Capítulo XXXI

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Madison

Luego de ver una película de Disney con Lexi, ella tuvo que irse por no sé qué tema en su casa. Lo que me cae como anillo al dedo porque debo estar en la Academia para una clase abierta al público. No es algo que suela hacerse todos los años, pero según Natalie, hay muchos talentos que merecen ser expuestos.
 
—¡Clarisse! —camino hasta la cocina en su búsqueda.
 
Sale del cuarto de lavado. —¿Sí, señorita Madison? —Estoy por hablar, pero se me adelanta—. Le preparé una jarra para que pueda llevarse a la Academia, si quiere le subo un poco a su habitación.
 
«Mañana en la mañana iremos a buscar su anillo»
 
—¿Te das cuenta por qué eres la mejor futura esposa del universo? —Me acerco a besar su mejilla—. Te adoro. —Me dirijo a las escaleras con una sonrisa en el rostro—. Me daré una ducha antes.
 
Una vez en mi cuarto, puedo ver a la reina revolcada sobre la cama.
 
—Perra tonta —niego sonriendo—, no te das una idea de cuánto me encantas. —Ladra en respuesta—. Yo también te amo, cosita bien hecha.
 
Busco en mi Macbook una playlist de Spotify que poner de fondo mientras me baño y arreglo. No miento cuando digo que la segunda ducha de agua caliente fue lo mejor que me pasó en el día, me dejó los músculos perfectamente relajados para bailar un par de horas más.
 
Salgo de la bañera con cuidado de no matarme en el camino, busco una bata y enciendo la plancha de pelo dejando que se vaya calentando de a poco mientras seco mi cabello. Cuando por fin termino de dejarlo más o menos presentable, le hago una media coleta con dos mechones sueltos que caen por mi frente y mejillas, lo que fue una tortura ya que las hebras no se quedaban donde quería.
 
Fuera del baño, sobre el tocador donde tengo mis maquillajes y cremas hay un delicioso vaso con los manjares líquidos que prepara mi futura esposa. Voy tomando pequeños sorbos a medida que me produzco.
 
No suelo hacer esto, en realidad, voy a la Academia pareciendo un mamarracho con patas, pero a Natalie le encanta que estemos presentables para nuestros invitados, hasta nos hace maquillarnos. Yo solo me limito a una sombra rosa bebé muy discreta en los ojos, mascara de pestañas, rubor y brillo labial.
 
Busco en el fondo de mi armario el uniforme que tenemos que usar en este tipo de ocasiones, que son cada muerte de obispo. Sobre el top negro me coloco la sudadera que tiene mi categoría de baile estampada, estos últimos días ha estado algo ventoso y no soporto sentir frío.
 

«¿Acaso somos ángeles?»

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«¿Acaso somos ángeles?»

Algo mejor, somos diosas.
 
Tomo mi bolso de entrenamiento y bajo las escaleras de dos en dos, tendría que haber salido hace veinte minutos, pero como dicen, lo bueno se hace esperar.
 
«Eso solo lo diría una persona que está llegando tarde»
 
Cállate.
 
—¡Ya me voy! —medio grito tomando mis llaves de mi auto sobre la mesa del recibidor—. ¡Si vienen a verme recuerden que las puertas se abren siete en punto!
 
—¡Está bien, hija! —habla mamá desde la oficina—. ¡Estaremos ahí!
 
Estoy a punto de salir, pero me freno en seco cuando alguien me llama, es mi nana. Se acerca apresurada a la puerta. —Buona fortuna, piccola, sei bellissima.
 
"Buena suerte, pequeña, estás hermosa"
 
—Grazie, nana. Ti voglio bene —digo mientras recibo su bendición.
 
"Gracias, nana. Te quiero"
 
Cierro la puerta detrás mío al tiempo que le quito el seguro a mi bebé estacionado en la puerta del garaje.
 
Conduzco algo apurada con música acompañándome de fondo. En el camino Andrea me llama para preguntarme dónde diablos estoy, y por suerte yo ya me encontraba estacionando frente al edificio.
 
Entro casi que al trote a la Academia, saludo rápido a Flor en la recepción y corro por las escaleras hasta el quinto piso, cuando llego arriba creo que necesito un par de pulmones nuevos.
 
—Por fin llegas, Madison. —Mi profesora se separa del grupo de como cincuenta personas para hablar conmigo—. No te castigo solo porque sé que ya bailaste mucho por hoy. —Besa mi mejilla—. ¿Cómo te fue con Derek? Me escribió hace unas horas, el equipo entero quedó muy impresionado con ustedes, que no les sorprenda si las llaman más adelante.
 
