Capítulo XLIII

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Madison

Termino de dirigir a los empleados cargados de cajas. El espíritu navideño ya se siente en el aire, y Amelie organiza todos los años una fiesta de fin de año para la escuela en el Hotel.
Se convirtió en una tradición desde que el gimnasio se inundó y tuvimos que improvisar con lo que teníamos.

—La cantidad exorbitante de muérdago ya fue encargada —le informo a la pelirroja, que no logra verme gracias a el montón de muestras de pastel que tiene enfrente—. ¿Quieres decirme por qué torturas de esta forma a mi chef en jefe?

—No es molestia, Madi —Éste rodea el mesón de madera para abrazarme de lado—. Siempre digo que una fiesta no es digna de ser recordada si el pastel no es bueno, y si la carne no está en su punto perfecto.

Ruedo los ojos entendiendo por qué en estos días mi suegro y mi mejor amiga se llevaron tan bien, son igual de amantes de las fiestas. 

¿Recuerdan a la niña que nos ayudó el día de la familia, Olivia? Pues tuvimos que contactarnos con ella y pedirle que sea la mano derecha de Mel, puesto que yo estoy que hago malabares con la demanda, Rebecah, la prensa, la empresa, y la muestra de la Academia.
Estoy y ayudo en lo que puedo, pero el personal del hotel ya sabe que las chicas están a cargo.

—¿Qué crees que es mejor, Madison? Hay chocolate, chocolate doble, chocolate con salsa de chocolate, y chocolate blanco con doble salsa de chocolate amargo. —Los ojos verdes de mi amiga me observan con intensidad, y yo ni siquiera sé qué diablos responder—. Pensaba en chocolate con salsa de chocolate, pero demasiado chocolate produciría que la fuente de chocolate se vea opacada. Por eso tal vez sea mejor el chocolate blanco que acompaña a las tartas de chocolate con café bañadas en chocolate.

«Esos fueron muchos chocolates para una sola oración»

Ni que lo digas.

Por si me olvidé de mencionarles, la temática de este año es de Willy Wonka. Los colores principales son el violeta, marrón, rosa, dorado, y rojo.

Como podrán ver, no nos gusta hacerlo de la forma fácil. Siempre tiene que haber más de lo que los invitados se esperarían, y también más de lo que yo puedo aguantar.

—Ni idea, Amelie. —Busco desesperada a la víctima con la mirada hasta encontrarla—. Estoy un poco fuera de tono con todo esto, pero puedes preguntarle a tu compañera. Siento que Liv es experta en combinación de chocolates.

Se va contentísima gritando cantidad de cosas sin sentido en dirección a la pobre niña. Le deseo la mayor de las suertes, no es sencillo aguantar el carácter de un Jones cuando están bajo presión.

Río junto a Thomas cuando la lleva a rastras a ver las telas con luces que encargó para el techo.

—Tu amiga es muy... —busca la palabra adecuada— simpática. Se parece a ti.

Lo observo indignad. ¿Acaba de decirme cabra loca?

«Pues... muy equivocado no está»

Cállate.

—No me mires así ¿Recuerdas cómo fue la última cena de negocios que hubo en el restaurante? —inquiere acusatorio—. Me perseguiste con la lista de alimentos a los que el presidente de Canadá era alérgico durante una semana entera.

—En mi defensa, es el presidente de Canadá. No podía salir en los periódicos que Madison Miller Fox y Thomas Baker lo enviaron al hospital porque le dieron azúcar procesada para endulzar su taza de café.

Roba dos cucharas del mesón y dos platos de pastel. —Ya no recuerdo cuántos chocolates hay aquí, pero puedo ofrecerte un poco de lo que sea esto.

Acepto uno de los utensilios luego de sentarme sobre la enorme madera. Nada como un buen descanso entre la tempestad. Y esta cosa está de verdad deliciosa, y eso que no sé qué es lo que tiene.

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