Alexander Baker
Al llegar a Los Ángeles, estoy completamente agotado.Cinco horas en un avión en medio de una guerra entre Allison e Evie no es lo más divertido del mundo, sumándole las interminables charlas de mamá sobre todo lo que hará, y la gente que conocerá, y muchas cosas que dejé de escuchar luego de veinte minutos.
Creo que no quiero volver a ver el jet familiar en mi vida. Lo único en lo que puedo pensar ahora es en encontrar una cama y dormir hasta que tenga setenta años.
Al salir, lo primero que siento es el calor arrasar con mi cuerpo; la temperatura no es muy alta, pero sin duda no se parece en nada a la de New York.Al parecer no soy el único que siente que se derrite, ya que mi padre está casi muriendo al lado mío.
—Que hable ahora o calle para siempre —imito lo que dijo con una voz gruesa exagerada.
—Oh cierra la boca, Alexander. —Su cara de pocos amigos hace que largue una carcajada—. Lo primero que voy a hacer al llegar a la casa es conseguir al menos mil aires acondicionados.
—No me quejaría si hicieras eso. —Me encojo de hombros caminando hasta el auto que nos espera frente al avión.
—¡No puedo creer que de verdad estemos aquí! —grita Allison adelantándose.
Está como si fuese la primera vez que la sacamos a la calle, pero la entiendo, es su futuro del que hablamos, yo también me emocionaría mucho.
—Ey, estuve pensando... aquí también hay oportunidades para ti. —Miro a mi padre confundido—. La secundaria de Los Ángeles tiene uno de los mejores equipos de fútbol americano del país.
Ya estuve averiguando respecto a ese tema. Los pumas son los mejores, de hecho ya los conocía incluso antes de que supiera que vendría aquí.
Con mis antiguos compañeros solíamos rogar por que no se haga un campeonato entre Estados porque era seguro que nos destronarían. Su potencial es tan grande que, si logras entrar, lo más probable es que estés en la mira de todas las universidades prestigiosas.
—No lo sé... —rasco el cabello de mi nuca ayudando al chofer a subir nuestras maletas mientras papá apoya el cuerpo en la camioneta sin preocuparse por siquiera apoyarnos— conoces mis pensamientos acerca de eso y...
—Oh vamos, sabes que si quieres puedes ser el capitán de ese equipo —me interrumpe algo molesto.
Lo que dice es verdad. Si quiero puedo entrar y ser el mejor ahí; tengo el talento, el potencial, y la pasión para hacerlo.
El problema es que la vida que conlleva eso es horrible.
Mi antigua escuela estaba regida por la abeja reina odiosa y por el capitán de fútbol americano, es decir yo. Todos querían caerte bien, no le importas a nadie en lo absoluto, pero les interesa demasiado ser tus amigos.
Especialmente a Carla, la dictadora de ese maldito lugar.
—Hijo, debes permitirte sanar, debes empezar de cero, debes...
—No puedo olvidarlo —lo corto enfadado, no con él, sino que conmigo—, no puedo seguir con mi vida como si no hubiese pasado nada.
—No te pido que lo olvides, te pido que sanes. Con tu madre nos damos cuenta de que sigues teniendo pesadillas, de que te pierdes pensando en eso. —Aprieta mi hombro—. Hijo, necesito que sigas adelante, no solo por ti, también por tus hermanas y por tu madre. Solo... prométeme que vas a intentarlo.
Sé que debo hacerlo, tengo que dejar de pensar en eso, pero es difícil. Solo espero poder dar borrón y cuenta nueva aquí.
—Lo prometo. —Intento convencerme más a mí que a él—, voy a intentarlo.
—Gracias. Ahora vamos a nuestro nuevo hogar.
Subimos juntos a la camioneta. Él va a delante, yo voy con la loca número dos y mamá detrás, mientras que Evie va sentada sola en la tercera fila por haber molestado durante casi todo el vuelo.
—Señor... ¿Cómo se llamaba? —pregunta Allison piqueteando el asiento del pobre chofer.
—Ricardo, señorita.
—Bien, señor Ric ¿Puedo decirle Ric?, deduzco que usted vive aquí porque comenzará a trabajar con nosotros, así que para entrar en confianza... ¿Podría decirme qué le parece Los Ángeles?
No estoy seguro de cuántas preguntas haya formulado, lo único que sé es que en ningún momento se detuvo a esperar una respuesta.
—Es una fantástica ciudad para vivir, solo hay que acostumbrarse al calor —contesta el hombre de traje negro—. Pueden ir olvidándose de las calles nevadas y autos congelados.
