Madison
Mis días en estas últimas dos semana han transcurrido bastante tranquilos, las cosas con Lex y el grupo poco a poco vuelven a la normalidad, en la escuela no ocurrieron grandes acontecimientos, y en la Academia vamos avanzando con los videos coreográficos. Hace unos días grabamos el grupal en una fábrica, y decir que quedó increíble es poco.
Al final Raúl decidió seguir mi consejo, dos días después de mi visita a su puerta se escapó a la casa de un primo en Ohio. Aunque la travesía no le duró mucho ya que fue encontrado al poco tiempo comprando cigarrillos en una gasolinera perdida en la carretera.
Y con el otro pequeño asunto, el que incluye a un bichito que habita en la cabeza de los niños, pues... mejor véanlo por ustedes mismos.
—Cinco palabras, un... no, la... ¿La? Muy bien, segunda... princesa, hermosa, preciosa, bella, ¡Más rápido Evie! Más, con... y, y... ¿un vampiro? Monstruo, horrendo, colmillos, gruñe, ¡La bella y la bestia!
—¡Sí! —Su hermanita salta sobre él.
—Con la espectacular mímica de la pequeño monstruo, el equipo Delfines Poderosos se atribuyen diez puntos, empatando el tablero. —Allie anota en el cuaderno el puntaje de nuestros rivales.
—Pero es el turno de las Princesas Guerreras, prepárense para morder el
polvo, perdedores. —Me levanto del suelo y tomo del pequeño canasto un papelito con el nombre de la película que debo recrear.
—¿Están listas...? —Alex toma el cronómetro sobre la mes —. ¡Ahora!
—Bien, concéntrate en mí. Una palabra, un mono, no, un orangután, un gorila, un... ¿un bebé? Gorila atrapa bebé, no, lo... ¿Qué se supone que es eso? Gorila, liana, gorila humano, golpe, arma, ¡Tarzán!
—¡Sí! —Chillamos al mismo tiempo haciendo nuestro baile de la victoria y dando saltitos sobre la alfombra—. Toma eso, Piojo tonto.
Bufa derrotado. —Suman cinco puntos, quedando como ganadoras, las Princesas Guerreras.
—¿Cuál será nuestro premio? —volvemos a sentarnos en el sofá de la casa Baker—. A mí se me ocurren algunas ideas —murmuro sobre el oído de Alexander logrando que solo él pueda oírme—, pero esas son para después.
Siempre digo que no hay nada como un buen oral, y los de él son... Dios, si fuera por mí ya lo tendría esposado a los barrotes de la cama y follar hasta que nos cansemos.
—¡Helado! —dice la menor con los brazos elevados, olvidando que ella es del equipo perdedor, junto a su hermano.
Decidimos —y con decidimos me refiero a solo nosotras—, que Evie Baker es transferida al equipo de las Princesas Guerreras por un asunto administrativo. Luego hacemos una votación en donde gana que Alex nos lleve el parque a comer helado, y que él pague por ser el único perdedor.
—La vida no es justa, Piojito, ahora arriba. —Mis labios se posan rápido sobre su comisura derecha antes de levantarme de mi lugar.
Vamos caminando hasta el parque. ¿Se acuerdan de ese al que suelo ir con Venus?, pues resulta queda cerca de ambas casas y desde aquí se puede ir a pie sin ningún problema.
Mientras Alex cruza la calle hasta la heladería artesanal de enfrente, yo me quedo con las chicas sentadas bajo un enorme árbol. La menor de las Baker se aburre de esperar por lo que pide ir a los juegos de unos metros y corre dando saltitos sabiendo que no se puede alejar demasiado, de todas formas estoy pendiente de ella, pero nunca se sabe.
—Obtuve el solo en la muestra final de la Academia —murmura Allison algo apenada.
Volteo a ella con una sonrisa enorme. —¡Lo sabía!, te dije que ese número tenía tu nombre asegurado en mayúsculas bien grande. Ahora me debes cincuenta dólares, cariño. —Pincho sus costillas divertida.
En este último tiempo con Allison desarrollamos una relación muy bonita, en tan solo un mes conseguimos una confianza que algunas amistades de años no llegan a tener. Siento que es como mi hermanita menor, ella e Evie se ganaron una buena porción de mi corazón.
—Puedes a ir a casa a usar el pequeño estudio a practicar cuando quieras, podemos bailar juntas si quieres.
—¿No quieres casarte conmigo, Madison Fox? —exagera sus movimientos y habla sonriente—, si mi hermano no te reclama lo haré yo.
—¿Qué hay con Alex? —pregunto mientras observo a su hermanita, está en un columpio hablando con una niña de su edad.
—La pregunta correcta es qué no hay con él. Puedo ver a kilómetros que hay algo ahí, hasta un ciego podría notarlo. Tienen una conexión muy poderosa a decir verdad. ¿Te gusta?
¿Ella también?
«Suelta la lengua»
—Allie... —advierto suspirando—. Sí —. Emite un chillido capaz de dejar sorda a toda la manzana—. Pero no te emociones de antemano, que no ocurrirá nada.
—¿Cómo que no? —mis palabras terminan con toda su alegría—, pero si son tan lindos.
—¿Recuerdas lo que te conté sobre mi accidente? —asiente— bueno, pues cuando quise abrirme por completo a quien me gustaba me mandó al diablo y me dejó muy mal psicológicamente. No digo que Alexander vaya a hacer lo mismo, digo que tengo miedo; y no de él, sino de mí. Nunca he estado en una relación que no sea solo sexo, soy muy mala expresando la mayoría de mis sentimientos y... Creo que no tengo el material para estar en pareja. —Sonrío triste—. Lo último que deseo hacer es dañar a un chico tan asombroso y lindo como él.
—Tonterías, estoy segura de que juntos tendrían al mundo a sus pies, además sería de lo más divertido tenerte como cuñada. ¿Te lo imaginas? Alexander se arrancaría todos los cabellos de la cabeza o le saldrían canas verdes, una de dos. —Suspira con melancolía—. Pero cada quien con sus decisiones.
Gracias al cielo no podemos seguir hablando de cosas que no me gustan puesto que su hermano nos interrumpe con cuatro deliciosos conos de helado en las manos, y una sonrisa de lo más encantadora en el rostro.
«Llévatelo a cualquier lugar donde estén a solas»
Luego.
—¿Es broma que te pediste vainilla, Piojo? —entrecierro los ojos sin poder creer lo que veo—. Es el sabor más aburrido y triste que puede existir.
—Lo sé, es raro —coincide Allie—, y luego se queja de mis gustos.
El protagonista se queja chasqueando la lengua. —Saben que estoy a cincuenta centímetros de ustedes y puedo oírlas, ¿verdad?
—Pobre Piojo, igual te queremos mucho —beso su mejilla—, solo sigue comprándonos helado.
En un movimiento rápido, la mejilla de Allison está toda manchada por el helado de su hermano. Esta emite un chillido parecido al de antes y se la devuelve pero con más fuerza, colocándole el cono en la frente como si fuese un cuerno de unicornio.
—¡Guerra! —La pequeña Baker se encarga de arremeter conmigo, pensando que es un juego.
«Oh, no sabes en qué te metiste, pequeña»
Una hora después estamos en mi casa. Allison tuvo que irse a una clase especial de fin de semana en la Academia, e Evie tiene clase particular. Eso quiere decir que Alex y yo estamos solos para divertirnos de otra forma, y no es precisamente jugando a adivinar películas con mímica.
Beso con fiereza su boca, tiene unos labios tan apetecibles que me matan, y el muy idiota sabe cómo hacer para que me moje a chorros. Como puedo abro la puerta de espaldas, dándonos paso a mi habitación, claro que sin desprenderme de él.
—Dios, Madison —murmura sobre mi boca—, eres deliciosa.
¿Ya dije lo caliente que se oye mi nombre cuando él es quien lo dice? Porque lo es.
—Voy a hacerte mía, voy a hacerte mía hasta que te duela caminar durante días.
«SANTO, CRISTO»
—Has lo que quieras...
Cierra la puerta con seguro, aunque no hay nadie más que nosotros por aquí. —Creo que tienes bien merecido tu premio por lo de antes, ¿No crees?
«Esto se va a poner bueno»
Se acerca y en menos de nada me despoja de mi blusa ombliguera y mi jean de un tirón, dejando la gran parte de mi piel desnuda a excepción de lo necesario, que es cubierto con una tanga negra y brasier a juego.
—Al parecer ya sabías lo que iba a pasar, pequeña pervertida —dice mientras juega con el hilo, muy cerca de mi intimidad.
—Es imposible no querer desnudarte cuando estás en mi radar, no iba a desperdiciar la oportunidad de tenerte para mí sola.
Sonríe contento por mi respuesta mientras me quita la parte superior de la ropa interior hábilmente antes de empujarme con suavidad de los hombros, hace todo tan rápido que apenas puedo reaccionar cuando siento mi espalda tocando las sábanas de la cama.
Desabrocho la hebilla del cinturón luego de arrancarle la camiseta, se obliga a separarse de mi boca para bajarse el pantalón y el bóxer.
—Eres preciosa... De verdad que lo eres.
Ataca mi cuello con ferocidad, el maldito desde que conoce ese punto débil no para de estimularlo llevándome hasta las nubes.
—Alex...Dios... —Se divierte con el pendiente de mi pezón, lo chupa, y lo mordisquea suavemente para no lastimarme—. Vas a matarme...
Baja hasta mi intimidad, dejando un camino húmedo con la punta de su lengua. Primero la besa sobre la tela, haciendo que algunos jadeos sueltos se escapen de mi boca.
Cuando por fin decide que es buena idea terminar con la placentera tortura, quita con los dientes y sus dedos los extremos de la tanga.
—Pero mira qué tenemos por aquí, ya estás empapada y eso que todavía no te hago nada de lo que tengo planeado.
Mi centro está tan desesperado por la atención de Alexander que llegó al punto de doler. Pero el muy gracioso considera buena idea alargar el proceso con besos en la parte interna de mis muslos, muy cerca de mis labios, pero sin tocarlos.
—Alex... por favor... —suspiro mirando el techo.
—¿Qué quieres? Dilo, Madison.
—Préndete. —Uso las mismas palabras que él dijo cuando era yo la que lo tenía implorando por que lo folle con la boca.
—No tienes que repetirlo...
Antes de que pueda responder, ya lo tengo con la cabeza metida entre mis piernas. Todo el cuerpo se me contrae por el placer, no soy capaz de hacer nada que no sea retorcerme ante su contacto y dejar libres varios gemidos y jadeos.
—Alexander... ¡Maldita sea! —grito cuando dos de sus dedos se introducen en mí con lentitud, entra y sale desordenadamente hasta encontrar el ritmo perfecto entre la penetración y su boca.
Tiro de su cabello con tanta que creo ser capaz de arrancarle el cuero cabelludo. Mi cuerpo comienza a reaccionar ante el comienzo del preciado orgasmo, levanto las caderas buscando más de su toque, aunque eso no sea posible. Alexander aumenta la presión en mi muslo derecho, su otra mano sale de mi interior y viaja hasta la parte baja de mi vientre, tirando hacia abajo.
—Quédate quieta o me detendré... —murmura sobre mis labios interiores.
Creo que puede sentir que estoy cerca, porque de un momento a otro sus dedos me penetran con más rapidez y fuerza, mientras que su lengua se concentra directamente en mi punto de placer.
Algo dentro mío estalla en un millón de pedacitos, el cuerpo entero se me tensa de pies a cabeza, y grito como gata en celo. —¡Alexander! —Lucho con las secuelas del delicioso orgasmo que acaba de regalarme, necesito unos minutos para recuperar mi respiración normal—. Eres, lo mejor, que me pasó, en la vida —digo entrecortada por la falta de oxígeno.
—Solo lo dices porque te hice ver las estrellas con mi boca. —Deja caer todo su peso sobre mí, y apoya su cabeza justo debajo de mis pechos—. ¿Ya te mencioné que adoro a estas dos preciosidades?
—Un par de veces —sonrío exhalando.
Inconscientemente llevo mi mano hasta su cabello para acariciarlo despacio. Estos son con exactitud el tipo de momentos que busco evitar a toda costa con quienes me acuesto. Pero desde que Alex llegó a mi vida —o a mis sábanas—, se me hizo natural, hasta agradable en cierto punto.
Lo que me asusta como el demonio, tengo miedo de que todo esto sea una fachada y que apenas me abra un poco más a él me mande al carajo, como lo hizo otro en el pasado.
—¿En qué piensas tanto? —levanta sus ojos observándome desde abajo.
—Nada, solo en que mañana tengo cita con mi ginecóloga —miento sin atreverme a mirarlo—. Considerando que a tu lado me he convertido en una irresponsable que no usó ni una sola vez preservativo desde que comenzaron nuestros encuentros, por precaución me haré análisis. Lo último que necesito es una enfermedad de transmisión sexual.
—Por mi parte no encontrarás nada, ¿yo tendría que hacerme estudios?
—No. —Acompaño mi negación con la cabeza.
—Que suerte, porque está en mis planes seguir teniendo sexo así contigo. —Besa mi abdomen, logrando que mi piel vuelva a erizarse.
Mi teléfono suena interrumpiendo nuestra charla. El niño de ochenta kilos que tengo encima se niega a moverse para que pueda alcanzar mi celular, por lo que tardo un poco en tomarlo de la mesita de luz.
—¿Quién es?
—Marcus —tecleo rápido una respuesta sin dirigirle la mirada—, quiere que vaya a su casa esta noche.
—Dile que no irás —me abraza con aún más fuerza—, ni hoy ni nunca. —Arqueo una ceja incrédula—. Tú lo dijiste, tenemos que cuidarnos. No sabes si ese tal Mateo tiene algo raro en la polla.
«Que ternurita»
Se supone que tiene que molestarnos.
«Pues a mí me enternece»
Dejo el aparato a un lado para prestarle más atención al bombón que me hace una escenita. —¿Celoso de no ser el único que disfruta entre mis piernas, Piojo?
Niega en silencio. —Muchos podrán tenerte en sus sábanas —se levanta hasta mi altura, y toma mis muñecas con firmeza para colocarlas sobre mi cabeza—, pero soy el único que puede hacerte gemir y retorcerte del placer, el único que te hace fantasear, y a partir de ahora, el único que podrá hacerte suyo.
Su miembro entra en mí de golpe, mi humedad ayuda a que se deslice como la seda, aumentando el placer de ambos. Comienza con un ritmo suave, pero delicioso, que lo aumenta paulatinamente.
Lucho para librarme de su agarre, pero por más que lo intente no lo logro, decido que es mejor disfrutar del delicioso sexo que me proporciona, que me tenga como quiera.
—Soy el único que te hace rogar, Fox, ¿No es verdad?
—Por favor... —jadeo sobre sus labios, y aunque intente besarlo con desesperación, no me lo permite—, Alex... Iré esta noche con Marcus... —Gracias a esto me da un empollón más duro que los anteriores—. ¡Así Dios!
—¿Quieres... quieres correrte, Madison? —Mis paredes le succionan la polla con fuerza—. Estás tan apretada... No me obligues a detenerme, preciosa... ¿Quieres tener un orgasmo? —Asiento sin hablar, lo único que puedo sacar de mi boca ahora son gemidos—. Entonces dime lo que quiero escuchar... ¿Seré solo yo?
—No... —Se detiene, enviando al diablo mi clímax— ¡Alexander!
Su tranquilidad al hablarme me pone de los pelos, ¿cómo es que tiene tanto autocontrol? Literalmente me tiene rogando bajo su cuerpo y el muy imbécil me sigue pidiendo que le diga lo que quiere escuchar.
Juega con la cabeza de su polla sobre mis húmedos pliegues, entrando y saliendo solo un poco para desesperarme.
—Bien, solo tú.
—¿Lo prometes? —vuelve a clavarse entero—, si no cumples te castigaré con abstinencia de por vida.
—Lo prometo. Pero este trato también va dirigido a ti, no quiero enterarme de que te andas revolcando con otra que no sea yo.
—Como me prende verte en tu faceta de celosa posesiva... —Acelera los movimientos, volviéndose más brusco, justo como me gusta—. Solo tú, Bambi.
No hace falta mucho más para que ambos lleguemos a nuestro punto máximo de placer juntos, al mismo tiempo.
Esto de la exclusividad es algo que nunca me he permitido en mis relaciones sexuales, me importa muy poco con quién se revuelquen o no, pero el muy idiota sabe cómo jugar sus cartas, me tenía retorciéndome por un orgasmo, no me culpen.
Además, me quedo tranquila sabiendo que no hay gatas alrededor de él que busquen comerle la polla.
—Celoso idiota. —Se deja caer al otro lado de la cama y tira de mi brazo para abrazarme con fuerza. No me contengo en pasarle la nariz por el cuello y dejar un par de pequeños besos en el área—. Hueles delicioso.
—Tú también, mi celosa.
También se ocupa de oler mi cabello, siento como recuesta la mejilla sobre mi cabeza sonriendo, de seguro que si lo estuviera viendo su dentadura me derretiría, como siempre.
—Yo no estoy celosa, solo me cuido, ¿te imaginas que una de esas gatas me contagie de Sida o Sífilis?
—Como tú digas, Bambi posesiva —suspira cansado—, muero de sueño, descansemos un rato.
—Ajá... Buena idea, Piojito...
Minutos después pierdo todo conocimiento de tiempo y espacio, entre los brazos del chico que comienza a mover cosas en mi interior.
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The Real You
Fiksi Remaja¡HISTORIA TERMINADA! Madison Fox: bailarina, multimillonaria, y heredera de un imperio hotelero. Los que no la conocen la catalogan como la hija de mami y papi que le compran todos sus logros; quienes realmente logran pasar esa muralla ven a una muj...