Capítulo 44

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Capítulo 44 | Daniel

Cuando recibí aquella invitación, dudé unos días en ir. Pero escuchar y saber que ella estaría allí, acepté. Bianca me había dado dos invitaciones para poder invitar a Briana. Ella quería que fuéramos como una pareja, ya que no sabía de qué disfrazarse realmente. Compré un traje y ella se encargó de darme un antifaz.

Recogí a Briana y la observé de arriba abajo, con ese vestido rojo que llevaba y resaltaba sus buenas curvas y sus hermosos pechos, exageradamente grandes. Era hermosa Briana, no lo dudo, pero ella no era Ann.

Cuando llegamos a aquel salón la busqué con la mirada, pero no fue hasta que decidimos recorrer el lugar donde se exhibían las obras de arte y ahí la encontré mirando aquella pintura del famoso beso. Me acerqué a ella y notando mi presencia y tenerla frente a mí la recorrí de arriba abajo.

Vestía de una manera de chica buena. Con aquel vestido blanco virginal que llevaba, el encaje y las pequeñas perlas que llevaba, luego su cabello, sencillo, largo y no elaborado cómo el de las otras chicas. Sus alas, ella era un ángel. El Ángel de ojos miel hermosos que jamás había conocido.

Luego aquel baile donde tocaban una canción que para mí era bastante romántica. La vi de primera sola, sin ningún alma a su lado y luego apareció aquel chico llamado Anthony quien era el único que pareciera estar cerca de ella.

Me enfoqué de nuevo en Briana y en todos aquellos donde nos hacían preguntas de que si éramos algo. Pero yo estaba esperando a una persona. Giré de nuevo para verla, pero Anthony ya estaba bailando con otra chica que no era ella.

Salí de nuevo para buscarla y al ver aquel laberinto de aquellos jardines decidí meterme. No era tan complicado aquel laberinto, pero sí que al final o en el centro de este te encontrabas con una glorieta victoriana adornada de luces y flores blancas a su alrededor. Ahí la encontré.

—¿Qué haces aquí? —pregunté y ella giro rápidamente para verme.

—Vine a tomar aire—respondió encogiéndose de hombros.

—No pareces muy bien que digamos.

—No me siento cómoda en este lugar—confesó.

Me senté a su lado. Soltó un respiro y observé cómo aquella pequeña orquesta estaba preparándose para tocar. Tal vez no fue mi mejor idea, pero si un buen pasó.

—¿Quieres bailar? —pregunté rompiendo aquel silencio. Me miró confusa.

—Pero no hay música.

Me levanté de mi asiento y le pedí a aquella pequeña orquesta que tocará un poco y lo hizo. Me acerqué de nuevo a ella.

—Ahora la hay.

Le tendí mi mano y ella aceptó un poco dudosa. Mi mano se posó sobre su cintura y la atraje aún más a mí. Un chico comenzó a cantar, ambos sostuvimos la mirada por un tiempo, le di la media vuelta y luego la sostuve con fuerza, con mi mano la apoyé sobre mi espalda y la recosté un poco para luego volver a reincorporarla.

Y ahí estaba yo.

Bailando con la chica más hermosa del lugar.

Bailando con la que sería mi Julieta.

Mi musa.

Mi bella inspiración.

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