Capítulo XLII

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Alexander

Por fin termino todo lo que he estado haciendo desde las dos de la madrugada. Fruta picada con crema, croissants de chocolate, galletas rellenas, crepes saladas, y beagles con una salsa especial de aguacate.

Ahora se preguntarán, ¿Por qué diablos haces la comida que serviría para alimentar a un escuadrón completo? Fácil, hoy es dieciocho de diciembre; los que no entendieron todavía, es el cumpleaños número dieciocho de mi Bambi.

Aprendí a ser el mejor novio de este mundo con el tiempo, y sé que no hay mejor forma de consentirla que con comida. De verdad, todavía no entiendo cómo un cuerpo tan pequeño ingiere lo mismo o más que alguien que pesa noventa kilogramos.

Guardo todo en contenedores plásticos distintos y a estos nos meto en una bolsa de papel.

—¿Ya te vas? —pregunta mi padre desde el marco de la cocina, todavía sigue con el pijama puesto que ni siquiera salió el sol aún.

Asiento buscando la maleta que dejé preparada anoche en la sala de estar. Sobre ella hay una pequeña caja envuelta con una nota de mis hermanas diciéndome que se lo dé a la cumpleañera.

—La casa tiene un sistema de seguridad inteligente —explica siguiéndome—. Mientras no esté en uso, se bloquea y desbloquea desde mi celular y el de tu madre. Ya arreglé todo para que puedan entrar sin ningún problema, la clave de la puerta principal es 353021. Por favor recuerden asegurarla cuando se van a dormir, si bien es una isla privada con seguridad de punta, nunca se sabe. —Cuando creo que su discurso eterno terminará, me sorprende con más—. Estarán alejados de la civilización, tendrán que usar el bote para ir y venir. Ya llamé a alguien que les irá a dejar insumos que necesitarán en su estadía; e intenten no lastimarse porque el hospital más cercano se encuentra a quince kilómetros, de todas formas hay un botiquín de primeros auxilios en casi todas las habitaciones. —Observo mi reloj rogándole con la mirada que acabe ya—. Oh, casi lo olvido, cada mañana bien temprano irá alguien a acomodar un poco las cosas. No necesitan abrirle y tampoco se entrarán de que está allí, tranquilo. Creo que no me queda nada más para decirte.

«Alabado sea el Señor por eso»

—Clave de acceso, transporte, alimento, accidentes y limpieza; lo tengo, papá. —Me acompaña hasta el auto que dejé afuera anoche y no tener que hacer tanto ruido hoy.

—¿Cuál era la clave de acceso? —pregunta para cerciorarse de que le presté atención a todo lo que dijo, y solo me deja ir cuando le respondo correctamente—. Buen chico. Disfrútenlo, y mándale mis felicitaciones a Madison. —Me abraza de forma fraternal palmeando mi espalda—. Cuídense.

Subo a mi auto y arranco luego de dejar la maleta en el asiento trasero y la comida en el del copiloto. Al último le coloqué el cinturón de seguridad que evitará accidentes en el camino.

Estoy nervioso, no voy a mentirles. Sé que a mi chica le encantará la sorpresa, de hecho estuvo diciéndome que después de que el problema con Rebecah y la demanda pasen necesitaría un viaje desintoxicante; ¿y qué mejor que adelantarle el tiempo fuera? No puede ser sano pasar por tanto estrés sin un lapso dedicado solo al descanso.
Pero dejando ese asunto de lado, estoy nervioso porque será nuestra primera salida juntos, la primera de muchas, espero. Quiero que todo salga perfecto, hasta hice una lista de actividades que podríamos intentar en nuestra estadía. Tal vez podamos tener uno de esos libros de fotos enormes lleno de fotografías que algún día le mostraremos a nuestros hijos y nietos.

«Estás adelantándote mucho, amigo»

No me importa, es imposible no pensar en esas cosas cuando tienes a una mujer como Madison al lado.

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