—¿Tú tampoco eres de aquí? —Sigue con el interrogatorio.
—No, soy de Toronto Canadá.
—Wow, debe haber sido raro el cambio de temperatura.
—Sí, pero mi hija... —Se frena de repente, como si pensara que está cruzando la línea de lo aceptable—. Lo siento, no creo que sea apropiado.
—Descuida, Ricardo. —Lo tranquiliza mamá con una de sus características sonrisas—, no buscamos a un robot como chófer para las chicas, nos agrada conocer sobre tu vida. ¿Qué decías sobre tu hija?
Parece más cómodo al hablar —Ella se vino a vivir con su madre aquí cuando me separé de mi esposa. Con el pasar de los meses me di cuenta de que no soportaba la distancia, por eso me mudé aquí hace ya tres años.
—¿Cómo se llama tu hija? —pregunto incluyéndome en la cálida conversación.
—Dalilah, tiene apenas ocho años.
—Entonces tal vez pueda juntarse con
Evie. —Cuando la mencionada escucha su nombre saliendo de los labios de mamá, salta como si fuera un resorte prestando atención a qué hablamos.
—¿Qué hice ahora?
—Nada, solo decía que podrías jugar con la hija de Ricardo algún día.
Asiente no muy convencida volviendo a su lugar, mi hermanita no es muy extrovertida que digamos.
—Muy bien familia Baker, bienvenidos a su nuevo hogar.
Miro por la ventanilla de vehículo. Nos encontramos en un barrio privado, con varias casas muy diferentes entre sí, pareciera que compiten por ver quién tiene más dinero.
Entre el montón de viviendas, hay una que resalta de las demás, y sorpresivamente es en la que Ricardo estaciona.
A diferencia de las demás, esta es de estilo clásico toscano; desde afuera puede verse que tiene tres pisos, además de una entrada preciosa, y según las fotos que nos mostró mamá, también tiene un patio trasero con piscina y una parrilla.
—¡Es hermoso, mamá! Vamos a ver adentro, Allie! —grita mi hermanita apenas bajamos de la camioneta.
Evie también está bastante emocionada con todo este tema del cambio de ciudad. En su antigua escuela no encajaba con los demás niños, no se sentía cómoda en ese ambiente. Nunca nos lo dijo de forma directa, pero si a su consejera estudiantil.
Suele guardarse casi todos sus sentimientos hasta estallar, y para su corta edad ya tiene varios problemas de autoestima y comunicación.
Es muy introvertida con los desconocidos, hasta con su propia familia a veces. Hay cosas que no nos dice por vergüenza o miedo. Por eso visita a su psicóloga dos veces a la semana, o al menos así era cuando vivíamos en Nueva York.
Ese fue un punto en contra de venir. Evie no confía en las personas, solo lo hacía con la doctora Stevenson, que por suerte nos tranquilizó diciendo que como asistió desde tan joven a sus citas sabe qué tiene que hacer en caso de necesitar descargarse, y que ella sola va a encontrar con quien poder hablar y volcar toda su confianza; pero que no es recomendable que la enviemos con otro doctor desconocido para ella.
Solo espero que encuentre a esa persona, porque no me gusta ver a ninguna de mis hermanitas sufrir.
~
Su llanto era tan fuerte que parecía que sus cuerdas vocales se estaban desgarrando, podía oírlo aún estando en el pasillo.
~
Sacudo mi cabeza eliminando ese espantoso recuerdo. Le hice una promesa a mi padre, y pienso cumplirla, o al menos pienso intentarlo.
—¿Qué te parece la casa? —Mamá me saca de mis pensamientos en el momento justo.
Observo todo a mi alrededor, las paredes blancas y el piso de madera clara le dan un toque moderno, pero sin exagerar.
—Es muy bonita. —contesto sin mirarla—, pero le falta ese ambiente familiar.
Por dentro tiene un concepto amplio, los grandes ventanales que reemplazan a las paredes que nos separan del jardín la hace más clara de lo que ya es, haciendo juego con los muebles claros.
Apenas entras puedes ver casi todo lo que conforma el primer piso; a la izquierda están las escaleras junto a un pasillo que supongo dará al garaje y una habitación de servicio, a la derecha un amplio recibidor con dos sofás, y en frente de esta se encuentra el comedor formal de las cenas formales.
Si sigues caminando te encuentras con una enorme sala de estar, y del otro lado...
Joder.
