Capitulo I

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Madison Fox

La música entra por mi sistema, bloqueando todo lo que pasa a mi alrededor. Solo me dejo llevar por el ritmo, ya no tengo el control absoluto de mi cuerpo; en un momento estoy bailando, en otro con un tal Scott que conozco hace exactamente cinco minutos y treinta segundos, y de repente estoy en el centro de la pista bailando con una de mis mejores amigas.

—¡Pide que la toque, toque, toque! —grita Sophia a mi lado—. ¡Ojalá que nunca pare, el Dj de sonar pa' que siga el baile!

—¡Él dice que termina a las tres, pero yo le pagué pa' que siga a las diez! —Me le uno como si estuviéramos dando un show.

Estoy segura de que parecemos dos ballenas pidiendo auxilio por quedarnos encalladas a la orilla del mar, pero estamos pasadísimas de alcohol. Además, la mayoría de aquí están peores que nosotras, así que pasamos completamente desapercibidas.

—¡Voy a buscar algo de beber! —Tengo que pegarme a su oído al hablarle por el excesivo volumen de la música.

—¡Vamos juntas! —La rubia me toma de la mano para caminar entre el mundo de gente.

Al principio se me hace raro que quiera acompañarme, puesto que ella odia ir a las barras de las discotecas por el olor a cerveza. Luego entiendo sus pícaras intenciones al ver a los muchachos que van a atendernos.

Uno es alto, musculoso, rubio, ojos azules y sonrisa encantadora, todo lo que a ella la hace babear. El otro tiene las mismas cualidades, solo que su cabello y ojos son tan negros como la noche.

«Bragas nuevas, ¡ahora!»

—¿Qué deseas, preciosa? —El primero centra su atención en mi amiga.

Sophi Graham no es la mejor en esto de ligar con personas que sean de diferente género o que tengan un amigo entre las piernas, pero se las ingenia para besuquearse con alguno en la oscuridad donde no se le puedan ver las mejillas sonrojadas.

—Vodka con soda, por favor —sonríe tímidamente. Está usando su arma mortal, aunque le salga natural.

—¿Qué hay de ti, ojazos? —el otro bartender se deja el trapo sobre el hombro, buscando que le preste atención al llamativo tatuaje que trae decorando su brazo—. Pareces de las chicas rudas que piden tragos fuertes.

Arqueo una ceja al tiempo que me remojo los labios con la lengua. Ambos podemos jugar a esto.

—Luego podría mostrarte qué tan ruda llego a ser si así lo quisiera.

Me cruzo de brazos sobre la barra para marcar más mis pechos. Tardo dos segundos en lograr mi objetivo: la mirada del bombón pelinegro se desvía a esa zona.

Apuesto lo que sea que se imagina a él pasando la lengua por entremedio de mis montículos de carne.

—Dame un Americano, por favor. —Chasqueo los dedos frente a su cara.

—Enseguida.

Cuando ambas preciosuras se van a preparar nuestras bebidas, Sophi no tarda ni dos segundos en tomarme con fuerza del brazo.

—¡¿Estás loca?! Ese tipo tiene como veinte años, ni sueñes que te permitiré acostarte con él.

—Pues aquí no hay camas, yo tenía pensado hacerlo parados en uno cubículo del baño de hombres. —Creo que nunca nadie me miró de forma tan repulsiva como lo hace ella ahora—. Ya tranquila, solo estaba bromeando. No pienso dejarte aquí sola.

The Real YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora