Capítulo 28

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Capítulo 28 | Daniel

Entré al apartamento con fuerza mientras me besaba con desespero recorriendo todo su cuerpo. ¿Recordáis a la chica pelirroja que tanto me llamó la atención desde el primer momento en que la vi en las oficinas de mi madre?

Mia Anderson era la pelirroja que tanto me miraba. Decidí llamarla y quedar el fin de semana. Habíamos quedado en ir a cenar a un restaurante que quedaba cerca de Santa Mónica, pero una cosa llevó a la otra que terminamos haciéndolo en más de una ocasión.

Mia no era como las otras mujeres que había conocido. Era una joven de veinte años. Era hermosa aquella pelirroja y en su piel caramelo salpicaban cientos de pecas por doquier. Si la hubiera conocido antes, os juraría que ella sería mi pareja.

Ahora la tenía acorralada contra la pared apretujándola sobre mi cuerpo. Sabía lo que quería y lo consiguió, pasar más de una noche conmigo, pero esos ratos eran para liberarme de aquellos pensamientos que llenaban mi cabeza. Sólo la quería para que cierta mujer castaña de ojos miel desapareciera por mi mente.

Sin despegar sus labios con los míos, me aventó al sofá de la sala donde ella se puso encima de mí, quitándose aquella blusa fina que llevaba puesta dejando al descubierto su sujetador blanco provocativo. La recorrí con mis manos por su piel desnuda. Se desabrochó el sujetador que llevaba puesto en un solo movimiento dejando sus pechos grandes a la vista. Puso sus manos sobre la cremallera de mi pantalón y antes de que sucediera alguien había entrado azotando la puerta detrás de sí.

¡Joder!

—He regresado, amor mío.

La única persona que no quería ver y la única que me hizo poner los pies sobre la tierra.

—Me habías dicho que no tenías novia-reclamó Mia.

—Lárgate de aquí—le pidió mi hermana. Mia se quitó de encima y cogió toda su ropa mientras se iba indignada.

Daphne me miró durante unos segundos cruzada de brazos, esperando a que dijera algo mientras estaba recostado sobre el sofá. Me había bajado la calentura que tenía.

—¿Hasta cuándo vas a dejar de follártelas y luego echarlas a la basura?

—Hasta que mi mente me lo pida.

—Danny, ya llevas casi un mes trayendo a chicas las cuales siempre confundes sus nombres y las terminas llamando Ann.

Esa mirada que me había dado mi querida hermana significaba que ella sabía algo. Enarcó una ceja, esperando obviamente que le diera la razón. Volví a incorporarme en el sofá enroscando mis manos con la mirada baja.

—¿Qué es lo que te ocurre, Danny? Últimamente has estado muy pensativo y distraído, incluso yo que soy tu hermana me has confundido cientos de veces con ella.

—Creo que ya sabes de quién se trata-asintió—. No puedo sacármela de la cabeza, está en todos lados, incluso con ellas siento que está ahí observando cómo me las tiro.

—¿Y ella qué hace?

—Me domina. ¿Sabes de algún consejo de cómo sacarme de la mente algo que es prohibido?

—Si lo sé, pero sería difícil.

—¿Por qué?—se giró para poder verme.

—Porque no hay nada más difícil que sacarse de la mente, algo que está en tu corazón—me dio un pequeño toquecito con su dedo pequeño en el lado izquierdo de mi pecho.

Ella se levantó del sofá y se fue directo a la cocina, dejándome con miles de pensamientos en mi cabeza. Pasé mi mano por mi frente mientras echaba la cabeza hacia atrás.

—Apropósito—habló de nuevo, escuchando sus pasos con aquellos tacones que llevaba.

Daphne era una mujer muy guapa. Siempre era tan arreglada y ordenada. Su cabello negro liso, los ojos cafés y la piel de un color caramelo tenue provocaban que todos los hombres la miraran, incluso yo me sentía orgulloso de tener una hermana como ella, a pesar de que no fuéramos hermanos como tal.

—Feliz cumpleaños, hermanito.

Sonreí de tan solo escuchar sus palabras. No se había olvidado de mi cumpleaños y eso me alegraba ya que era la única mujer—junto con mi madre—que más adoraba.

—Gracias, Daphne—agradecí. Me cogió del brazo y me hizo levantarme del sofá.

—Ahora ve y diviértete. Vuelve con aquellos tíos delincuentes que una vez intentaron asaltarme.

Abrí los ojos por lo que había dicho para luego fruncir el entrecejo.

—¿Te han asaltado?—soltó una risita.

—Claro que no, pero hoy quiero que disfrutes las últimas horas antes de que cumplas veintidós.

—Eres una guarra.

—Y tú un asno.

♡ ♡ ♡ ♡

Exactamente hoy enero 29 cumplía veintidós años y los chicos habían organizado una fiesta para mí. Ha pasado tanto tiempo desde aquel momento en que la policía irrumpió en las carreras. Hoy era un buen momento para regresar. Mason había pagado su multa por lo cual estaría aquí reencontrándose con todos.

Cuando pisé aquel lugar se sentía tan distinto. Todos parecían tranquilos, conviviendo a gusto. Me encontré con Jessica y Jackson. No hemos hablado mucho desde las carreras, a excepción de Jackson que solía verlo cada vez que entrenaba conmigo.

Una chica pelinegra se había acercado a mí. Era igual que Cindy, solo que ella tenía el cabello largo y de tez morena. Pude ver en su rostro como se teñía de rojo y rara vez acomodaba su cabello de manera sutil.

Desviaba la mirada recorriendo el lugar con la esperanza de que ella apareciera en cualquier momento. Quería que estuviera aquí conmigo, pero luego recordé que ella no aparecería por qui, ya que no era época de correr y su pariente no estaba invitado.

—Me disculpas—le dije a la chica morena.

—Oh...sí, claro-pude escuchar la desilusión en su tono de voz.

El lugar estaba lleno de gente así que me subí de nuevo a la moto y desaparecí sin que nadie se diera cuenta.

Into You © | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora