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Capítulo 22

Capítulo 22 | Daniel

Estaba en la sala de profesores junto con Kevin a mi lado mientras compartía las experiencias que tuvo con el otro grupo que le tocó dar clases. Él era quien cuidaba de los chicos de secundaria de otro plantel y a mí me había dejado el cargo de cuidar de los de preparatoria.

Juntos sobre la mesa redonda del salón acompañados de los demás docentes. Uno que otro estaba por ahí cuando no tenían que dar clases o era su hora libre. El entrenador Derrick entró de golpe a la sala y provocó la atención de todos.

—Renuncio. Ya no puedo—comentó mientras cogía todas sus cosas para hacer activación física.

¿Cómo que renunciaba el mejor entrenador?

Beatrice entró tratando de calmarlo y saber qué fue lo que ocurrió para él tomara aquella decisión.

—Son esos niños, los del último año no han querido seguir las instrucciones, son unos remolinos causando desastres por doquier. No hacen caso a mis órdenes. Lo siento, señorita Greco, pero no puedo con aquellos niños.

—Lo entiendo, señor Derrick. Pero no puede renunciar así sin más, hablaré con los alumnos y solucionaremos todo.

—No, señorita. He querido pedirle mi renuncia desde hace mucho tiempo—la cortó antes de que siguiera hablando.

Beatrice nos miró y de nuevo pasó al entrenador Derrick a su oficina.

Pasaron alrededor de veinte minutos cuando Beatrice decidió hacer una junta entre todos los profesores. Incluyéndome.

—El entrenador Derrick ya no va a laborar en esta estancia. Ha pedido su renuncia por problemas personales, por lo cual tendremos que conseguir a un nuevo entrenador.

Ninguno de los docentes habló, puesto que no tenían conocimiento de cómo poner condición física a los alumnos. Kevin y yo nos miramos el uno al otro.

¿Cómo podrían conseguir a un nuevo entrenador? Derrick era bastante bueno, fue mi propio entrenador cuando estaba por aquí.

—directora—habló de repente Kevin y esta lo miró—Puedo sugerirles a alguien.

—Hable, señor Williams.

—Daniel.

Miré con el entrecejo fruncido a Kevin. ¿Qué cojones estaba diciendo?

No, no, no. Entrenar a más de cien críos era mucho para mí.

—Señor, Gardner. ¿Estaría dispuesto a ofrecer sus servicios como entrenador de este instituto? Teniendo su capacidad y la edad suficiente, y la relación que tiene con los alumnos nos ayudaría.

Meneé la cabeza.

—No soy bueno entrenando—dije.

—Gilipolleces—habló Kevin y lo fulminé.

—Señor, Williams—llamó la señora Greco por la palabra que pronunció—Vamos, señor Gardner. Aumentaría su paga si lo hiciera.

Kevin me miró esperanzado a que aceptara aquella propuesta, pero por último dije que sí.

—Está bien.