o que lo aceptara de alguna forma. Me sentía presionada por tantos abucheos. Todos los semestres del colegio estaban observando el espectáculo que estaba haciendo Derek en ese momento. Se asomaban por las ventanas, por las escaleras que estaban de fuera, otros cuchicheaban cosas sobre nosotros.

—¡Sí, sí, sí, sí! —comenzaron a gritar.

«Di que no. Sé que no quieres. Vamos di no. Dos letras, una palabra: NO.»

Por dentro estaba enloqueciendo y gritando internamente que se callaran todos. Pero la presión y el pánico me contemplaban y provocaron que hiciera la mayor estupidez.

—Sí.

Una sola palabra bastó para que la multitud enloqueciera.

—¡Dijo que sí! —gritó Derek mientras pasó su brazo por encima de mis hombros.

Era cómo un partido de fútbol cuando estaban en el último minuto y ninguno de los dos equipos anotaba. Hasta que uno anota, todos gritan y se emocionan.

Mi mirada se encontró con la de Kate y a su lado estaba aquel sujeto que era su amigo, ya sabéis, el de los ojos bonitos. Ambos tenían la mirada fija en mí y me di cuenta del gran error que cometí.

Mierda.

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