Capítulo 56

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Capítulo 56 | Daniel

Había pasado más de una hora y no sabía nada de mi novia. Kate y yo comenzamos a preocuparnos y salimos del salón del hotel para preguntar a todos los trabajadores de allí si la habían visto, pero nada.

—Llamaré a su número.

Marqué a su móvil. Iba a colgar cuando escuché cómo atendían al otro lado de la línea.

—¿Diga?—escuché una voz varonil detrás de la otra línea.

—¡¿Quién eres tú?! ¡¿Por qué tienes su móvil?! ¡¿Dónde está Annika?!—escuché como reía al otro lado de la línea.

—Tú novia la está pasando bien aquí, conmigo. Nos estamos divirtiendo un poco, ¿no es así, cariño?—El cómo la había llamado provocó que apretara más el móvil y lo viera todo rojo.

—Danie...

Luego escuché la voz de Annika con súplica.

—¡Annika!

Soltó una risa el sujeto que traía su móvil.

—¿Dónde mierda la tienes?

—Chist—me calló—Tú novia está a salvo, conmigo. Por ahora. Si la quieres de vuelta, búscala antes de que te la entregue sucia. Porque créeme que después de lo que le haga, te dará asco tocarla.

Colgó repentinamente su móvil. Intente llamarlo de nuevo, pero no recibía mis llamadas. Había apago el aparato por completo.

—Kate, llama a la policía y a los gerentes del hotel para que revisen las cámaras de seguridad.

Fui en busca de Annika. No pienso permitir ni por ningún motivo que de nuevo salga herida e intenten hacerle lo mismo. Jamás. Era la única chica que en verdad amo, aprecio y quiero con toda el alma.

Busqué por todas partes hasta que de nuevo encontré a Kate junto con otros sujetos trajeados.

—No sirven las cámaras, alguien debió de haberlas manipulado para que no se viera nada.

—La policía viene en camino, ¿Cómo es su novia, joven?—preguntó el gerente del hotel.

—Es de mediana estatura, cabello castaño claro, ojos miel, hermosa y llevaba un vestido azul.

—Intentaremos buscarla.

Todos desaparecieron, pero Kate y yo no nos quedamos de brazos cruzados. Volvimos a recorrer y preguntando a cada huésped si no había visto a Annika en algún lugar o parte del hotel. No fue hasta que dimos con una señora de la tercera edad.

—Si, la vi con un botones. Tomaron aquel ascensor—señaló el ascensor al final del pasillo.

—¿Y no volvió a verlos?—la anciana negó.

—Me temo no saber más.

—Gracias, señora.

Tomamos aquel ascensor. Bajamos hasta el último piso en donde fuimos recorriendo. Eran puras bodegas y olía a humedad.

—Daniel—me llamó Kate. Me acerqué a ella y me dio el anillo que le había dado el día de su cumpleaños. Era una señal, no buena, pero era una señal.

—Está cerca.

Recorrimos el largo pasillo de bodegas. Cuando escuchamos cómo jadeaban y soltaban gritos. Mi corazón se aceleró rápido. Le pedí a Kate que no hiciera ruido. Tomé la manija de hierro y la abrí. Tuve que cubrirle los ojos a Kate por la escena que estábamos viendo.

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