Capítulo XVI

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Alexander

—¿Por qué no te gusta? —pregunta limpiando la mesada de acero inoxidable.
 
—Porque es incómodo y siempre son extremadamente aburridas ¿Nunca fuiste a una?
 
Estoy con Vivi en el parque, para ser más específicos en su puesto de trabajo. Me gusta venir a molestarla aquí luego de la escuela, y el lugar es de verdad muy bonito.
 
—Pues no, señor millonario, nunca tuve el honor de asistir a una de esas elegantes y sofisticadas reuniones —dice intentando imitar el tono de voz de la realeza.
 
—Por eso es que piensas que son divertidas y hermosas, nunca tuviste que estar dos horas haciendo rondas y saludando a personas que ni siquiera conoces por fotografía, pero debes simular que sí. —Termino mi limonada rodando los ojos.
 
Es realmente agotador tener que hacerlo. Recuerdo que cuando era un noño podía salvarme y escabullirme jugar con los otros niños que estabam por ahí, pero ahora todos quieren conocer al primogénito y primer heredero de los restaurantes Baker.
 
Si tan solo pudiera escaparme por cinco minutos de esa estricta vida...
 
—Tendrás que llevarme a alguna para averiguarlo. —Se encoge de hombros—. Tengo que admitir que tu palabra no me da mucha confianza.
 
La próxima sin duda que lo haré, es importante que le quite ese raro pensamiento de la cabeza. Pero a la de esta noche tendré que asistir sin refuerzos, por suerte es solo una comida amistosa y no tardará mucho.
 
—Esta noche vendrán a cenar para conocernos ente nosotros y que los negocios sean agradables —explico observándola sacar una botella de agua del refrigerador—, solo espero que no sea una familia estirada que se la pase presumiendo los logros comprados de sus hijos. Mi madre dijo que eran de la escuela pero no tengo ni idea quién. —Al escuchar eso prácticamente me escupe toda el agua en la cara—. Creo que te confundiste de lado, debes tragar el líquido, no expulsarlo hacia afuera, Viviana.
 
—Lo siento —intenta hablar mientras tose—, yo... Espera un segundo. —Teclea algo a la velocidad de la luz en su teléfono antes de volver a prestarme atención—. Ahora sí. Si te soy sincera, no creo que se comporten como unas perras. Ni Madison, ni Teffy, ni ese chico de ajedrez que se la pasa presumiendo sus camisas —comenta volviendo a limpiar con un trapo las gotas de agua que cayeron a la mesada y dándome algo con que secarme el resto—. Habrán varias personas allí, no imagino que sean tan tontos como para arriesgar un importante negocio de sus padres.
 
A decir verdad tiene sentido lo que dice. Aunque la segunda es capaz de arruinar la noche, Madison al menos es un poco más inteligente y sabe cómo ocultarse bien.
 
—Cuando hablé en persona con Madison por primera vez fue muy linda —desenfoco la mirada—, parecía una chica real, ¿sabes? Se me hizo muy...
 
—¿Muy qué? —Percibo pequeños hilos de enfado en su voz.
 
—Muy pura —simplifico mientras me pierdo en mis recuerdos.
 
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—Es muy cruel que digas eso Alexander— finge tristeza.
 
—Te estamos incluyendo a nuestro grupo y así nos tratas, ¿qué le pasa a la juventud hoy en día?— acota Samuel.
 
—Madison casi se rompe el cuello para traerte ese delicioso desayuno, casi se mata por segunda vez en el día. Aprecia lo que hizo por tí— escucho una risa proveniente de ella por lo bajo.
 
—Con el tiempo te acostumbras a nuestras idioteces, tranquilo— me pasa un café y una dona mientras me mira directo a los ojos. No ayuda con mi pequeño problema de abajo.
~
 
—¿Alexander? —Viviana me saca de mis pensamientos. Suspira al darse cuenta de que no escuché nada de lo que decía—. Solo... Aprende a separar a la verdadera Madison de la falsa, es fácil caer y no poder diferenciarlas. Lo sé experiencias propias, mis... mis padres sufrieron mucho por su familia —baja la mirada—, no me gusta hablar de eso, lo siento. —Logra zanjar el tema con disimulo.
 
Me interesa saber demasiado qué es lo que pasó y cómo una adolescente de diecisiete años puede perjudicar a dos personas adultas y a su hija, pero tendré que quedarme con las ganas de preguntarle.
 
Pienso en cambiar de tema rápidamente. —Mejor cuéntame hace cuánto tiempo trabajas aquí.
 
—Año y medio, tal vez un poco más. Se necesita personal por si tus padres deciden algún día bloquearte las tarjetas —bromea eliminando la tensión que quedó en el ambiente—. La paga aquí no es la mejor del mundo, pero me alcanza para comprarme mis cosas. Y las propinas suelen ser generosas si sonríes mucho.
 
Se aleja a atender a una pareja que le compra dos helados.
 
La observo pensando en lo misteriosa que es esta chicha. Lo único que sé de su familia es que su padre murió hace unos años, y que su madre se la llevó a vivir muy lejos cuando sucedió, solo son ellas dos contra el mundo. No sé cómo es que se llama, pero es enfermera en el Hospital Privado de Los Ángeles, Viviana se la pasa alardeando sobre que es una de las mejores allí.
 
—Bueno, fue un placer venir a molestarte, pero ya tengo que irme. Mi hermanita está sola en casa y si la incendia mi madre me cortará el cuello —sonrío levantándome del taburete—. Nos vemos en la escuela el lunes.
 
Tomo mi teléfono, mis llaves y mi mochila y me dirijo a mi auto. Volteo recordando algo. —¡Prometo contarte cada detalle de lo que pase esta noche, Viviana! —Le lanzo un beso caminando de espaldas que simula atrapar y guardar en su bolsillo.
 
Llego a mi casa unos minutos después, apenas entro escucho la voz de mi madre en la oficina que comparte con mi padre, se supone que estaría en la oficina.
 
—No quiero —entro al despacho y veo a mi hermana menor de espaldas a mí con los brazos cruzados—, quiero ir contigo.
 
—Evie... —Hay cierta tristeza en los ojos de mi mamá. Por lo que puedo ver está repleta de trabajo, y ella odia cuando este se interpone entre nosotros y aunque intenta que no pase, a veces es inevitable—. Si me das media hora puedo intentar terminar esto rápido y llevarte al centro comercial.
 
Carraspeo apoyado en el marco de la puerta llamando su atención. Sea lo que sea puedo ayudar a mamá si eso significa sacarle un peso de encima.
Esta mañana en el desayuno estaban hablando sobre tener que ir a buscar su vestido de esta noche, así que tal vez están hablando de ello.
 
—Yo puedo llevarte si quieres—me encojo de hombros—, de todas formas tengo que ir a comprar una camisa nueva, y podemos buscarte algo para ti también —me agacho a su altura— comeríamos helado de chocolate y con muchas chispas —sonrío intentando convencerla—. ¿Quieres? —La sonrisa se me ensancha al verla asentir entusiasmada—. Muy bien, entonces ve a cambiarte y nos vamos.
 
Sus brazos rodean mi cuello antes de irse corriendo hacia las escaleras.
 
—Gracias, Alex. —Me levanto y volteo hacia mi madre—. Tengo muchas cosas por hacer todavía para esta noche y...
 
—Tranquila —la interrumpo—, todo saldrá perfecto, mamá.
 
Me pongo detrás de su silla y le hago un pequeño masaje en los hombros. Vaya que tiene tensionados los músculos.
Desde el día de la familia que está como loca organizando un millón de cosas al mismo tiempo que no le dan el minuto que necesita para ella misma.
 
Sin duda luego de esta cena se sentirá mucho más relajada, y no veo la hora de que el momento llegue.
 
—Respecto a eso... necesito pedirte algo —se escucha a lo lejos la puerta principal abrirse y cerrarse—, sé que este tipo de fiestas no te agradan y desearías estar en cualquier otro lugar que no sea este, pero de verdad deseo que todo salga bien. ¿Crees que puedes simular estar contento solo por esta noche?
 
Asiento en un suspiro. Si mis padres creen que esto es muy importante, lo que menos quiero es arruinarlo. La abrazo por detrás sintiendo su fragancia a perfume caro.
 
Mi hermanita entra a la oficina con su bolso de entrenamiento colgado en el hombro y una botella de agua en la mano.
 
Me acerco a saludarla, y al besar su cabello siento que la luz me lleva al otro mundo. —Hueles a muerte, enana.
 
«Creo que estoy viendo doble ahora»
 
—Hola a ti también, Alexander —gruñe con los ojos entrecerrados —Natalie nos hizo correr alrededor de la manzana por veinte minutos seguidos. En unos días nos darán clases de acrodanza y quiere fortalecer nuestros músculos para no partirnos un hueso en el intento.
 
Mamá murmura lo divertido que eso parece ser viendo algo en su celular que pareciera ser un mensaje del mismísimo presidente por la atención que le presta. Al preguntarle sobre el vestido, la cara de loca número dos palidece como nunca lo ha hecho.
 
—Lo olvidé. —Ríe incómoda, y suspira al ver la ceja arqueada de mamá—. Lo siento, pero con la escuela y la Academia se me pasó por completo el tema de esta noche. ¿Crees que Ricardo o tú puedan llevarme al centro comercial?
 
—Yo iré con Evie, puedes venir si quieres —me encojo de hombros—, pero date una ducha rápida antes porque ni de chiste pondrás un pie en mi auto con ese asqueroso hedor.
 
Besa mi mejilla antes de correr hacia arriba a hacer lo que le pedí.
 
—Al parecer hoy estoy salvándote de todas, me debes una grande, mamá —sonrío divertido—. Voy a ducharme y luego llevo a las locas de compras.
 
—¡Intenta no perderlas! —medio grita cuando ya estoy a la mitad de las escaleras—, ¡tenemos la cena y no pueden faltar dos integrantes de la familia!
 
¿Ya entienden por qué digo que las mujeres de esta casa están locas?
 
Entro a mi habitación quitándome la camiseta y mi pantalón, si no salgo de aquí en diez minutos las chicas derribarán mi puerta a patadas. Enjabono mi cuerpo y lavo mi cabello en tiempo récord, tengo que apurarme, por lo que dejo este último al natural con una crema hidratante que promete dejarlo brillante.
 
Busco en mi armario algo con que vestirme, y de paso veo qué es lo que me falta para esta noche. Una camisa y un cinturón nuevo no vendrían mal.
 
Al bajar veo a mis dos hermanitas en la cocina tomando jugo. Loca número tres me entrega las llaves y mi cartera al ver que ya estoy listo, es que a Evie le encantan estas salidas entre hermanos.
 
—¡Yo voy adelante!
 
—Sabes que no tienes edad todavía, pequeñuela. —Allison sacude su cabello abriendo la puerta del copiloto divertida—. Además, yo soy mayor que tú. Artículo tres de las Leyes Internacionales de la Convivencia entre Hermanos —carraspea y lee un libro imaginario—: en la pirámide del poder, mientras más mayor eres, más arriba estarás. Y te informo, linda hermanita, que tú estás hasta abajo de nuestra pirámide —sonríe con burla. Si no te gusta puedes ir a quejarte a Hermanolandia—. Cambia la música rápidamente.
 
Trato de contener la risa por todos los medios. En especial cuando pregunta si luego del centro comercial podemos ir, y a la mitad se da cuenta de la ridiculez que su hermana le dijo.
 
—Yo soy el mayor aquí, así que cállense ya —intervengo girando a la izquierda—, y ya ponte el cinturón, Evie. Ya la pusiste de malas —le susurro a la copiloto—, la soportarás tú y más te vale que lo hagas o las dejo a ambas ahí. Buscaré dos niñas parecidas a ustedes, solo que menos fastidiosas, no se darán cuenta y mamá me lo agradecerá.
 
—¿Falta mucho?
 
—Cinco minutos más y llegamos —le sonrío por el retrovisor, pero esta se esfuma cuando la veo—, te dije que te pusieras el cinturón.
 
