Capítulo XLIV

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Alexander

El sonido del silbato de Jones hace que lo observe mientras corro al rededor de la cancha junto al equipo entero.

—¡Acérquense! —grita desde lo lejos—. ¡Reunión de equipo!

Vamos al trote a su encuentro. Tiene una gorra del equipo y un traje elegante negro con el logo de los pumas en el pecho, luego dice que no nos quiere ni un poco.

Aplaude fuerte para que le prestemos atención. —Escuchen, hoy es el día de la gran final; estuvimos esperando la oportunidad de tener la revancha durante todo un año, y no les diré que pueden ganar si se esfuerzan. ¡Ustedes van a ganar! —Una minúscula sonrisa sobresale de sus labios—. No quiero quejas o dudas al actuar. ¡Entrarán allí y les darán una paliza que los deje en el suelo humillados! Porque yo entreno campeones, y si pertenecen a este equipo es porque, ¡son los mejores!

—¿Es su forma de decirnos que nos quiere? —susurra Christian sobre mi hombro—. Nunca lo había visto así. Tal vez crea que necesitamos un incentivo extra este año, digo, porque te tenemos a ti en el equipo.

Lo empujo desde la frente para que vuelva a su lugar. —Idiota. —Ruedo los ojos.

—En la última final que jugamos contra Los Leones no nos fue muy bien —sigue el entrenador—, pero porque ellos no supieron superarlos sin hacer trampa. —Observa a su capitán estrella a mi lado—. Cuídense, chicos. No intenten nada estúpido que los ponga en riesgo, primero es su bienestar y luego el trofeo ¡Quedó claro! ¡Si llegan a desobedecer mis órdenes haré que escuchen mi silbato en el hospital!

Nada como el amor rudo de Jones antes del partido más importante de la temporada. 
Nos manda a ducharnos y perfumarnos porque, según su esposa, no puedes asistir a un lugar ajeno oliendo a zorrillo. Y por supuesto que le haremos caso a la madre de su hija, esas mujeres siempre terminan teniendo la razón.

—¡Apúrense, chicos! —dice Paul entrando a los vestidores—. Tenemos que llegar unas cuantas horas antes para conocer la cancha.

Quince minutos después de su pedido estamos subiéndonos al autobús que nos llevará al estadio de Los Ángeles, el SoFi Stadium. Con una capacidad de setenta mil espectadores y un coste de casi cinco billones de dólares, el más caro del mundo hasta ahora.

Poco es decir lo nerviosos que estamos de pisar ese pasto; los mejores de los mejores han jugado ahí. Como para que se den una idea, el Super Bowl se realizará en esa cancha.

—¿Por qué tan callado, Luke? —grita uno de mis compañeros sentado en los primeros asientos—, ¿el que te veas de nuevo con Carlo te asusta? —Ríen con su broma que no entiendo.

Observo al blanco de la burla, está pálido, y es verdad que se encuentra más silencioso de lo normal. Cada que tenemos un partido se la pasa haciendo chistes o molestando a cualquier persona que se le cruce; aunque puede llegar a ser pesado, te ayuda a olvidarte de los ya conocidos nervios que sientes antes de entrar.

—Carlo es el tackle de Los Leones que va frente a Luke —explica Sammi a mi lado—, nuestro amigo ya se ha ganado varios golpes que lo dejaron tirado en el suelo.

Vuelvo a verlo. Tal vez sea un niño infantil todavía, pero es el mejor de su posición; nunca, en ningún juego a su lado, me tacklearon gracias a su protección que funciona como una muralla.

—¿Crees que no podrá con él hoy?

—Creo que ha mejorado muchísimo desde el año pasado —contesta como el sabio amigo que es—. Y si hay alguien que puede vencer al engreído de Carlo, es él. 

«Ese es mi chico»

—¡Atención! —grita Sam parándose. Estamos los cuatro sentados en la última fila de asientos del autobús, por lo que el equipo voltea hacia atrás para atender al llamado del capitán—. Si el entrenador Jones me lo permite, me gustaría decirles unas preguntas antes de llegar a destino.

The Real YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora