Capítulo 51

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Capítulo 51 | Annika

Habían organizado una fiesta «sorpresa» de dieciocho años. Mi padre se encargó de llamar a todos los amigos de la familia. Estaba allí parada recibiendo a los invitados con una gran sonrisa. Solo esperaba el momento perfecto para que él apareciera por aquella puerta.

Mis mejillas me dolían después de tantas sonrisas falsas que darle a gente que no conozco ni he visto en años.

Nos dimos a la fuga.

Comencé a asustarme cuando dejamos de ver los edificios o cualquier cosa que sea de ciudad para adentrarnos en un escenario diferente. Llegamos a un lugar donde había puras cabañas veraniegas en donde se localizaba el mar. Paramos en una y entonces en el cartel grande iluminado estaba escrito la palabra: Honeymoon.

Salió del coche y lo rodeó hasta abrir mi puerta. Me tendió la mano y la acepté.

—¿Esto...?

—Sorpresa.

No pude contenerme y solté una pequeña risita.

—¿Enserio? Todavía no estamos casados y ya estamos en nuestra luna de miel—hablé refiriéndome al cartel de la entrada.

—Ah, eso. Es una larga historia.

Nos adentramos en aquel pequeño cuarto. Era elegante por dentro, con estilos rústicos y la iluminación tenue con lucecitas amarillas. A lo lejos de aquella habitación en un gran ventanal se podía ver el agua del mar y la arena y cómo ésta reflejaba en sus aguas la luna. Me giré para verlo y en frente de mi estaba la cama de aquella habitación donde adornaban cientos de pétalos de rosas rojas y otro tipo de pétalos.

Mi cuerpo y mis sentidos entraron en alerta.

—Ok, explícame esto antes de que salga corriendo—bromeé. Y se echó a reír.

—La pareja recién casada que vendría hoy canceló su visita y fue entonces que me la dieron a mí.

Aprobé por lo que había dicho y sentí sus brazos rodeándome la cintura mientras me daba un beso en la mejilla.

—Vamos a dar un paseo—propuso.

Me quité aquellos zapatos y él se quitó aquel saco al igual que la corbata, remangando su camisa hasta los codos y desabrochando los dos primeros botones de su camisa.

Ambos salimos de aquella habitación y comencé a caminar sobre la arena.

—¿Te gusta?

—Es hermoso. La brisa en la noche se siente distinta.

Comenzamos a caminar por la orilla del mar mientras las pequeñas olas mojaban nuestros pies. Nos detuvimos por un rato. Me abrazó por detrás y puso sus manos sobre mi cintura. Observando al más allá de aquella noche y las pequeñas estrellitas que salpicaban aquel cielo nocturno.

—Annika—me llamó.

—¿Sí?

Me giró para que pudiera verlo. Apartó un mechón de mi rostro.

—Te quiero—dijo mientras acariciaba mi mejilla—. Eres hermosa, Annika. Aunque tú no lo veas, parece que Dios puso más atención al crearte.

Mis mejillas se sonrojaron y me encogí de hombros. No supe que decir en ese momento, pero cuando iba a decir cualquier estupidez sacó una pequeña cajita de terciopelo.

—No sé si este sea el momento adecuado, pero...feliz cumpleaños—dijo mientras sacaba una cajita de su bolsillo

—Daniel ¿me has traído un regalo?

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