Esta cocina es increíble. Tiene una isla doble de mármol claro, y alacenas que siguen con la misma gama de colores; también hay una cocina de servicio algo escondida y una mesa más pequeña que se usa a diario.
De solo pensar en la cantidad de cosas exquisitas que podré crear aquí me entran las ganas de ponerme ya un delantal.
—Eso es porque todavía no hice mi magia —responde airosa.
Mi mamá no solo trabaja en la parte administrativa de los restaurantes Baker como la CEO, sino que también es una muy buena decoradora de ambientes.
—¡Miren lo que es esta piscina!
—Creo que a Evie le va a dar un ataque de nervios. —Observamos con una sonrisa hacia el gigante ventanal. Desde aquí se puede ver el jardín trasero y los sofás en el porche de baldosas oscuras—. Las mujeres de esta familia están locas —canturreo.
—Oh, ya cállate y ven a ver afuera.
Mi hermanita no estaba exagerado demasiado; en el exterior hay una hermosa piscina con tumbonas de un lado y un pequeño jacuzzi en una de las esquinas.
—Evie, no te acerques demasiado al agua si estás sola —advierte mamá.
—Sí, mamá.
—Es hermosa, papá ¿Cómo la conseguiste? —Allison se acerca a abrazarme pasando los brazos por mi torso.
No puedo explicar lo que siento cuando tengo a alguna mujer de mi familia entre mis brazos; es una mezcla entre paz y entusiasmo. Siento que las protejo, pero ellas también a mí al mismo tiempo.
—Era de un amigo, la intentó vender por años —responde Thomas—. Cuando se enteró de que habías enviado tu carta de admisión a una academia de baile en Los Ángeles, la retiró del mercado y me la vendió a mí.
Mi hermana lo mira sin poder creerlo.
—¿Lo ves, enana? No somos los únicos que creemos en ti, hay muchas personas que también lo hace. —Beso su frente con dulzura.
Se me estruja el corazón cuando se le empañan los ojos y hunde su cara en mi pecho escondiéndose allí. Allison se merece todo lo bueno de este mundo y más; es sin duda una de las personas persona con mayor pureza y buenas intenciones que he conocido en mi vida.
—Gracias por hacer esto por mí, en serio gracias. —Apenas se le entiende cuando habla.
—Somos familia, siempre vamos a estar aquí. —Se acerca mi madre—. Ahora vengan todos, es hora de un abrazo familiar.
—Me ahogan —se queja loca número dos, la pobre quedó en el medio del enredo de cuerpos.
—Te aguantas —le responde mi madre sin importarle mucho la capacidad de respirar de su hija.
Luego de separarnos, decidimos ir a las habitaciones que le corresponde a cada uno para desempacar y organizar a nuestro antojo.
En el segundo piso se encuentran las cuatro habitaciones y una que solo tiene una lavadora.
La de mis padres se encuentra apenas terminas de subir las escaleras, y luego a cada lado están las de mi hermana menor y el lavadero. Si das la vuelta hacia el otro lado te encuentras con la de Allison; y al fondo del piso se encuentra la que me pertenece a partir de ahora, junto a algunos sofás individuales y una pequeña televisión.
Mi cuarto posee bastante espacio, da hacia el patio trasero y tiene un lindo balcón con puertas dobles que llegan del piso al techo.
Pruebo la gran cama sentándome sobre ella, y que resulta ser muy cómoda. Al diablo con desempacar, me quito los tenis y la camiseta quedando solo con el chándal gris.
Me acostaré a dormir, pero solo serán unos cuantos minutos...
—Alex, Alex, Alex. —Alguien está saltando sobre la cama muy cerca de mi cuerpo, al parecer tiene ganas de morir—. ¿Estás despierto?
Reconozco a la voz como la de loca número tres.
—No —respondo frotando la cara sobre la almohada. Si me quedo quieto tal vez se aburra y se vaya.
—Por favor. —La muy desquiciada se me tira encima, quedando sentada sobre mi espala—; Papá quiere que bajes, está cocinando pizza.
«La comida me interesa»
—¿Qué hora es? —pregunto todavía algo desorientado, pero al menos ya abrí los ojos entrecerrándolos gracias a la luz.
—Las ocho de la noche.
¿Cómo es que ya es de noche y sigue habiendo luz? Se supone que el atardecer ya se tendría que haber comido el cielo, a lo sumo que quede un minúsculo rayo de sol dando vueltas por allí.
—Mierda —murmuro— dormí demasiado ¿Por qué no me despertaron antes?
