Capítulo VIII

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Madison
 
—¡Suéltame!
 
—¡Devuélvelo y te dejo en paz!
 
—¿Quién es?
 
—¡Nadie!
 
—Okey pausa, pausa. —Me siento en el sofá de la sala de juegos agotada.
 
Mi mejor amigo me observa con burla. —¿Ya te cansaste, duende?
 
—Yo no tengo el rendimiento de un jugador de fútbol —respondo tratando de mantener mi corazón dentro del cuerpo.
 
«Creo que esto del reposo por la lesión ya nos está pasando factura»
 
No que lo digas, Natalie me asesinará al ver mi deplorable condición física.
 
—Me di cuenta —contesta con diversión—, solo diste cinco vueltas a la habitación y ya se te están saliendo los pulmones.
 
—Púdrete, Luke —lanzo un cojín en su dirección.
 
Mi puntería es tan buena que le doy en la cara; y sus reflejos están tan bien desarrollados que logra atraparlo antes de que lo golpee.
 
—Muy bien —toma asiento a mi lado—, se supone que me enseñarías cómo demonios es esto del equilibrio químico.
 
Lo observo directamente a los ojos. —No hasta que me digas lo que quiero
saber, Sunshine.
 
—Pues no voy a decirte. —se cruza de brazos devolviéndome la mirada desafiante—. Nada. Ni una sola palabra saldrán de estos labios sellados.
 
«Pasamos al plan B, manos a la obra»
 
¿Sabías que te amo, conciencia?
 
«Lo sé»
 
—Entonces no me digas —volteo el cuerpo hacia la mesita de café—, no puedo
obligarte si no quieres hacerlo.
 
Me hago la desinteresada en el tema y comienzo a hacer mis preciosos ejercicios de química.
Luke intenta igualarme, pero para él esto se semeja a una clase de chino básico; es por eso vino a mi casa luego de la escuela, mañana tenemos un examen muy importante y necesita aprobarlo a como dé lugar.
 
«No te resistas, solecito...»
 
Pasan unos cuantos minutos en donde ninguno emite sonido alguno. El chico que está a mi lado es igual de testarudo que yo, a veces pienso que más; pero nadie puede contra la determinación de Madison Fox.
 
—Bien, tú ganas. —Se rinde soltando el bolígrafo—. Pero quiero que sepas que te detesto con todo mi ser, maldita bruja.
 
«Muy buen trabajo»
 
Me acerco a besar su mejilla de manera cariñosa intentando que se le baje el mal humor.
 
—Yo también te amo mucho, Luke —sonrío en su dirección.
 
Luke Brown es mi mejor amigo, lo conozco desde los once años puesto que nuestras familias tienen algunos negocios en común desde hace algún tiempo.
Siempre fue mi apoyo, él me ayudó cuando yo estaba en mi peor momento; de hecho, es la primera persona con la que pude hablar sobre lo que me ocurrió, luego de la doctora Piterson claro, ella fue quien me animó a contárselo a alguien.
 
Todavía recuerdo el momento en el que le conté, pero más recuerdo lo que él me respondió.
 
~
—Eso no va a volver a pasarte, Madi.
 
—Tú no sabes eso, nadie lo sabe.
 
—Yo lo sé, no voy a dejar que nada malo te pase, ni que nadie te lastime de nuevo.
 
—¿Lo prometes?
 
—Lo prometo, duende.
~
 
Y cumplió hasta donde pudo, me protege desde ese día, haciéndonos inseparables; me atrevería a decir que lo nuestro no es cariño de amigos, es amor de hermanos.
 
Puedo aparentar ser una chica fuerte —que lo soy—, pero también soy en extremo sensible y muy perceptible a comentarios o acciones de los demás. Y eso es algo que Luke sabe, aprendió a leerme solo con la mirada y consolarme con un abrazo.
Con el tiempo, comenzó a hacer pequeños gestos que marcan la diferencia entre amigos y familia, como besarme la frente en un acto protector cada que nos vemos.
 
—¿Señorita Madison? —La voz de Clarisse me saca de mis pensamientos.
 
—Lo siento —sacudo mi cabeza con los ojos cerrados volviendo a la realidad— ¿Qué me dijiste?
 
—Les pregunté si querían que les subiera algo para comer o beber.
 
El imbécil de mi mejor amigo está haciendo todo lo posible para no soltar una carcajada.
 
«Idiota»
 
—Suena bien, si puedes traernos tu famosa limonada con las galletas de mi nana te adoraría —respondo evitando a Luke.
 
Por supuesto que mi mejor amigo tiene que burlarse apenas ella se retira. —Debes dejar de perderte en tus pensamientos, asustas a la gente, duende ¿Qué pasará con mi reputación si me ven con una bailarina que necesita ser internada de urgencia en un psiquiátrico?
 