—Invitación que tendré que rechazar. —La escucho bufar mientras dejo mi bolso en el suelo y camino hasta el grupo que calienta en un rincón—. No te enojes, todavía te quedan algunos meses en los que puedes torturarme.
 
—Haré que ames y odies mis clases. ¡Muy bien chicos, al centro todos!
 
Luego de una buena entrada en calor, y unas palabras de aliento por parte de nuestra profesora —que por cierto no son muy comunes por aquí, por eso todos supimos apreciarlas—, Nat entra al estudio que se utiliza en este tipo de presentaciones ya que es el más grande de toda la Academia, mientras que nosotros estamos esperando en el pasillo.
 
—Madison.
 
Volteo y una sonrisa se apodera de mi rostro al encontrarme con Allison. Trae un top y unos leggins del uniforme, su cabello está trenzado en dos dándole ese toque infantil que tanto la caracteriza, y su maquillaje sencillo solo aumenta eso. Se ve increíble.
 
Comienza a pellizcar su nudillo, dándome a conocer de su nerviosismo, dicha sensación aumenta cuando me pregunta cuánto queda antes de que entremos.
 
La tomo de las manos para que centre toda su atención en mí. —Relájate, lo harás increíble. Tú solo imagina que es una clase más. —guiño un ojo—. Nat no es tan dura en este tipo de ocasiones, no te hará realizar cosas que no hayas intentado con anterioridad, tus nervios son los únicos que pueden traicionarte.
 
—Es fácil para ti decirlo, estás acostumbrada a que las personas te vean.
 
—Al principio me aterraba pensar en eso. El tener que exponerme de esta forma, que todos me observen y juzguen, me hacía temblar del miedo —confieso esforzándome por que mi mente no recuerde ciertas cosas—. Por eso inventé lo que llamo el truco de paz. —Arruga las cejas confundida—. Tenía como diez años cuando lo nombré, no cuestiones y escucha. Cierra los ojos y concéntrate en mi voz. —Al principio duda un poco, pero termina por seguirme el juego—. Ahora imagina que estás en tu lugar favorito, cualquiera, intenta sentir todos los olores, o texturas; si es la playa, siente lo saldo del mar; si es el bosque, la humedad del ambiente; si es tu hogar, el perfume de tu familia... Cuando entres a ese estudio haz como si estuvieras bailando ahí, tal vez acompañada por alguien, tal vez sola, pero no salgas de ese pensamiento, ¿de acuerdo? —Asiente—. Ya puedes abrir los ojos, y recuerda, si no te crees la mejor...
 
—No eres la mejor —termina por mí—, gracias, Madi.
 
Veo que las puertas que llevan al estudio se abren, intenta alejarse, pero la detengo antes que pueda hacerlo. —Espera, antes de entrar quiero que respires profundo... —hablo desde atrás suyo con las manos sobre sus hombros—, y suéltalo todo. Ahora sí, a brillar, Allison Baker.
 
Natalie está hablando con un micrófono al público. —Los chicos ya calentaron, por lo que iremos directo a los trabajos técnicos. —Quienes están en el centro protestan en silencio—. Ni aunque sus familias estén aquí podrán salvarse, hoy haremos la técnica de Martha Graham...
 
Estoy un buen rato viendo pasar a los grupos siguientes con mis amigos sentados en el suelo, todos son increíbles, pero las que más se destacaron fueron Allison y Victoria, que por fin pasó al grupo mayor.
 
—Ahora pasaremos al grupo Élite, ellos tienen entre diecisiete y veinte años, son los más talentos y avanzados. Hace poco los chicos hicieron un par de coreografías con Derek Hough, bailarín y coreógrafo profesional, vamos a mostrarles una de ellas, todos al centro por favor.
 
El estudio se sume en una gran oscuridad y Selah, de Kayne West inunda el lugar por los parlantes, es una coreografía de tres intensos minutos, por lo que cuando termina estamos agotados.
 
El público aplaude, entre el montón de personas puedo ver a mis padres junto a Luz Baker con ellos aplaudiendo eufórica. En la otra punta, junto a Thomas, está mi bombón favorito, sus ojos avellanas me observan con intensidad.
 
Mi pecho sube y baja con fuerza intentando calmar el pulso, con una sonrisa juguetona guiño un ojo en su dirección, aunque dudo que me haya visto puesto que las luces todavía siguen algo bajas y estamos alejados.
 
—Precioso, chicos, no tengo otras palabras para describirlo —dice Nat uniéndose al aplauso mientras nosotros volvemos a nuestros lugares.
 
Comienza con unos de sus discursos sobre lo orgullosa que está de nosotros y blablablla, la verdad no le presto la atención que debería por estar muy ocupada viendo un punto en especifico, o mas bien a alguien. Lo único que puedo verle de la ropa es la camisa que creo que se ha convertido en mi prenda favorita. Se le ajusta tan bien al cuerpo que creo que me he mojado solo con presenciarlo. Y ese cabello medio despeinado me recuerda a las tantas veces que lo he jalado entre mis piernas...
 
—Esperamos que les haya gustado, nos vemos en diciembre para la muestra final, gracias. —Deja el micrófono con el sonidista y comienza a hablar con un par de personas de por ahí.
 
—¡Santo Dios! —Max me gira en el aire entre sus brazos—. Fue lo más increíble que hice en mi vida. —Sonríe divertido—. Tengo que irme, mis padres me está esperando.
 
Señala con la cabeza a un punto, cuando lo sigo me encuentro con Carl junto a una señora que creo haber visto alguna vez, y su hijo más pequeño sonriendo en nuestra dirección. Le pido que los salude de mi parte ya que yo tengo que irme con los míos, y luego de felicitarlo una última vez me retiro en donde creo haber visto a mamá y papá.
 
En el camino me encuentro con la mejor bailarina de la noche, y con una sonrisa rodeo sus hombros con mi brazo mientras buscamos a nuestras familias.
 
—Estuviste genial esta noche, no miento —digo siendo lo más sincera que puedo.
 
—Gracias, igual tú, verte bailar en persona es mucho mejor que detrás de una pantalla...
 
—¡Las princesas llegaron!. —El grito alegre de Luz la interrumpe. Unos brazos se posan en mi cuello, no sé si quieren matarme o felicitarme—. Lo hicieron espectacular, niñas.
 
Intento aflojar el agarre mortal que mamá ejerce en mí, y por suerte se detiene cuando hablo suplicando por poder respirar.
 
Se separa con los ojos iluminados. —Lo siento, lo siento, es que... ¿No te dieron ganas de estudiar baile?
 
«Vaya, eso es nuevo»
 
—Es que al menos con eso te tendré aquí y no en la otra punta del país.
 
—Mamá, por Dios —ruedo los ojos entendiendo el por qué de su petición—, me insististe por años que siguiera tus pasos, ahora te aguantas.
 
Me escabullo hasta mi padre para abrazarlo mientras los otros siguen con su conversación. Logro acurrucarme en su pecho abrazando con fuerza su cintura y un leve beso en mi cabello de su parte me hace sonreír como idiota.
 
—...Alex tenía a una chica en su habitación.
 
«¿Que Alex tenía una qué cosa en su habitación?»
 
Algo en mi interior se remueve ante la inocente confesión de Evie, el estómago se me contrae y el aire no llega con tanta facilidad a mis pulmones.
 
No tendría por qué sentirme así, no me gusta hacerlo, se supone que —aunque tal vez me atraiga un poco— es solo sexo, y solo somos exclusivos para cuidarnos de enfermedades.
 
No caigo en cuenta de que estuve observándolo con la mirada fija en su mejilla hasta que papá me aprieta la costilla.
 
—Yo los vi —afirma Thomas—, cuando entré estaban abrazados, no sé qué podría haber ocurrido si no abría la puerta...
 
«Auch, auch, auch»
 
No tiene por qué dolerte.
 
«Pero lo hace de todas formas»
 
—Los chicos me esperan, iremos a celebrar a la playa —lo interrumpo buscando una vía de escape, ser así de masoquista no está entre mis planes de hoy—, nos vemos luego. Allie, lo hiciste increíble esta noche.
 
—Con cuidado, renito, por favor —medio susurra papá en mi oído, al parecer se dio cuenta de mi incomodidad—. No hagas locuras hasta saber la historia completa —habla tan bajo que me cuesta entenderle.
 
No respondo, tampoco me atrevo a dirigirle la mirada, sé que si lo hago podrá leerme como libro abierto. Solo salgo de la Academia luego de despedirme de Natalie y algunos conocidos que me cruzaba a medida que caminaba hacia la puerta de salida.
 
Tomo mi celular mientras subo a mi auto y busco decidida un contacto.

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