Capítulo XXX

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Alexander
 
~
—Hola, Alex.
 
—¿Qué.. Madison estás...? Santo cielo.
 
—¿Acaso no te gusta mi nuevo atuendo? Lo compré especialmente para ti. No encontré el de Bambi, pero creo que bombera sexy es mucho mejor para este tipo de situaciones.
 
—Sí... tienes razón.
 
«No me avergüences»
 
—Cállate.
 
—¿Eh?.
 
—No n-no, a ti no solo... se lo decía a...
 
«Idiota, idiota, idiota»
 
—Mejor hagamos como si eso no hubiese ocurrido. ¿En qué estabas?
 
—Cierto, te decía que mi nuevo atuendo pega de maravilla a la situación. Pero está haciendo algo de calor... creo que deberé quitarme un poco de ropa.
 
—Si... tienes razón.
 
—¡Alex! ¿Estás despierto?
 
«¿Ah?»
 
—Alex, hijo.
~
 
—¡Alexander!
 
«¡DESPIERTA!»
 
—Estoy despierto... ¡Estoy despierto! —digo medio desorientado.
 
Al parecer no soy el único, tengo una gran erección que resalta bajo las sábanas. Parezco un puberto hormonal que sueña con las chicas que le gustan.
 
Mi madre habla desde el otro lado de la puerta. —Siento despertarte, pero tu padre te necesita en el restaurante del hotel.
 
—Mamá, es domingo por la mañana, son apenas... —estiro mi cuello para ver el reloj sobre la mesa de luz— ¿las siete treinta? Tú sí que estás demente, ni sueñes que me moveré de entre mis hermosas sábanas.
 
—Alexander Baker, si no estás abajo vestido, perfumado y sonriente en cinco minutos entraré y no te va a gustar. Mi profesor de capoeira me enseñó nuevos movimientos y no tengo problema en practicarlos contigo.
 
—Ya bajo mamá, dile a papá que voy en camino.
 
La oigo alejarse a paso apurado. Ahora lo recuerdo, hoy hay un importante evento en el hotel, algo sobre un almuerzo de un famoso empresario que reservó el restaurante principal para su fiesta.
 
Gimo en protesta cuando salgo de la cama, no existe una cosa tan horrible como madrugar, más si es un domingo, se supone que estos días están diseñados para dormir hasta tarde y usar pijama todo el tiempo, no para ir a trabajar.
 
Recuerdo que cuando era niño y tenía que acompañar a mis padres a alguna reunión decía que me convertiría en presidente y declararía los domingos como feriado obligatorio a nivel nacional.
 
«Y lo sigo sosteniendo»
 
Oh cállate.
 
Con mi erección no puedo hacer mucho en estos momentos, solo intento bajarla un poco con el agua fría de la ducha militar que me doy. No me arreglo demasiado, si papá me llamó es porque me pondrá a cocinar, lo que significa que allí me proporcionarán un uniforme.
 
Bajo de dos en dos las escaleras, mamá está en la barra de la cocina con el celular entre las manos. Al escuchar el ruido que provoca mi caminar, me extiende un vaso térmico de lo que supongo es café sin siquiera mirarme.
 
—Ya comerás algo allí, vete, vete, vete. —Mueve su mano en dirección a la puerta.
 
—Gracias por tanto amor de madre —
ironizo acercándome a besar su cabello—. Te amo.
 
—Y yo, cariño —para de teclear en su aparato y pasa mirarme y acariciar con ternura mi mejilla derecha—, pero de verdad tienes que irte ahora, ya es muy tarde.
 
—Sí, señora. Dile a Evie que cuando vuelva la ayudaré con sus tareas —medio grito dirigiéndome a la salida con las llaves en mano.
 
—¡Recuerda que hoy a las siete es la clase abierta de baile de Allison!
 
«Anotado»
 
Recuérdalo o nos matarán.
 
Subo a mi auto y abro la puerta del garaje de casa mientras dejo el café que me entregó mamá en el apoya vasos. 
 
Me tardo quince minutos en llegar al lujosísimo Hotel Warrior. Lo mejor de esta línea hotelera es que es accesible para todas las situaciones económicas de cada familia, tiene desde habitaciones económicas, hasta las suites más exclusivas del país, y con el mismo nivel de atención.
 
Entro al imponente edificio y me dirijo directo a la puerta que lleva al área restringida al público, la última vez que vine me dieron una tarjeta para pasar por el lector. Camino por los pasillos, todo es un laberinto aquí, hay ascensores en todos lados, gente caminando apurada, y carritos siendo transportados.
 
Una de las tantas entradas es la del restaurante central —porque este hotel tiene cincuenta pisos de los cuales diez son especialmente para estos—, pero da a la parte trasera de la cocina, aquí hay un par de oficinas, incluyendo la de mi padre.
 
—Buen día, Carmen —saludo a la jefa de camareros que me devuelve una sonrisa que ilumina su cabello canoso—. ¿Sabes dónde está mi padre?
 
—En su lugar preferido...
 
Papá sale de la cocina con un trapo entre las manos interrumpiéndola. —¡Hijo! Por fin llegas.
 
—Ahí lo tienes, un placer verte, pequeño. —Pellizca mis mejillas como siempre lo hace, no importa que le saque como dos cabezas—. Estás hermoso, todo un hombre.
 
Me alejo de ella palpando mi cara, puede que sea una anciana, pero esa mujer de verdad que tiene fuerza. Camino hacia donde está mi padre, que se burla de mis mejillas parecidas a dos tomates
 
—Puede llegar a ser muy silenciosa cuando lo desea, tal vez deba ponerle in cascabel —sonríe palmeando mi hombro—. Pero olvídate de eso, hay muchas cosas para hacer en muy poco tiempo.
 
Me guía hasta su lugar de trabajo. El acero aquí predomina, y la pulcritud lo hace relucir mucho más. Varias personas van de un lado al otro con cacerolas y sartenes por todos lados, es como un caos organizado a la perfección.
 
—El almuerzo se divide por cinco tiempos —explica mostrándome un papel con toda la información—. El aperitivo será salmón ahumado con chauchas, crema agria y eneldo; para el primer plato estaba pensando en tu famosa sopa de queso con carne, por eso es que te llamé; luego viene el entremés, un carpacho de pulpo; el segundo plato todavía no está decidido, pero quiero que sea algo con codornices; y por último la estrella de la noche, el postre, fondant au chocolat.
 
Me observa expectante, con una pequeña sonrisa sobresaliendo de sus labios. Me encanta presenciar este tipo de momentos porque la pasión y el amor que le pone a cada uno de sus platos es el mejor regalo que mi padre me puede dar.
Tiene la suerte de hacer lo que ama, y triunfar en ello. Con mamá salen cada día de su casa con el objetivo de darles la misma posibilidad a sus hijos, que puedan elegir su futuro en base a sus sueños y no necesidades.
 
—Es perfecto, papá —suspiro pensando en la cantidad de cosas que hay que hacer—. Pero si quieres llegar bañado y perfumado a la presentación de Allison, tenemos que apurarnos.
 
Tomo de los ganchos de pared un delantal y sigo el debido protocolo de higienización de manos obligatoria que hay en todos los restaurantes Baker. Dura aproximadamente cinco minutos y es el mismo que se utiliza en los quirófanos, creo que lo comenzaron a implementar cuando una señora se intoxicó con una comida contaminada.
 
—Tú empieza con el aperitivo y el primer plato, y yo del entremés y el segundo plato. El postre lo dejaremos para el final.
 
Asiento preparándome. —Hecho —chocamos los cinco—, a trabajar se ha dicho.
 
