Capítulo XLVIII

1.4K 65 0
                                    

Alexander

Despierto con un dolor infernal en la rodilla, joder, Rawson estaba en lo cierto al decirme que las molestias serían infernales los primeros días, y eso que apenas llevamos noventa y seis horas en la tercera fase de la terapia.
En estos momentos, desearía con todo lo que soy uno solo de esos calmantes de porquería. Pero dicho deseo desaparece cuando recuerdo todo lo que provocaron con mis seres queridos.  

Me doy una ducha rápida que me ayude a terminar de colocarme en mis cinco sentidos. Casi no logré pegar un ojo en toda la noche, y cuando por fin lo hice el maldito reloj aturdió mis oídos.

No tengo ni idea de cómo haré para sobrevivir las próximas semanas sin el medicamento, sin embargo, tendré que encontrar una solución próxima o terminará por matarme.
    
«Es más fácil decirlo que hacerlo»

De todas formas tengo que intentar. Oh, y ¿conciencia?

«Dime»

Me propuse disculparme con cada uno de los que herí y... bueno, considero que es buena idea comenzar contigo. Estuve ignorándote durante bastante tiempo, creo que porque en el fondo siempre supe que estabas en lo correcto cuando me regañabas por cada estupidez que cometía.

«Mhm, sigue hablando»

Quiera admitirlo o no, eres una buena conciencia. De alguna forma me soportaste durante dieciocho años y me mantuviese por el buen camino; no me gustaría que me abandonaras gracias a mis malos modales.

«Todavía no terminas de convencerme...»

Pero si... bien. Lo lamento, prometo nunca desobedecer tus pedidos a partir de ahora... Y nunca más apagarte como lo hice antes.

«Bueno, te dejaré en paz solo porque logré que admitieras que soy la mejor conciencia que te pudo haber tocado»

Yo no dije eso, dije que eres buena. Pero si creerte eso te hace feliz, puedes creértelo.

«Ya te disculpé, no lo arruines ahora»

Está bien. Me alegra por fin recuperarte, vocecita irritante.

«Y a mí me alegra volver a molestarte»

Busco en mi armario algo cómodo que ponerme con la tranquilidad de que al menos hice las pases con uno de la lista, solo me faltan como veinte más.

Hoy pienso hablar con los chicos —si es que me lo permiten—, y comenzar a fortalecer mi relación con Madison.
Este tiempo estuvimos intercambiando ciertas palabras por mensaje o en persona si nos cruzábamos en la escuela; nada parecido a la conexión que tuvimos aquel día que desperté de mi faceta de imbécil, y mucho menos a la que acostumbrábamos tener.

Pero entendí que esto es a paso de hormiga, si nos apresuramos y saltamos fases en el proceso, quedarán huecos sin resolver que terminarían por destruir lo poco que queda.
No, esto lo haré bien, porque no estamos hablando de perder un partido cualquiera o de la última rebanada de pastel. En juego está el amor de mi vida, la mujer que me complementa a la perfección, la mujer que quiero no solo como un recuerdo de amor adolescente. Y prefiero morir, a arruinar las cosas con ella.

Bajo las escaleras ignorando el horrible dolor que insiste en seguir atacando mi rodilla. Lo que me molesta es que no es únicamente eso, sé que no; el cuerpo me exige el calmante, se volvió adicto a él y ahora que no consigue ni una sola pizca, hará lo que sea necesario para obtenerlo.

—Buenos días —saludo a mi padre, que bebe café sentado en la isla de la cocina—. ¿Quedó un poco de eso?

Señala con el periódico la máquina responsable de la delicia líquida. —Tienes suerte, tu madre se llevó casi todo lo que había en ese vaso térmico enorme que se compró por Internet. 

The Real YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora