Capítulo 17

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Capítulo 17 | Annika

Me dirigí hacía la entrada de mi edificio. Tomé sus manijas para poder entrar, pero al jalar para poder abrirla, la puerta estaba cerrada por completo. Seguía jalando y empujando, pero mis intentos eran nulos.

Mierda.

Me rendí. Estaba claro que no podría entrar a mi casa y Mitch se llevó mi bolso en su coche junto con mi móvil y las cosas que traía en aquella bolsa, incluyendo mis llaves y la tarjeta de acceso.

Dejé caer mi frente en el cristal de la puerta y di un suspiro.

Unos pasos se acercaron a mí y giré para ver de quién se trataba. Fue tanto mi susto que me golpeé la cabeza en la puerta de la entrada.

—Au—me quejé—Deja de hacer eso—le pedí.

—¿Hacer qué?

—De acercarte a mí y darme sustos.

—¿Por qué no entras?

—Me han dejado fuera como un perro—respondí.

—Pues trepa—puse cara de ofendida por su sugerencia.

—Claro, ¿Por qué no lo había pensado? —dije con sarcasmo—Treparé 257 pisos para llegar al mío. Buena idea, eh. Me sorprendes.

—Bueno, diviértete.

Se dio la media vuelta y se alejó poco a poco. Si que era un idiota por dejarme aquí tirada, pero que podía esperar de alguien que tenía dos vidas al mismo tiempo.

Tenía que ingeniármelas para poder tener acceso al edificio mientras la noche se volvía cada vez más fría. Aunque tuviera la chaqueta que he robado, la temperatura bajaba a estas horas de la madrugada.

—Vamos, te llevaré a mí casa.

De nuevo se acercó a mí. No me quedaba otra opción más que acceder. Recuerden esto, si van a una fiesta ilegal y la policía los descubre, no vayan, o terminaran a las tres de la mañana con la persona que odian, en su moto dándote alojamiento en su casa.

♡ ♡ ♡ ♡

Llegamos a un edificio no muy alto. Parecía tener 50 pisos en total, y eso contando los balcones de fuera. La fachada de color marrón con toques negros y la iluminación la hacía ver que era una residencia exclusiva.

Entramos y un señor de unos sesenta años nos dio la bienvenida. Era de madrugada y él estaba a cargo de la seguridad del edificio.

Su aspecto era como un señor ya grande, el cabello canoso y esa sonrisa que me recuerda mucho a Geppeto de Pinocho.

—¿Qué tal, Charles? —saludó a aquel hombre.

—¿Qué tal, joven Daniel? —le devolvió el saludo y dirigió su vista hacía mi—¿Y esta señorita?

—Una invitada.

—Danny, es la doceava chica que traes.

Me he quedado confundida por aquel comentario que incluso fruncí el entrecejo por aquello. Daniel se burló y de nuevo habló:

—Ella no es nadie—dijo, por último. Y no entendí por qué sentí que eso me había dolido.

Subimos en un elevador que nos llevarían a su piso. Paramos en el piso 15 y una pareja de ancianos nos dedicó una sonrisa amablemente.

El ascensor paró en el piso 30 y entonces salimos. Él se quedó por un segundo esperando a que yo saliera primero.

Entramos en su apartamento. No quiero decir que los chicos sean desordenados, pero me imaginaba un apartamento con mucho desorden por todos lados.

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