Me paso toda la mañana dirigiendo a un equipo de fabulosos cocineros, los mejores vienen aquí por una oportunidad de triunfar en el competitivo mundo de la gastronomía.
 
Cuando los invitados comienzan a llegar, el lugar se vuelve un embrollo. Los camareros van y vienen con las bandejas cargadas de dips y copas de champagne.
Las comidas salen rápido, si no puedes seguir el ritmo no sirves para la cocina profesional, es una presión constante. Si un cerdo no se cocina a tiempo, los platillos se atrasan, los pedidos se acumulan, los clientes se enojan y todo se va en picada.
 
—¡Salen los salmones! Verifiquen que todos tengan la cantidad justa de eneldo, ni más, ni menos. —Saco las fuentes del refrigerador que contienen platos con cinco cucharas de los aperitivos cada uno—. ¿La sopa ya está lista? —le pregunto al encargado de esa especialidad.
 
—Solo falta unificar la carne con el queso.
 
«Perfecto»
 
Papá me informa que las codornices con pétalos de rosas están en el honro a fuego lento y el pulpo ya se está preparando. El diferente, no se pueden hacer ya porque se enfriará y no será agradable, por lo que se preparó la mezcla ahora y el Sous Chef se encargará al final.
 
—Tenemos tiempo para llegar a casa e ir a lo de Allison. Choca esos cinco. —Extiende su mano contento—. ¡Bien hecho equipo! Tendré que dejarlos por hoy, mi hija tiene una función y no puedo faltar. Daichi, quedas a cargo, demuestra quien manda.
 
—Gracias, chef. —El japonés que le sigue a mi padre en la jerarquía inclina la cabeza en una reverencia.
 
Salimos juntos del lugar, escondiéndonos de Carmen entre los pasillos. A papá lo trajo Ricardo, ya que su auto se averió la semana pasada, por eso viene se conmigo.
 
—Un pajarito se posó en mi hombro... —canturrea colocándose el cinturón de seguridad— al parecer hay una conexión entre la hija de una familia amiga y tú.
 
«Aquí vamos»
 
—Mhm... no me suena. —Me hago el desentendido del tema—. ¿Qué familia?
 
—Oh, vamos —golpea suavemente mi hombro—, sabes de quién hablo, de los Miller Fox, claro. —Abro la boca simulando sorpresa—. Déjate de jueguitos y cuéntame, ¿te gusta? —Sube y baja las cejas esperando una respuesta positiva.
 
«Sí»
 
—No.
 
Puedo sentir su mirada calentando mi mejilla con fuerza, pero me resisto.
 
«No podrás ocultarlo por demasiado tiempo»
 
Tú mejor no hables.
 
«Solo te digo la verdad»
 
Lo sé.
 
Desde hace un tiempo me vengo sintiendo raro respecto a Madi. Creo que desde antes de que levantáramos las banderas blancas, solo que no me daba cuenta, o no quería admitirlo.
 
Esa diosa castaña me tiene como quiere, y no solo por ese espectacular físico que se porta—que por cierto nunca me dejará de encantar—, sino que también su forma de ser y actuar con los demás. Es tan natural, y verdadera que terminó por atraparme en sus redes de sirena.
De más está decir que me vuelve loco, lo supe cuando probé sus labios en la fiesta que hicimos en casa de Christian, y se intensificó aún más cuando puede estar dentro de ella. Bambi y yo tuvimos una conexión que nunca antes había experimentado con nadie, la forma en la que nuestras mentes, cuerpos y almas se conectaron entre sus sábanas fue tan intensa que al principio me dio miedo, pero luego ese sentimiento se remplazó por el deseo de volver a experimentarlo una y otra vez hasta el cansancio.
 
Pero por supuesto que toda esa mezcla de pasión y sentimiento se va al diablo cuando tenemos que ir un paso más allá en esto. Es algo que a ambos nos aterra, no tuve muy buenas experiencias pasadas y por lo que me ha contado, ella tampoco. Creo que por el momento no es necesario, pero también sé que estar en un punto medio con toda la tensión entre nosotros, no puede durar para siempre. No quiero alejarme, no quiero dejar de sentir lo que Madison me provoca, y no pienso parar.
 