—Oh, mejor vete al diablo —murmuro frustrada.
 
Comienza a tomar sus apuntes y bolígrafos.
—Claro, pero estabas explicándome el tema  de química...
 
«Ni lo sueñes, solecito. Podremos estar algo chifladas, pero no se nos escapa nada»
 
Obligo a que suelte las cosas que tenía en las manos. De todas formas no tiene ni idea de cómo utilizarlas. —No tan rápido, Sunshine —lo freno—, primero debes decirme quién demonios es la chica de la foto que estabas mirando cual idiota enamorado y no me dejaste ver.
 
—Muy bien, muy bien. La de la foto es... —carraspea incómodo— Teffy. Desde hace tiempo me siento así por ella y no quería contarte nada porque no se llevan muy bien entre ustedes y... Lo siento.
 
Entrecierro los ojos desconfiada mientras leo cada uno de sus gestos y movimientos corporales.
 
«Mentira»
 
Lo sé.
 
—Sí tienes en cuenta de que puedo detectar una mentira a kilómetros, ¿no? —Arqueo una ceja incrédula.
 
«Puedes intentar engañarte a ti mismo, pero no a mí, cariño»
 
—¿Sabes por qué sé que estás intentando mentirme? Porque yo sé quién es la chica misteriosa, lo sé hace tiempo. —Suavizo mi tono de voz considerablemente—. Solo basta con observarte cuando estás cerca de ella. Entiendo por qué lo ocultas, pero por lo que más quieras, no me mientas, no a mí.
 
Se acerca en busca de un abrazo suspirando con resignación.
 
—Es difícil —confiesa en el espacio entre mi hombro y mi cuello.
 
Recuesto el perfil sobre su cabello. —Lo sé, cariño. Pero estoy segura de que vas a poder tener la oportunidad de conquistarla.
 
Nos quedamos unos minutos en la misma posición absorbiendo cada gramo del momento. Este chico es un caramelo de miel cuando se lo propone, o cuando no está siendo una molesta espina en el trasero de las personas a las que rodea.
 
—Te quiero muchísimo, Madi.
 
—Y yo Luke, más de lo que piensas.
 
—Ahora... —se incorpora rompiendo el momento—, luego de ese horroroso análisis tuyo, ¿puedes por favor explicarme el maldito tema de química? No entiendo ni jota y el examen es mañana.
 
Vuelo a mi posición original tomando las cosas de estudio que antes dejamos de lado.
 
—Te pareces demasiado a Sophi —me quejo pensando que ahora podría estar descansando con un libro—: tienen todo el tiempo del mundo para hacer las cosas, pero deciden hacerlas a último minuto
 
Coloca un bolígrafo entre mis dedos con desesperación. —Ajá sí, somos hermanos perdidos, ahora explícame por el amor de Dios.
 
—Muy bien, presta atención —me pongo mis lentes de lectura—, las constantes de equilibrio son Kc y Kp. Kp es igual a Kc...
 
Estamos así al menos dos horas más. A Luke se le complican demasiado las ciencias exactas y por el contrario yo las adoro.
Es la típica relación cincuenta cincuenta; él no estudia nada, y yo soy la cerebrito que lo salva de casi todos los exámenes.
 
Lo mismo ocurre con Sophia, Lexi y Christian, con Amelie pasamos horas a la semana explicándoles tal tema o tal tarea. Por suerte Sam es un poco más aplicado, no tanto como su novia o yo, pero se las ingenia bastante bien.
 
—... se puede usar K para determinar si una reacción está en equilibrio, para calcular las concentraciones en el equilibrio, y para predecir si una reacción favorecerá productos o reactivos. —Cierro el libro de ejercicios y estiro mis huesos hasta hacerlos sonar con los ojos cerrados—. ¿Entendiste? Porque ni de chiste vuelvo a empezar.
 
—Te adoro  —su sonrisa es capaz de iluminar toda la habitación—. ¿Cómo puedo pagártelo?
 
—Llévame el desayuno mañana a la escuela y tienes tu deuda saldada.
 
Recuesto el cuerpo sobre el sofá agotada, la próxima vez tendré que cobrarle la hora, para al menos tener una recompensa por mis excelentes servicios.
 
—¿No quieres ser profesora de química o de cualquier otra asignatura? —niego ante su pregunta con la cara arrugada— ¿Y qué quieres hacer?
 
«Por favor esas preguntas no»
 
Suficiente tengo con no poder dormir en las noches por estar pensando una respuesta a mi futuro. Y de verdad es que no tengo ni la más mínima idea de qué haré con mi vida luego de la secundaria.
 
—Lo más lógico es que siga con el legado familiar, pero no quiero precipitarme.
 
A decir verdad, el hotel es un ambiente que me gusta bastante. Tal vez pueda estudiar alguna carrera como abogacía o administración de empresas y luego ser CEO de la línea Warrior.
 
—Te imagino como empresaria en un futuro —pincha mi costilla—; tienes la cara para las fotos, el carácter para negociar, y la amabilidad para complacer a las personas.
 
Sonrío ante la idea.
 
—Lo mejor es que podré relacionarme pasar horas con mi mejor amigo ya que serás el mejor arquitecto del país.
 
Su ánimo se decae diez niveles casi que al instante. —Si es que me permiten estudiar eso —murmura con la cabeza gacha—, lo más probable es que termine estudiando ingeniería igual que mi padre, y el padre de mi padre, y el padre del padre de mi padre.
 
El enojo se hace presente en mi cuerpo. Si bien los Brown son un amor, tienen la mala costumbre que suelen tener varias familias con trabajos de largas trayectorias: obligan a sus hijos a encargarse en un futuro del legado.
 
—No tienen por qué permitirte o no elegir sobre tú futuro —lo animo—, y si se ponen insistentes podemos escaparnos juntos. Recuerda que somos asquerosamente millonarios.
 
—Gracias, duende. —besa mi frente levantándose—. Tengo que irme, si llego tarde otra vez mi madre va a asesinarme.
 
—¡Si lo hace, dile que yo le digo que lo haga a partir del jueves en la tarde! —le grito cuando ya salió de la habitación—. ¡Mañana tenemos el examen y mi esfuerzo por hacerte entender los temas no va a ser en vano! —bromeo recostándome encima del cómodo sofá.
 
—¡Te odio, Madison Fox!
 
Suelto una estruendosa carcajada al escucharlo hablar.
 
Estiro el cuerpo completo dándome las fuerzas necesarias para levantarme y salir de la sala de juegos. Miro el reloj de mi muñeca cuando estoy al pie de las escaleras del segundo piso, son apenas las 5:30, creo que puedo salir a dar un paseo con Venus un rato.
 
Camino a mi habitación pensando en  cambiarme la ropa. Cada que salimos al lago que hay cerca de casa, terminamos corriendo en algún parque y comiendo helado, y no es muy cómodo hacerlo con un pantalón de jean.
Opto por lo primero que encuentro: un top corto Lounge verde militar con un chándal negro y una campera del mismo color por si me da frío.
 
Me cruzo con mi nana cuando entro a la cocina para tomar una botella de agua del refrigerador.
 
—Ciao, piccola. —Besa mi mejilla.
 
"Hola, pequeña"
 
—Esco a fare una passeggiata con Venus. Puoi dire ai miei genitori quando
arrivano?
 
"Voy a salir a pasear con Venus. ¿Puedes avisar a mis padres cuando lleguen?"
 
—Certo tesoro, vieni a cena?
 
"Claro cariño, ¿llegas a cenar?"
 
—Si, andremo solo a fare una passeggiata intorno al lago. —Tomo las llaves de casa y un poco de dinero por las dudas.
 
"Sí, solo iremos a dar una vuelta al lago"
 
—Abbi cura di te piccola. —Me da su clásica bendición.
 
"Cuídate pequeña"
 
—¡Venus! —Grito tomando su correa de la despensa. A los segundos escucho el sonido de las garras corriendo en mi dirección—. ¿Quieres ir a dar un paseo, hermosa? — ladra en respuesta y le rasco las orejas—. ¿Sí? Vamos entonces. —Abro la puerta y espera a que yo salga.
 
Eso es algo que rescato en ella, desde cachorra la entreno para que siga mis indicaciones; cuando hay personas la llevo con correa por seguridad, pero si estamos solas, suele ir suelta de lo obediente que es.
 
El camino hasta el parque lo hacemos en un trote medio rápido por su emoción con descansos en los que caminamos. Dentro de poco podré volver a bailar y necesitaré tener aunque sea un poco de actividad física en el cuerpo o moriré a los cinco minutos de estar allí.
 
Al llegar estoy lo siguiente de agotada, por lo que decido comprarnos algo que comer sentadas y que pueda regresar mis órganos a su lugar.
 
—Hola, dame un helado de chocolate y uno de frutilla para perros, por favor. —Le pido al chico que está en el lindo quiosco.
 
—Claro. Vivi, ¿me pasas un cono para perros? —Su compañera se apura en dejar lo que estaba haciendo de lado y darle lo que pidió—. Gracias, Vivi. —Me observa con una sonrisa coqueta—. Son cuatro dólares.
 
Le extiendo los billetes y me pasa los helados. Tengo que soltar a la perra ya que sino no podré con todo.
 
—Vamos, Venus. —Tengo que llamarla dos veces puesto que se quedó embobada con un pastor alemán que corría con su pelota.
 
Caminamos hasta una banca solitaria cerca de ahí, solemos sentarnos aquí para relajarnos. A mí en lo personal, me sirve mucho si quiero pensar sin interrupciones.
 