Me le quedo viendo atento a no estamparme con nada en el camino. La muy listilla hace como que se lo va a colocar, pero luego lo suelta.
 
«Nosotros también somos inteligentes»
 
Freno el auto en un costado de la calle con las luces de emergencia y volteo mi cuerpo.
 
—No nos movemos hasta que te lo pongas, Evie. Y si no lo haces en cinco segundos llamaré a mamá para que Ricardo te venga a buscar.
 
Allison suspira evitando la carcajada y yo también lo hago, no sabemos mantenernos serios en estos momentos. Nuestra hermanita por fin se coloca el bendito cinturón de seguridad a las malas, y seguir camino.
Luego de cinco minutos contados a reloj por loca número tres estamos en el centro comercial.
 
Decidimos que primero buscaremos lo mío, luego lo de Allie y luego lo tuyo Evie. Esta última se queja volviendo al tema de las Leyes Internacionales de la Convivencia entre Hermanos, pero en realidad es porque si ella vas de primera se aburrirás y molestará todo el tiempo con irse a casa. Junto con loca número dos logramos convencerla de que así será más divertido porque tendrá mayor cantidad de emoción y podrá pensar mejor en qué querrá ponerse puesto que va a ver en varias tiendas antes de elegir.
 
—Yo quiero un vestido rosa —dice cuando subimos a un ascensor conmigo tomándola en brazos—, con una tiara y flores, y brillo, lo que sea que sea como el atuendo de una princesa. —Se retuerce para soltarse cuando entramos a la tienda de Saint Lauren—. Hola, señor, mi hermano quiere ropa que enamore a las chicas.
 
Le habla a un hombre de traje elegante que no tiene ninguna pinta de trabajar aquí. Este se voltea confundido, baja la vista hasta la altura de mi hermanita y sonríe cuando la ve.
 
—Pero si son los hermanos Baker —trae una sonrisa de oreja a oreja—, soy Baudilio, pero pueden llamarme Bau. —Creo que en nuestras caras hay un enorme signo de interrogación en rojo, porque suelta una risa ronca—. Alguien como yo debe saber todo de todos en todo momento. Además es imposible no reconocer a los hijos de Luz Johnson y Thomas Baker. Ahora dime, ¿A qué chica quieres enamorar, Alexander? —Camina hasta el sector de ropa masculina con nosotros detrás. —Intento responderle que esta noche tenemos una cena de negocios y no quiero seducir a nadie, pero me interrumpe poniendo la mano en frente de mi cara—. Ya visualicé el look perfecto para la ocasión —toma mi brazo y me da vueltas examinando mi cuerpo—, solo déjame ver qué talle eres... Listo, espera en un vestidor.
 
Mientras yo soy escoltado por Baudilio hacia los probadores, a Allison y a Evie las acompaña una chica morena de unos treinta años llamada Franchesca a la sección de ropa infantil y juvenil. Tal vez encontremos todo lo que necesitamos de una sola vez y podamos volver a casa a ayudar con lo que se necesite.
 
Todo aquí dentro es extra elegante, con el rojo y dorado parece que nos transportamos a un castillo del siglo catorce lleno te terciopelo y oro. No me lo creo, no solo hay como veinte tipos de aguas diferentes, sino que también hay champagne en copas ¿Me permitirán vivir aquí?
 
«No lo creo, pero de igual manera podemos intentarlo»
 
Minutos después el anciano amigable llega a donde estoy, y como no cerré la cortina puedo verlo por el espejo detrás mío con ropa perfectamente doblada y un par de tenis en las manos simulando ser una bandeja.
 
—Te traje tu ropa, estoy seguro de que este es el conjunto ideal para ti, podrás enamorar a las chicas que tú quieras. —Sube y baja las cejas divertido.
 
—Gracias Bau, aunque no intento enamorar a nadie. —Cierro la cortina y me pruebo lo que escogió, se trata de una camisa con un saco y pantalón a juego de color azul marino, además de las zapatillas que le dan un aire informal. En cuestión de segundos me acomodo los puños del saco azul marino y salgo del probador—. ¿Cómo me veo?

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