—¿Y bien? —pregunta mi padre, con diversión en su voz—. ¿El pajarito está bien informado, o tengo que mandarla al hospital a que le hagan estudios auditivos y visuales?
 
—Tu cacatúa está en lo correcto, papá. —No emite un solo sonido, solo se me queda viendo con algo rondando por sus ojos, pero no puedo descifrar qué es—. No me veas así, te pareces mamá.
 
Suspira negando con la cabeza. —Ay hijo... ya caíste.
 
—¿De qué hablas?
 
—Déjame decirte que Madi no es el tipo de chica que tiene relaciones serias, y tú tampoco, si ustedes dos llegaron hasta ese punto... las cosas irán en serio.
 
—¿Qué? No, por supuesto que no. Lo admito, si me gusta, pero ni ella ni yo buscamos una relación formal.
 
—Y aún así ya se contaron cosas que se supone que en relaciones casuales no se dicen ¿No es verdad?
 
~
—Sí, esa foto la tomé una semana antes del accidente, fuimos al zoológico y se obsesionó con los elefantes. Estuvo horas mencionando datos curiosos que le decían los cuidadores del lugar.
~
 
Pues...
 
«Espera, te olvidas de esta»
 
~
-A los ocho años mi padre le vendió mi virginidad a un tipo por cuatro millones de dólares.
~
 
«Y también...»
 
Gracias, ya entendí.
 
—Tal vez, pero es porque también somos amigos —intento excusarme.
 
—No te lo crees ni tú, Alexander. —Desabrocha el cinturón cuando estaciono en el garaje de casa—. Cuando era joven tuve una relación casual igual que la de ustedes. Hoy en día es tu madre.
 
Baja del auto, impidiendo que empiece a formular la pregunta.
 
¿Qué diablos?
 
Sigo su camino, todavía algo confundido, ¿cuál fue la enseñanza de su relato?
 
—¡Alex! —la más pequeña de los tres se tira a mis brazos con una sonrisa instalada en el rostro, huele a caramelo y perfume de manzana—. Mamá dijo que me ayudarías con mis tareas cuando volvieras.
 
—Así es —camino hasta la cocina con ella encima—, ¿sabes dónde está?
 
—Llevó a Allie al lugar de la pre-fundación.
 
Sonrío negando con la cabeza mientras la dejo en uno de los taburetes y voy a buscar alguna bebida y algo de comer. Si bien estuve por horas dentro de una cocina, no pude saborear ni un solo bocado. Tomo del refrigerador un tazón de ensalada de pasta capresse con mi nombre en él tratando de convencer a loca número tres de que tiene que hacer sus tareas de matemáticas puesto que mañana tiene escuela. Logro convencerla cuando le digo que mientras más rápido lo haga, más rápido podremos jugar.
 
—¡Juegosss! —Se va corriendo hacia la mesita ratona del comedor, donde tiene un cuaderno rosa y sus lápices de colores—. Primero tengo que tachar con verde los números menores a trescientos setenta y uno, y con azul los mayores. Quinientos quince va con azul, trescientos sesenta y nueve con verde...
 
Un rato después estoy en mi habitación viendo qué diablos puedo ponerme para la función de Allison. No sé qué tan importante es, si así lo fuera optaría por un traje, pero no creo que sea tan formal, por lo que usaría una sudadera.
 
¿Dónde está mi hermana cuando la necesito?
 
Tanta es mi confusión, que en minutos me veo buscando en Pinterest ideas de ropa casual pero formal.
 
Termino imitando el oufit de no sé quien. Se basa en una camisa blanca con un pantalón medio ajustado negro, y tenis del mismo color que la parte superior.

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