—¡Aquí estará bien! —una voz desconocida altera mi preciada paz—, ¡el terreno es liso y...! Y hay espectadoras guapas.
 
«¿No que sin interrupciones?»
 
La mayor parte del tiempo así lo es.
 
Dejo de hablar conmigo misma y volteo en dirección al ruido. Un grupo de tal vez diez chicos con ropa deportiva y bolsos de entrenamiento se están instalando justo en frente mío.
 
—Hola —el que gritaba se acerca a trote—, me llamo Ben.
 
—Madison —le devuelvo el saludo rogando porque se larguen pronto—. ¿Entrenarán aquí?
 
Por favor no, por favor no, por favor no.
 
Suelta una sensual carcajada. —Sí, disfruta el show.
 
—Claro. —Hago el intento sonar amable.
 
Pero por supuesto que apenas se da media vuelta y camina en dirección a sus compañeros, me levanto lo más rápido que puedo y escapo junto a la princesa.
 
—Vámonos Venus, busquemos un lugar más tranquilo— tomo su correa y se la pongo para caminar a otro lugar.
 
«Sin tanta testosterona, si es posible»
 
Terminamos detrás de un árbol alejado de los demás, al menos aquí no nos van a interrumpir. Comemos nuestros helados medios derretidos acostadas en el pasto, resultó ser una buena idea irnos de ahí.
 
«Gracias, chico desconocido »
 
De un momento a otro, Venus comienza a alterarse, y eso solo significa una cosa... Hay una ardilla cerca.
 
Por alguna estúpida razón siempre las odió, al punto de corretearlas hasta el cansancio para que se alejen.
Cuando era una cachorra todavía, se acercó demasiado a una ardillita bebé y la madre la atacó. Recuerdo que tuvimos que llevarla al veterinario a que le hicieran algunos puntos en el hocico, todavía tiene una pequeña cicatriz blanca.
 
Al día de hoy, si uno de esos tiernos animalitos se encuentra por la zona, tenemos ir hacia el otro lado alejándonos lo más que podamos.
 
—Vamos, gordita. —Por segunda vez me levanto del suelo y le pongo rápido su correa por si se le ocurre salir corriendo detrás del pobre animal.
 
Miro la hora de mi teléfono, apenas son las seis cuarenta y cinco de la tarde, el sol sigue brillando fuerte y el clima es bastante cálido.
Decido ir al lago para que Venus se canse un poco más y que duerma hasta mañana.
 
Al llegar, lo primero que hace al soltarla es correr hacia el agua. Era de esperarse, ama nadar, por eso preferí dejar esto como lo último, es mejor llegar directo a casa y darle un buen baño.
 
Estamos aquí un buen rato, Venus nada cerca de la orilla y yo me siento debajo de un árbol observándola, este lugar siempre me dio una paz infinita. Cada vez que necesito pensar o algo me preocupa vengo a ver el paisaje.
 
Me quedo así hasta que siento algo de frío.
Miro la hora, son casi las ocho de la noche. El tiempo pasa muy rápido cuando se la pasa bien, incluso si estás sola.
 
—¡Venus! —le grito llamándola. Se acerca bastante cansada, eso tiene que bastar para que esté tranquila hasta mañana—. Vamos a casa, gordita —Le acaricio las orejas.
 
—¿Madi? —Escucho la voz de mi padre en la cocina al entrar a mi hermoso hogar.
 
Al instante el aroma a salsa de tomate y carne picada con verduras salteadas invade mis fosas nasales, provocando que me dirija a la cocina casi flotando.
 
—¿Qué hay esta noche? —pregunto luego de besar su hombro a modo de saludo.
 
—La señora Rossi hizo canelones de
ricota.
 
«Te amo, nana»
 
—Ve a cambiarte rápido o me los como todos yo —bromea con una sonrisa.
 
Lo apunto con un dedo. —Atrévete y te mueres.
 
Una vez en el segundo piso, entro a mi habitación encontrándome a Venus sentada en la tina del baño. Ya conoce la rutina, sabe que si se mete al agua, tengo que bañarla al llegar a casa.
 
Tomo un par de sus toallas, y su shampoo mientras dejo el agua corriendo para que se llene hasta la mitad.
Nunca da muchos problemas al bañarse, siempre disfrutó el agua y que le dé masajes por todo el cuerpo con jabón. Eso, y que está muy cansada, no podría poner resistencia aunque lo quisiera.
 
Luego de bañarla, secarla, y perfumarla la dejo libre, por supuesto que salta directo a mi cama y se acuesta como si fuera la reina de todo.
 
—Perra inteligente —murmuro y le doy un beso en su cabeza peluda.
 
Ahora, vamos a comer uno o dos deliciosos platos de pasta casera junto a mis padres.
 

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