Capítulo XXXVI

1.6K 80 1
                                    

Alexander

—¡Atención! ¡Acérquense ahora! —El silbatazo del entrenador Jones aturde a mis pobres oídos.
 
El equipo entero deja de utilizar las maquinarias del gimnasio de la escuela para colocarnos en una ronda frente a Jones. El resto de los chicos que pertenecen a deportes diferentes siguen con lo suyo.
 
—Como ya saben, mañana viernes en la tarde tendremos un juego de carácter amistoso con la secundaria Whindson. —Varios aplauden y chiflan—. No canten victoria tan rápido, perdedores. Puede ser que nuestro equipo de fútbol americano sea uno de los mejores, sin decir que el mejor; pero nunca se sabe. Tal vez tangan un golpe de suerte y terminen por vencerlos.
 
Puede que lo oculte muy bien, pero él también cree que apestan demasiado; sin embargo, al ser un adulto no puede decirlo tan abiertamente, tampoco es muy ético que digamos.
 
Las Orugas de Whindson comenzaron a perder partido tras partido desde hace años cuando su entrenador estrella fue comprado por una universidad de Portugal.
 
«Hasta su animal representante es malo»
 
Tienes razón, ¿a quién se le ocurre ponerle a un equipo de contacto fuerte igual que un insecto que se arrastra por el suelo? Parece que están en jardín de infantes de nuevo.
 
—...pero lo que quiero que tengan en cuenta...
 
¿De qué estaba hablando?
 
«¿Y yo cómo voy a saberlo?»
 
Eres de mucha ayuda.
 
—Les pido que no sean idiotas, al menos no más de lo normal. Jueguen con la cabeza fría, no abusen; y por el amor de Dios, que ni se les ocurra lesionarse. Las finales se acercan, y no me importa si tengo que sacarlos al campo en sillas de ruedas con un enfermero que los empujen, salen porque salen. ¡Entendido!
 
—¡Sí, entrenador! —gritamos al unísono.
 
—Muy bien. ¡Ahora sigan con los ejercicios, grupo de debiluchos! Mi suegra de sesenta años puede hacerlo mejor que ustedes. —Vuelve a soplar sobre ese maldito pedazo de plástico negro—. ¡A trabajar!
 
Las próximas dos horas me las paso entre pesas, cintas y máquinas que sirven para veinte músculos distintos.
Jones nos tiene sudando como cerdos en cada entrenamiento de la semana, hasta está pensando en sumar horas extras fuera del horario escolar.
 
No es secreto que se muere por ganar el Campeonato Colegial de Estados Unidos. Según escuché, el año anterior los Pumas perdieron contra Los Leones porque hicieron trampa lesionando a Samuel, hasta me contaron varias de las historias que circulan por los pasillos.
 
Lo que importa es que este año el equipo y todos sus demás integrantes —asistentes de entrenamiento, el aguacero, y el que nos coloca las vendas— están preparados para cualquier cosa que pueda llegar a ocurrir.
 
—Entrenador. —La voz de la hija de Jones se escucha sobre la música electrónica—. Buen día.
 
Al instante todos a mi alrededor bajan la cabeza como si el suelo tuviera todas las respuestas del Universo.
 
—Hija —la abraza mientras nos acuchilla con la mirada buscando a cualquiera que se atreva a ver a su princesa de una forma que no sea solamente amistosa—, Madison. ¿Qué las trae por aquí?
 
«¿Bambi?»
 
—Buenos días, entrenador —saluda con una pequeña sonrisa.
 
La tengo justo enfrente, a unos cuantos metros. Ella no logró verme, pero yo sí. Y qué vista la que tengo, por Dios.
 
Trae unos jeans negros ceñidos a ese voluptuoso trasero, y un suéter tejido color celeste cielo que deja ver sus hombros, mi Bambi no tolera el frío; lo que significaría un gran problema si quiero llevarla a New York algún día.
 
Quiero llamar su atención, lo deseo. No hay nada mejor que ver a la chica que te trae como idiota babeando por ti.
Me levanto de la colchoneta que usamos al hacer abdominales y camino distraídamente hasta la máquina multigimnasio. Ahora me encuentro mucho más cerca que antes, por eso cuando comienzo la rutina de brazos, su cabeza se gira lo suficiente como para que esa penetrante mirada azul se pose en mí.
 
Mientras su amiga de pelo rojo habla con el entrenador, la pequeña pervertida tiene el descaro de comerme con los ojos frente a todo un equipo de fútbol sin vergüenza alguna. Hasta se muerde el labio, ¡se muerde el labio!
 
No tiene ni idea de lo que le espera cuando estemos nosotros dos solos.
 
—¿Mads? —Es obligatorio que volvamos conectar con la realidad cuando Amelie llama su atención—. Despierta.
 
—¿Mhm? Sí, lo siento, solo me distraje con tanta testosterona en el ambiente. —Sacude la cabeza divertida—. ¿Qué decían?
 
—Les pregunté si querían ir a mi oficina para hablar de lo que me comentaron.
 
Hasta aquí llegó mi coqueteo inocente.
 
«¿Inocente?»
 
Yo solo estaba haciendo los ejercicios que me asigna el entrenador en busca de mejorar mi rendimiento físico...
 
«Ajá, claro que sí»
 
Sí.
 
Resignado, continúo matando mis músculos hasta no poder más. Cuando el cuerpo me exige cinco minutos de descanso, voy a beber algo de agua en una esquina frente al enorme espejo.
 
Desde aquí, logro visualizar las cabelleras de las dos invitadas especiales. Delante de ellas, se encuentra mi entrenador, que se rasca la barbilla pensativo. Sabrá Dios con qué lo están torturando ese par.
 
—Es guapísima, ¿no crees? —La voz de alguien al lado mío me desconcentra—. Es decir, todas en su grupo de amigas son preciosas, pero Madison se destaca por mucho en mi opinión.
 
—Ajá —respondo sin mirarlo.
 
No suelo ser así de seco y descortés, pero entiéndeme, es Frankie. ¿Recuerdan la charla que tuve con Sammi? Pues ahí me enteré de que este tipo se acostó con mi Bambi, y eso no es de mi total agrado.
 
—Escuché que están en una relación casual. Te felicito, amigo, llegaste mucho más lejos que los demás.
 
«¿Sigue aquí?»
 
—Es más que algo casual. —Trato de hablar sin arrojarle la botella que tengo en las manos a la cabeza.
 
«No sería tan mala idea»
 
Deja de llevarme por el camino del mal, idiota.
 
—Las cosas van en serio entre nosotros. Sé que es algo complicado, pero intenta guardarte los comentarios sobre el aspecto de mi chica mientras yo esté presente.
 
Al parecer es tan idiota como para no darse cuenta de que me conozco su cuerpo de pies a cabeza, a fondo.
 
—¿Tu chica? —Se ve en verdad muy divertido con el término—. Amigo, siento mucho destruir tu burbuja, pero Madi no es chica de un solo hombre. Le gusta lo casual, cosas de una noche, dos si tienes suerte; en algún momento se cansará de ti...
 
Pero, ¿qué diablos le pasa a este imbécil? No sabe ni la mitad de lo que en verdad ocurre a puertas cerradas y ya se cree con el derecho de opinar.
 
Gracias al cielo, lo interrumpen antes de que siga hablando incoherencias y termine por partirle la nariz con mi puño.
 
—¿Quién se cansará, Frankie? Además de ti al finalizar una serie simple de abdominales.
 
Bambi se coloca entre los dos, dándome la espalda a mí. Hace que pase los brazos por debajo de sus hombros para poder jugar con mis dedos mientras espera una respuesta del imbécil.
 
—¿Y bien?
 
Sonrío, esta chica es increíble.
 
—Nada, Madison, solo charlábamos de cosas del pasado. ¿O no, amigo? —enfatiza la última palabra.
 
Lo mato aquí mismo.
 
«Te apoyo»
 
—Oh bueno, entonces no tiene que ser tan importante —dice Madi restándole importancia. Rota la cabeza noventa grados de forma que pueda verme—. Piojo, esta noche mis padres no están. ¿Vienes a casa? Muero por que me cocines algo delicioso y veamos una película en el sofá.
 
—Nunca rechazaría una oferta como esa, cariño.
 
Aprieta el agarre bajo mis manos, sabe lo que hago.
El mal tercio carraspea incómodo por nuestra escena de parejita feliz.
 
—Bueno, yo me voy a seguir entrenando. Nos... nos vemos luego, Madison. —Se va sin recibir respuesta.
 
—Ay, mi niño celoso. —Usa un tono entre divertido y de reproche—. ¿De qué se supone que hablaban ustedes dos?
 
Escondo la cabeza en su cuello, tendré que utilizar su punto débil para distraerla un poco. Dejo besos perdidos en los alrededores de la zona, al tiempo que mis manos viajan hasta las caderas de escándalo que se porta.
 
—No lograrás sacarme de foco con tus trucos baratos. —Se voltea sobre sus talones. Mis brazos se enrollan en su espalda, mientras que los suyos descansan sobre mis hombros—. Ahora afloja esa lengua.
 
—Solo dijo sandeces, no te preocupes por eso —refunfuña algo por lo bajo, pero la callo con un beso.
 
Tener esos labios bajo mi posesión es, por lejos, la mejor sensación del universo. Diablos, ella se está convirtiendo en mi universo entero.
 
Me desfallezco por una de sus caricias, hasta la más mínima e inocente. Su forma de ser me tiene loco; de hablar, actuar, pensar, dormir, comer, beber...
 
«Ya, campeón, creo que con eso entendieron»
 
Aguafiestas.
 
—Oye, la invitación a mi casa era de verdad, y más te vale que te quedes a dormir. —Mordisquea y besa mis labios y comisuras—. ¿Qué dices?
 
La devoro en forma de respuesta.
 
—Digo que te quiero, Bambi.
 
Sus dedos índice, medio y pulgar me apretujan de las mejillas, provocando que los labios se me arruguen en una mueca infantil.
 
—Entonces que suerte tienes, Piojito, porque yo también te quiero. Mucho.
 
—¿Mucho? —Acerco la boca a la suya, pero no la toco.
 
—Muchísimo —responde decidida.
 
Aunque me encantaría detener el tiempo y quedarme aquí con ella por horas, un estruendoso silbatazo nos arranca del momento especial. Tendré que matar a Jones luego.
 
—¡Fox! Deja a mi jugador estrella en paz. ¡Y ya basta de estar besuqueándose en mi gimnasio! ¡Tú, vete a entrenar. Y tú...! —Se calla abruptamente cuando Madison lo mira con una ceja arqueada, amenazante. Se parece a una madre esperando a que su hijo termine de hablar para sentenciarlo a pena de muerte—. Ve a tus clases, por... por favor.
 
Asiente, pero sin darle mucha importancia. Vuelve a darme un último beso, pero este más corto que los anteriores y se va con su amiga de pelo rojo luego de despedirse de los presentes.
 
—¡A seguir entrenando, grupo de incompetentes! —Solo ese grito basta para que siga con la tortura que me pone más bueno.
 
No pasa mucho tiempo para que se dé por finalizado el entrenamiento de hoy. Apesto como el demonio, por lo que una ducha fría que me quite el mal olor y calme el ardor de los músculos es la mejor opción en estos momentos.
 
—¿Puedo saber qué fue lo que ocurrió con Frankie en el gimnasio? —pregunta Samuel desde el otro lado del vestidor—, porque para serte sincero, no se parecía en nada a una charla fraternal.
 
—El muy idiota creyó que podía opinar sobre mi relación con Madison —le respondo buscando el desodorante en mi casillero.
 
Asiente, pero por supuesto, Samuel Lauren no queda satisfecho solo con eso.—Y hablando de relaciones... ¿Ya se confirmó la fecha de la boda? —sonríe divertido ante mi mala cara por su broma de mal gusto.
 
«La idea no suena nada mal...»
 
Alto ahí, vaquero.
 
—Pero que gracioso que estás hoy ¿Te comiste un payaso como desayuno?
 
Salimos juntos de los vestuarios. Los otros dos integrantes del equipo fuckboy se fueron antes de que podamos alcanzarlos.
 
—Nah, las narices rojas me caen mal apenas me despierto —sigue el juego—. Aunque el payaso a la naranja es delicioso si lo acompañas con un buen vino, ¿no crees?
 
Ruedo los ojos. ¿Y este se supone que es el no tan idiota del grupo? No lo creo.
 
«Yo soy el menos idiota»
 
Tú te peleas cabeza a cabeza con Christian por la medalla de oro.
 
«Te odio»
 
El sentimiento es mutuo.
 
—Ya en serio, ¿en qué quedaron? —Cruzamos la puerta de la escuela, para pasar a la enorme playa de estacionamiento llena de vehículos—. Porque eso de una media relación no puede durar toda la vida, ¿o sí?
 
Tengo que entrecerrar los ojos por el intenso sol que golpea el lugar. —La quiero mucho. Y ella me quiere a mí —respondo sin darle mucha importancia.
 
—¿Pero...? —Busca la continuación de mi oración.
 
—No hay un pero —confieso—, creo que es cuestión de que uno de los dos se atreva a dar el primer paso.
 
La charla que tuvimos la mañana en el hotel hace unos días me lo confirma. Mi Bambi me dio a entender que quería lo mismo que yo, que estábamos en la misma página en lo que respecta a un nosotros.
 
Un golpe con algo de fuerza en mi nuca por parte de mi amigo me hace verlo enfadado.
 
—¿Y por qué fue eso?
 
—Si no hay un pero, la quieres, te quiere, ¿a qué demonios estás esperando? —Su lado papá oso aparece—. Shawn Mendez no vendrá a hacerlo por ti. —Nos detenemos cuando llegamos a nuestros autos aparcados uno al lado del otro—. Mira, conociendo a Mads, tiene terror. Es una chica decidida, terca y siempre irá por lo que quiere; pero en esta ocasión está pisando terreno desconocido. Dudo mucho de que se atreva a hacer algo sin que tú lo hayas hecho primero.
 
Recopilo todo lo ocurrido en estos últimos meses; la exclusividad, la propuesta en la gasolinera y hasta el primer te quiero empezaron por mí. Claramente es un patrón que me reprocho no haber visto antes.
 
Bambi, mi niña, mi chica, mi todo. Tiene miedo, su guerrera interior está siendo opacada por el pánico que siente.
Me da ternura, en cierto punto. Imaginarme a esa alma de leona siendo un gatito abandonado abajo de la lluvia hace que quiera protegerla de todo mundo.
 
Pero algo ya está decidido: Madison Miller Fox no pasa de esta noche sin convertirse en mi novia.
 
—Gracias, amigo. Ya sé lo que tengo que hacer.
 
 

The Real YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora