Capítulo XIV

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Alexander
 
Allison toca la puerta de mi habitación. —¿Estás vivo?
 
—Pasa, enana. —Me asusto cuando se asoma con una sonrisita pícara—. ¿Acaso el espíritu de Chucky te poseyó y vienes a matarme como lo hiciste con el resto de nuestra familia?
 
Pone una mueca, pero opta por ignorar mi burla. Igual me mantengo alerta por cualquier cosa, todavía no sé cuándo accederán a hacer los exámenes de sangre y pueden volverse perros rabiosos cuando menos de lo esperes.
 
—¿Ya estás listo? Son las... —observa el reloj de mi escritorio— las cuatro treinta.
 
Intento descifrar qué quiere decirme. Aunque intente recordar alguna salida que tengamos pendiente o un favor que no fue saldado, no hay nada.
 
Por su cara diría que de verdad viene a asesinarme.
 
—Alexander —se exaspera—, es el día de la familia, hay una celebración en la escuela. ¿Qué acaso no te diste cuenta de la decoración del campo y las paredes?
 
Vuelvo a observar mi celular despreocupado. —No creí que fuera obligatorio asistir.
 
—Pues no lo es —se sienta en mi cama—, pero esta sería nuestra primera actividad como familia desde que llegamos a Los Ángeles.
 
Pone esta carita de perro recién arrollado que...
 
«No la mires a los ojos y todo estará bien»
 
Es complicado, de verdad se puede sentir como un imán atrayéndote a que caigas en su maldita trampa.
 
Sigue hablando con la cabeza gacha. —Siento que no hemos podido compartir tanto como solíamos hacerlo en New York.
 
«¿Tú escuchas algo? Porque yo no»
 
No hay nada, solo silencio absoluto...
 
—¿Podrías hacerlo por mí? Por favor, Alex.
 
«Aguanta. Eres fuerte, eres el hermano mayor, tienes más poder que ella por orden geriátrico»
 
—En cinco minutos estoy abajo —murmuro resignado—, niña manipuladora.
 
La sonrisa que invade su rostro vale cualquier fiesta a la que quiera ir. —¡Gracias! No sabes cuánto te adoro. —Se me lanza a abrazarme por el cuello con fuerza—. Si te sirve de consuelo, todos mis amigos dijeron que es por lejos la mejor celebración del año, incluso mejor que el baile de graduación. También hay una fiesta no tan responsable con alcohol luego, pero es para chicos de dieciséis en adelante. —Hace un puchero—. Disfrútala por mí.
 
Que ni lo sueñe, iré a la celebración solo porque puso esos ojos de perro atropellado sabiendo que es mi punto de debilidad, pero no pienso asistir a nada luego de eso. Suficiente tengo con salir de casa un domingo por la tarde cuando puedo quedarme haciendo cualquier otra cosa.
 
Loca número dos camina hacia la puerta diciendo que me apure ya que no quiere llegar tarde, luego sale de mi habitación tarareando animada una canción.
 
Allison me odiará por esto, pero primero  tomaré una ducha rápida. Está bien que no quiera ir a la ridícula organización en el jardín de la escuela, pero no llegaré oliendo a muerte.
 
Ahora que lo pienso... ¿Día de la familia? Solo el nombre es ridículo, y juntarse en la escuela a jugar juegos de mesa por eso aún más. Deberían simplemente darnos el día libre y que celebremos como se nos dé la reverenda gana.
 
O tal vez mi mala predisposición sea por la organizadora, no lo sé.
 
Cierro la llave del agua y me dirijo a mi armario con una toalla enroscada en la cintura.
 
¿Qué diablos me pongo?
 
«Lo primero que encuentres»
 
Respuesta correcta, conciencia, gracias.
 
«A tu servicio, socio»
 
¿Estoy hablando conmigo mismo? Dios, la locura de esta casa es contagiosa.
 
Termino eligiendo una camiseta básica negra, un pantalón de jean y tenis del mismo color, con una chaqueta de jean celeste para romper un poco con la monocromía.
 
«Oye, nos vemos geniales»
 
—Por fin bajas, ¿acaso fuiste al armario que tienes en Narnia a buscar esa ropa? —pregunta mi hermana sentada en el sofá del recibidor.
 
—Casi, fui al de Camelot, en Narnia mi ropa está para lavar —La despeino un poco solo para molestarla—. Relájate, no creo que te vayas a perder de mucho.
 
Ignora mi comentario y amina hacia la puerta simulando ser un oficial de tráfico, solo le falta el chaleco fluorescentes y el silbato en la boca. —Papá tú conduces, todos al auto, no quiero que ninguno se quede aquí.
 
—De verdad que está emocionada por esto —hablo con mi madre camino al auto de Thomas.
 
—Creo que en el fondo se siente algo culpable por hacer que nos mudáramos a la otra punta del país.
 
Eso me hace pensar. La verdad tiene lógica, tal vez teme que nos arrepintamos de vivir en Los Ángeles y queramos volver a New York si no disfrutamos estar aquí.
 
Lo que ella no sabe es que fue la mejor decisión para todos; mis padres están teniendo muchísimas oportunidades en el trabajo, ella está haciendo lo que más adora en el mundo en una institución increíble, y yo conseguí encajar en un lugar con amigos que de verdad me aprecian, incluso Evie se siente más cómoda aquí.
 
Deberíamos agradecerle por que nos impulsara a hacer esta locura.
 
Supongo entonces que este deberá ser el mejor día de la familia en el universo entero.
 
En el camino gracias al cielo no escuchamos One Direction porque Allison estaba sentada detrás conmigo. Nos la pasamos hablado de cualquier idiotez y burlándonos de mamá, que pensó que debía venirse vestida en tacones.
 
—Hola, ¿Cuántas entradas quieren? —Una chica sentada detrás una mesa en la entrada de la escuela nos recibe—. Son dos dólares por persona.
 
—Hola, Clau —le sonríe mi hermana— Cinco, por favor.
 
Me acerco hasta su oído por detrás. —Mi hermanita tiene amigas, que tierna.
 
En respuesta a mis burlas pone su mano en mi cara y la empuja hacia atrás con algo de brutalidad.
 
«Cuidado, tengo piel sensible»
 
Esa tal Clau le extiende cinco de esas pulseras de papel que no puedes romper ni con una motosierra y nos desea una agradable tarde noche en familia. También nos avisa que al final habrá una pequeña sorpresa, por lo que lo mejor será quedarnos.
 
—Alex —Evie tira de mi camiseta—, ¿me ayudas a ponérmela?
 
Me entrega la suya y se la coloco en la muñeca derecha. Caminamos dentro siguiendo los carteles en las paredes que nos guían hacia el gimnasio, lo que parece ser la habitación principal aquí.
 
Al entrar, me doy cuenta de que esta no puede ser la escuela a la que asisto cada día, se parece una feria de diversiones. Hay stands de juegos alineados en varias filas, una banda que ambienta el lugar, y millones de luces de colores que de dan calidez, incluso en el alto techo que no entiendo cómo es que llegaron hasta allí.
 
Mi madre toma algo de una mesa. —Tienen un mapa con las actividades.
 
«Wow, no creí que fuera así»
 
Me imaginaba algo no tan producido como esto, se puede notar que los alumnos de la escuela entera apoyaron en la causa.
 
Loca número tres tira de mi brazo y el de Allison. —¡Vayamos a los juegos! Quiero uno de esos unicornios rosas.
 
Quedamos en separarnos de nuestros padres y encontrarnos en el jardín —donde hay unos malditos food truks— en más o menos una hora.
Papá bromea pidiendo que cuide que ninguna de las dos desquiciadas se rompan un hueso, especialmente su hija menor.
 
Tira de mí con más insistencia, obligándome a caminar en dirección al bendito peluche rosa chicle.
 
—Vamos, niña.
 
Cuando caminas entre los stand pareciera que de verdad estás en una feria.  ¿De dónde diablos sacarán tanto dinero para hacer esto? Porque esto no está ni cerca de salir dos dólares con cincuenta centavos, y tampoco sé cómo es que lograron armarlo en... ¿dos días? Según mis cuentas así es, y tienen tan solo el lunes para desmontarlo.
 
—¿Impresionante, verdad? —Una voz muy distinta a la de mis hermanas habla a mi lado.
 
Es Sammi. Hacemos nuestro saludo, porque sí, el Equipo Playboy tiene un saludo especial diseñado por Chris y Luke. Lo hicieron mientras hacía las hamburguesas el sábado en casa del castaño y la verdad es que es divertido.
 
—Hola, chicas. —Saluda a mis hermanas, y centra la vista en la mayor de ellas—. Hay una competencia de baile por allí. Deberías asistir, Allison, la pequeña Madi se encargó de anotarte en la lista.
 
Me tenso de inmediato ¿Qué querrá lograr con eso? De igual manera, estoy casi cien por ciento seguro de que ganará. El uno por ciento que no lo cree es en el caso que no quiera participar.
 
—Oh genial —loca número dos le sonríe—, hace tiempo no la veo. ¿Sabes por qué renunció como profesora ayudante?
 
«Yo sí »
 
Yo también.
 
Nos movemos del centro del pasillo así no molestamos a nadie que intente pasar, pero sigo estando atento de Evie, que juega a arrojar balones a un cesto de basura que se cierra y se abre.
 
—Se está involucrando en la empresa familiar. Los Miller Fox son dueños de los hoteles Warrior
 
Mi mandíbula se fue al suelo y volvió a su lugar al oír hablar a mi amigo. Creo haberme hospedado alguna vez en esa enorme línea hotelera de talla mundial; es una de las más poderosas en el mercado y tiene como primera heredera a una malcriada. Dios proteja a esos pobres trabajadores y a sus empleos.
 
La pelirroja llega con el teléfono en la mano escribiendo a toda velocidad. —Corazón, te necesito en el campo, hay una luz que se volvió a apagar y.... Hola, Alex. —Se la nota cansada, supongo que este trabajo fue difícil de llevar así que elogio lo bien que les quedó—. Gracias, Mads y yo perdimos la mitad del cabello, y nuestro sistema digestivo se fue al demonio por tanta comida chatarra y café, pero valió la pena
—Observa a su novio—. De verdad te necesito, Madison desapareció, me estoy poniendo nerviosa, y no tengo una botella de agua y una silla cerca.
 
«¿Cómo que una silla...? Mejor no pregunto»
 
Sammi accede a sus súplica y se van juntos luego de despedirse ambos.
Cuando quiero volver a ver a Evie, resulta que ya no está. Me metí en problemas. Gracias al cielo la tonta se había ido al stand continuo, y veía a unos chicos jugar esperando su turno.
 
Camino en su dirección, y al percatarse de nuestra presencia vuelve a tirar de nuestros brazos viendo no sé qué cosa.
 
—Tranquila, niña. Arrastrarnos como muñecas de trapo no va a hacer que llegues más rápido, solo dislocarás nuestros huesos.
 
Estamos los siguientes treinta minutos yendo de puesto en puesto compitiendo entre los tres.
Cuando se nos hizo la hora de ir a comer con mamá y papá decidimos hacer una carrera, y el que llegaba más rápido se quedaba con la mejor hamburguesa.
 
«Son todas iguales»
 
¿Y? El punto no es la comida, sino que declararse con más derechos que las otras dos desquiciadas.
 
Al final yo llegué primero, Evie segunda, y Allison de tercera. Pero se la pasaron discutiendo porque ambas hicieron trampa y no se ponían de acuerdo en quién sería declarada como la gran perdedora.
 
—Niñas, igual saben que yo fui el que
ganó —alardeo buscando entre las mesas a alguno de nuestros padres—, yo obtendré la mejor hamburguesa que haya.
 
La enana palmea mi hombro. —Y como un extra vas a pagarnos las nuestras.
 
«¿Eh?»
 
—Y me vas a dar todos los peluches que ganaste.
 
«¡El elefante rosa no!»
 
No permitiré que secuestre a Rico, tranquilo.
 
«Más te vale que lo protejas con tu vida»
 
—El amor de tus bellas hermanas es la mejor recompensa que puedes llegar a tener.
 
—¿Y lo de bellas? —murmuro entre dientes.
 
Y mi mala suerte es tanta, que la mayor logró escucharme. Si en casa no me había asesinado, ahora de seguro que mi pobre corazón dejará de bombear sangre a mi cuerpo.
 
Hora de correr por nuestras vidas. Por suerte logro seguir vivo al llegar con mamá. Está sentada en una de las mesas con cinco bandejas de comidas.
 
—¡Tu hija mayor quiere asesinarme! —grito apenas me siento en frente de la mejor hamburguesa dejando a Rico a mi lado.
 
La posible criminal me saca la lengua de manera infantil. —Tu hijo es un llorón.
 
—Intenten dejar las armas para luego y siéntense a comer, su papá está hablando con el socio que encontraron —dice ayudando a Evie a ponerle aderezo al pan—, de seguro hagamos una cena en casa a modo de celebración.
 
La observo con ojos de sufriendo. Esas cenas siempre vienen atadas a algo que detesto con mi vida: vestirme elegante.
 
—Puedes estar tranquilo, Alex —explica mamá—. No es necesario un traje, pero intenta no recibirlos con trapos.
 
«Bueno, pues eso suena mejor»
 
Habrá que poner fuerza de voluntad y sonreír.
 

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