Capítulo IX

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Alexander

—Sabían que nuestro lindo Alexander hizo amigos el otro día. —Alli dirige la atención a má, mandándose una porción de pasta a la boca.

«Muy inteligente de tu parte, Allison»

—No creas que esta conversación se queda así niña —advierte mi padre— , pero suficientes castigos para la mesa. —Me observa sirviéndose más carne— ¿Son del equipo?

Asiento esperando a que mi garganta pueda tragar la comida. —Christian, Luke y Samuel.

Mi mamá no tarda ni tres segundos en comenzar a ponerse en plan ternurita diciendo que quiere conocerlos y que pueden venir aquí a casa cuando quieran, que las puertas del hogar Baker siempre estarán abiertas.

No me extraña que se comporte de esta manera. En New York los amigos que tenía no eran de su total agrado —y mío tampoco, si vamos a ser justos—, así que aquí querrá ver con quién me rodeo en la escuela, y no tendrá pelos en la lengua si uno no le gusta.

—Yo también conocí a alguien —habla Evie, interrumpiendo la felicidad de nuestra madre, y dándole otra cosa de la cual emocionarse.

«Gracias, loca número tres»

—Su nombre es Logan, es mi novio.

A mi padre y a mí se nos atraganta la comida, y no solo porque diga que tiene pareja, sino también por la manera tan natural y la vocecita de rata que usó al decirlo.

—¿Cómo que novio? —pregunto entre la tos ya que papá no puede ni siquiera hablar—. ¿Quién es el niñito que corrompe a mi hermanita?

—¿Qué es corromper? —Evie está como si no hubiese dicho nada importante.

A su edad los novios son igual que nada, creo que a mí me daban asco las niñas cuando era un niño. Pero de todas maneras, ¿cómo se le ocurre?

—Hablaré con su profesora, ¿cómo es que permiten que niños de ocho años ya anden besuqueándose en los pasillos? —se queja papá luego de tomar un vaso entero de agua.

La noticia le cayó como un buen balde de agua helada, y es que sus niñitas están creciendo.

—Yo te acompaño —lo apoyo decidido.

Pero por supuesto, todos nuestros aires de superioridad y enojo hacia la institución a la que asiste Evie se ven esfumados en el aire como vapor al escuchar a la jefa hablar.

—Ninguno de ustedes dos va a ir a hablar con nadie.

—Pero... —me mira desafiante ante mi intento de refutar—, papá ayúdame —susurro.

—Ni loco intervengo por ti, sálvate tú solo.

«¡Y el premio para el mejor padre del mundo es para Thomas Baker!»

Nadie en su sano juicio se metería con Luz Johnson.

—El me lo pidió en el recreo —sigue contando la niña sin darse cuenta que le causará un infarto a su padre—, me dio un chocolate y una rosa del jardín de su casa.

The Real YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora