Capítulo XXVII

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Madison

—Un baile... un baile de parejas, cara a cara con otra persona. Un baile donde hay contacto, y no solo hablo del físico, sino también del mental y emocional. Un baile que destila sentimiento, destila amor, sensualidad, odio, tristeza, pasión y hasta elegancia. Un baile nacido en el siglo dieciocho en las zonas desfavorecidas de Buenos Aires. Señoritas, les presento, al tango.
 
Derek se acerca a su bailarina asistente y la invita al centro de la pista con la mano.
Comienzan a bailar con una melodía de lo más preciosa, la forma en la que sus cuerpos se coordinan a la perfección y esas miradas son capaces de mantenerme aquí observando como idiota durante horas.
 
Al finalizar el número, Andrea y yo aplaudimos como locas aficionadas. El coreógrafo nos invitó a las dos a varias clases privadas para marcar la coreografía que grabaremos los tres juntos.
 
—Para hacerlo un poco más actual usaremos una canción re versionada a este género musical, todavía se está eligiendo, pero apenas se sepa se las comunicaré. Con respecto al ambiente, la idea es hacerlo en un galpón abandonado, con cosas rotas y todo eso. —Camina hasta el panel que controla la música—. Vamos a empezar con un par de ejercicios y los pasos básicos del tango, recuerden que es un baile de especial contacto, entonces si en algún momento se sienten incómodas, háganmelo saber y nos detenemos ¿De acuerdo? —Asentimos colocándonos los zapatos especiales que nos entregaron—. Muy bien, Andre, tú irás con Jackson; y Madi, tú con Scott.
 
—Yo quería al morocho —susurra mi amiga en mi oído mientras vamos hasta el centro de la pista—, te tocó el mejor.
 
—Idiota —sonrío.
 
—El tango es un baile de improvisación, pero hay una serie de pasos base que deben saber, entonces, marcaré lo de Jack y Scott, ustedes chicas siempre harán lo contrario que su pareja. Comenzamos con un paso hacia atrás a la derecha, luego uno a su lateral...
 
Estamos cinco agotadoras horas aprendiendo pasos, posturas y conexiones; que mano, que dedito y mil cosas más. Tengo que admitir que es más difícil de lo que parece, pero se ve tan bien que lo vale.
 
—Muy bien, chicas, no las torturaré más, es todo por hoy, trabajaron increíble. Prometo que la próxima semana tendré la canción definida para que puedan ir acostumbrándose a ella. Si les surge alguna idea o duda ya tienen mi número. Madi, ¿puedes quedarte unos minutos? Quiero hablar sobre tu solo.
 
—Claro. —Dejo mi botella de agua en el suelo y camino hasta donde está Derek, no sin antes despedirme de mi amiga, que sale por la puerta colocándose los audífonos.
 
—Quería saber si tienes algo planeado para la coreografía o todavía nada.
 
—En realidad... me avergüenza decirle esto a un bailarín y coreógrafo profesional pero, a menos que Nat me marque el número que debo realizar, suelo improvisar los pasos en la marcha.
 
—¿Crees ser capaz de mostrarme un poco?
 
—Por supuesto.
 
Pone una pista bastante tranquila y fuerte al mismo tiempo, la reconozco casi que al instante, Train Wreck, de James Arthur.
 
Me dejo llevar, como lo hago siempre, permito que mi cuerpo se relaje y siga a la corriente, no necesito nada más que eso.
 
Creo que en algún punto lo sorprendí, porque para cuando vuelvo a ser consciente, Derek está aplaudiéndome con entusiasmo.
 
—Vaya, Madison... ¿De verdad que no quieres estudiar baile? Porque me duele ver todo este talento, que ni siquiera es potencial, es talento puro, y tener que dejarlo ir.
 
—Siento decepcionarte, pero la decisión está tomada.
 
Chasquea la lengua desanimado. —Si algún día cambias de parecer, mis puertas estarán abiertas para ti —sonríe cálido—. Respecto a la coreografía de recién... Santo cielo, niña, te mueves con tanta fluidez y facilidad que lo haces ver fácil. La forma en la que todo encaja a la perfección, me hace dudar de tu humanidad, porque eso es casi imposible de lograr.
 
—Gracias, Derek.
 
—Viendo tu estilo, creo que se me ocurren un par de ideas para el video, tú déjamelo a mí.
 
—Confío en tu talento entonces. Tengo que irme, Derek, gracias por la clase.
 
—Adiós, Madi. Buen fin de semana.
 
—Igual.
 
Tomo mis cosas y salgo apurada. Tengo que volar hasta mi casa, ducharme, cambiarme, arreglarme, y salir corriendo hacia la escuela.
 
Hoy es el partido de eliminatorias de los chicos, es crucial que ganen este juego para pasar a cuartos de final en el Campeonato Colegial de Estados Unidos.
El año pasado estuvieron a punto de ser los campeones por tercera vez consecutiva, pero sus rivales, Los Leones, hicieron una jugada ilegal que dejó a Sam con lesiones de gravedad.
 
Hasta el día de hoy se rumorea en los pasillos que los árbitros de ese día fueron comprados por ellos para que no cobren la falta, otros dicen que hubo un topo en el equipo que reveló todas nuestras jugadas. Yo personalmente, creo que Los Leones son unos imbéciles, ya que no es la primera vez que ocurre algo parecido a eso.
 
—¡Hola, nana! Lo siento, pero tengo que apurarme si quiero llegar a tiempo —voy hablándole mientras subo las escaleras de dos en dos—. Serías la mejor abuela del mundo si me preparas un café y algún almuerzo liviano para el camino. ¡Te amo! —Cierro la puerta de mi habitación y lanzo todo a mi cama, sin percatarme de que Venus estaba allí—. Lo siento, gordita, pero no puedo consentirte ahora, prometo recompensarte luego.
 
Mi ducha dura literalmente cinco minutos, creo que ya estoy capacitada para la vida militar.
Busco en mi armario unos jeans cómodos con algún top a juego, también escarbo debajo de la cama para encontrar mis zapatillas blancas, tengo que esconderlas allí o Venus se las come.

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