Capítulo XXXV

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Madison

Paso el labial rojo intenso por mi boca una última vez antes de admirarme frente al espejo. Dios, parezco una maldita diosa candente con este atuendo.
 
Tres golpes en la puerta obligan a que deje de excitarme con la imagen que presencian mis ojos.
 
—Pase.
 
—¿Señorita Madison? —Clarisse asoma la cabeza por mi habitación—. Ya llegaron los zapatos que pidió que le trajeran para hoy.
 
Entra con una caja de zapatos Gucci en las manos; no se dan una idea de lo mucho que me tardé en encontrar el par perfecto para la ocasión. Tuve una horda de diseñadores trabajando para mí a todo motor durante días.
 
—Gracias, déjalos sobre la cama por favor. —Me levanto de la silla frente al tocador para modelarle mi vestido—. ¿Qué piensas?
 
—Está hermosa. Aunque, ¿puedo proponerle un pequeño cambio? —Asiento volviéndome a sentar—. Yo soltaría su cabello... —dice deshaciendo el medio moño—y lo dejaría suelto para jugar con él a la hora de tomar las fotos.
 
«Mhm, la Clarisse coqueta me agrada»
 
A mí también.
 
Se retira con la excusa de tener que planchar la ropa lavada.
 
Termino los últimos detalles con mi maquillaje para colocarme los zapatos de taco aguja rojos que la mucama me trajo y mirarme en el espejo de cuerpo completo.
 
«Preciosa»
 
El vestido rojo se amolda a mi cuerpo de manera que parezco una escultura tallada. Tiene dos tajos muy pronunciados a cada lado de mis piernas, están tan arriba que logra verse el hueso sobresalido de mi cadera con mi nueva decoración, el tatuaje que me hice con Alexander hace unos días.
 
Ahora se preguntarán, ¿qué diablos haces con esa ropa? Fácil, hoy es el cumpleaños número cincuenta de Gianluca Vacchi, y decidió festejarlo con una temática algo peculiar: Fuego del Infierno.
Hace varios días estoy esperando esto. No voy a mentirles, soñaba cada noche con poder ponerme este vestido.
 
Me causa cierta excitación verme así de sensual; creo que siempre me he sentido así, pero dicha sensación aumentó en este último tiempo.
 
Bajo las escaleras con cuidado de no irme de boca al suelo; si bien estos tacones son preciosos, también son algo difíciles de manejar, y que mi casa tenga tantos peldaños no ayuda mucho a la situación.
 
Me encuentro con mis padres en la sala de estar tomando una copa de champán cada uno.
 
—A eso le llamo yo disfrutar de la buena vida —bromeo acercándome. Papá es primero en levantarse y ofrecerme una copa a mí también. —Gracias.
 
Detallo sus prendas minuciosamente.
 
Mi madre tiene puesto un vestido de solo un hombro del mismo color que el mío, solo que tirando más al bordó. La seda del diseño la hace ver como una diosa del Olimpo y ayuda a resaltarle su cabello negro azabache de envidia.
Por otra parte, mi padre optó por un smoking de tres piezas rojo del mismo tono que su esposa. Vestido así se ve como todo un sugar daddy, creo que mamá tendrá que cuidarlo bien esta noche para que otra no intente clavarle las garras.
 
—Están espectaculares, parecen un matrimonio de la mafia italiana.
 
—Justo lo que queríamos lograr —bromea William—. Tú también te ves hermosa, renito, pareces una BabyBoss. Solo te falta el porta arma en el muslo y a veinte matones detrás tuyo.
 
«La idea no suena tan mala»
 
Sí, hasta que la policía te atrapa y tienes que pasar el resto de tu vida en prisión.
 
«Aburrida»
 
Imbécil.
 
—El arma no combinaba con el atuendo, y los guardaespaldas me están esperando en las camionetas de afuera —le sigo el juego.
 
Papá y yo levantamos las copas como dos villanos lo harían en una película, sin duda no somos normales.
 
—Mi esposo y mi hija los criminales, que bonita historia para compartirla con la familia. —Mamá nos corta el rollo terminando su bebida—. Vámonos o se nos hará tarde.
 
—Aburrida —murmuro cuando nos da la espalda caminando a la entrada, papá me sonríe cómplice.
 
—Te escuché —sonrío sin dientes cuando voltea la cabeza sobre su hombro.
 
Una limusina nos espera fuera para transportarnos al edificio donde se llevará cabo la celebración.
Gianluca no mentía cuando advirtió de la inmensidad que tendría la fiesta.
 
El piso más alto del hotel Waldorf Astoria está ambientado como si fuera el cielo; aquí un montón de periodistas y fotógrafos se matan entre ellos para tomar la mejor fotografía o hablar con el más famoso.
 
—Ve por tu parte, nosotros estaremos con los mayores hablando de política y esas cosas. —Papá besa mi sien antes de irse con su esposa al sector serio de la habitación.
 
—¡Madison Fox!
 
—¡Por aquí por favor!
 
—¡Estás preciosa!
 
Apenas si puedo entender lo que dicen los animales hambrientos. Tengo que acercarme de a uno y concentrarme solo en ese para poder escucharlo correctamente.
Una chica joven de ojos verdes capta mi atención, logra pasar desapercibida entre la multitud dándole un puesto en la primera fila de periodistas.
 
—Madison, Paula Saviola, de la revista Vanity Fair. ¿Puedo hacerte unas preguntas?
 
—Por supuesto —le sonrío admirando su belleza.
 
—¿Qué se siente ser tan joven y ya participar del negocio familiar?
 
El camarógrafo que trabaja con a su lado me enfoca la cara mientras que ella me coloca un micrófono en frente mío.
 
«¿Estás nerviosa? Porque yo no»
 
Cierra el pico y deja que me concentre o terminaré por decir cualquier estupidez.
 
Me obligo a calmarme con una respiración profunda antes de contestar con una sonrisa viéndola directo a los ojos.
 
—No es fácil. Aprendo un poco más día a día lo que tengo que hacer observando a los mejores. Creo que iniciar desde tan joven ayuda a formar mi carácter y tener un poco de experiencia extra para cuando me toque tomar las riendas.
 
Se lleva el micrófono a la boca.
 
—Debe ser atemorizante cometer un error en un imperio de ese nivel.
 
«Ni que lo digas»
 
Que cierres el pico.
 
—Pues no voy a mentirte, al principio temía mucho tomar una decisión que afectara los empleos de los trabajadores. Pero de a poco voy mejorando la confianza en mí misma. Además tengo a mis padres y Mónica, mi secretaria, que me ayudan mucho cuando me surge alguna duda —explico quitando el cabello de mis hombros.
 
Clarisse tenía razón, suelto es mucho mejor.
 
—¡No acapares a la estrella para ti sola, Paula! —Otro periodista la interrumpe divertido, al parecer se conocen—. Ricardo Palermo, de Marie Claire. Dígame, señorita Fox, ¿cuales son sus mayores pilares para implementar en la empresa?
 
¿Es que aquí todos son guapos? Este otro es alto, rubio, tatuado, y lo siento Alex, pero está para chuparse los dedos.
 
«Ahora no me vayas a avergonzar o haré que repruebes un examen»
 
¡Que te calles joder!

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