—Quise hacerlo, y mamá me lo impidió porque estabas cansado, quería que te dejáramos dormir en paz. —Hace un puchero de lo más tierno.
—¡Niños, a comer! —grita la susodicha desde la planta de abajo.
—¡Pizza! —Evie se olvida de mí y se va corriendo festejando porque comerá algo delicioso.
Me estiro debajo de las sábanas —que no recuerdo haberme puesto— haciendo que todos los huesos de mi cuerpo suenen. Me levanto y recojo la camiseta del suelo que usaba hace unas horas para ponérmela.
Decido lavarme rápido los dientes antes de bajar ya que tengo un feo sabor en la boca y no quiero asesinar a nadie en nuestro primer día aquí.
Apenas abro la puerta de la habitación, el aroma a pan horneado y queso derretido me invaden las fosas nasales.
—Alex, por favor lleva los platos a la otra isla, que en la mesita pequeña no vamos a entrar. —Pide mi madre, a lo que yo respondo con un saludo militar.
—¡Sí, señora!— afirmo recibiendo los utensilios de vidrio.
—Bobo. —Rueda los ojos sonriente.
Toda la cena transcurre bastante tranquila hablando de temas triviales.
No solemos tocar los temas donde debamos ponernos serios mientras comemos, eso preferimos hacerlo en las reuniones familiares en la sala de estar.
—Alex, tú lavas. —Papá me señala con su tenedor.
—¿Y yo por qué? —me quejo terminando mi vaso de limonada.
—Porque yo cociné y tu madre... —tiene que pensarlo unos segundos— es la que manda, no se podrá.
Comienzan a entregarme los platos sucios junto a los cubiertos y vasos. Ahí es cuando recuerdo que fui yo el que armó parte de la mesa; tendré que usar esa carta o terminaré perdiendo.
—Fui yo el que la armó. —Elevo una comisura al recordar cierto detallito que ya casi se me estaba olvidando—; además, hoy le toca a Allison.
Esta se remueve incómoda sobre su silla cuando mamá y papá la miran con una ceja arqueada. Al parecer la pequeña mentirosa había dicho algo de lo que yo no estaba enterado.
—¿Tienes algo para decirnos, Allison?
—Sí, papi... —hace un intento de sonrisa que termina más parecido a una mueca— que los quiero mucho.
—Dijiste que tú los habías lavado anoche.
—Te atraparon —le susurro, divertido con la situación—, mentirosa.
—Perezoso —contraataca de la misma forma.
—Niños —mamá nos interrumpe carraspeando—, como al parecer ninguno desea hacer las tareas del hogar, decidí que Allison lavará e Evie, tú recoges la mesa.
¡Eso es! Así se habla, mamá.
«Solo festejas su carácter porque el peso de la espada no recae en ti»
Por supuesto, y no me da pena ni vergüenza admitirlo.
—Pero... —Solo basta una mirada para que mi herma menor deje las quejas de lado y se ponga a juntar los platos—. Como digas.
Me levanto alardeando el hecho de no tener que hacer nada —Yo mejor me voy a dormir, buenas noches, familia.
—Buenas noches, cariño. —Mientras Luz besa mi mejilla, las chicas me lanzan dagas con la mirada—. Descansa.
Me doy el lujo de pasar por donde Allison está fregando como Cenicienta.
—Tramposo.
—Patética.
—Fracasado.
—Inútil.
—Idio...
—Como no se muevan en cinco segundos los dejo a los tres limpiando el suelo con un cepillo de dientes toda la noche —interviene una voz tenebrosa.
—Sí, mamá —decimos al unísono.
Una vez arriba aprovecho para ordenar un poco el montón de cajas y bolsas que antes no acomodé. Guardo toda mi ropa en el armario y dejo mis productos de aseo en el baño.
Sorpresivamente, cuando vuelvo a acomodarme en mi cama, tardé menos de cinco minutos en quedarme dormido, no importa que haya descansado toda la tarde.
Pero no sin antes pensar en mañana, no sé cómo me acostumbraré de nuevo a una escuela. No quiero volver a ver a esas abejas reinas mimadas, porque una de ellas me arruinó la vida..
Determino que, haga lo que haga, voy a alejarme de ese tipo de personas.
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The Real You
Teen Fiction¡HISTORIA TERMINADA! Madison Fox: bailarina, multimillonaria, y heredera de un imperio hotelero. Los que no la conocen la catalogan como la hija de mami y papi que le compran todos sus logros; quienes realmente logran pasar esa muralla ven a una muj...