Capítulo XXIV

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Alexander

—¡Por Dios, tienes un gato!
 
—Sí, se llama Pirata.
 
—Voy a ignorar ese extraño nombre solo porque este chiquitín es demasiado tierno.
 
Lex se sienta en el suelo a jugar con el animal, mientras que los demás nos acomodamos en el sofá como personas normales.
 
—Oigan... Madi ya está en el tribunal. Me avisó la señora Rossi —dice Amelie viendo su celular.
 
—¿Por qué tienes el número de Lorenza?
 
—¿Y tú por qué le dices Lorenza? —cuestiona con el ceño fruncido—. No sabía que tenías tanta confianza con la familia Miller Fox.
 
De repente la mirada de la rubia y de la que está en el suelo se unen como si de imanes se tratara. Pareciera que se están comunicando telepáticamente.
 
—¿Estás pensando lo mismo que yo, Sophi?
 
—Exactamente lo mismo, Lex.
 
La pelirroja vuelve a intervenir. —Dejen su conversación en códigos para más tarde. ¿Alguno sabe a qué hora termina el juicio? Porque Madi no le avisó a su nana y está algo nerviosa.
 
Al principio todos fulminan a Amelie con la mirada, como si hubiera hablado de más. Yo ya sabía —porque fue ella quien me lo dijo— que hoy viernes Mads iría a resolver unos temas legales con su abogado, pero no tengo ni idea de qué se trata. Y dada la reacción de nuestros amigos, me da la impresión de que no muchas personas pueden saber del asunto.
Se miran los unos a los otros, como si buscasen entre ellos la respuesta correcta. Y aunque Sammi intente hablar de seguro dándome una explicación medio falsa y que calmará mi sed de curiosidad, me le adelanto.
 
—Relájense, ya lo sabía, y no preguntaré porque no quiero que asesinen a Amelie. —La mencionada me lo agradece en silencio, lo que me saca una risa divertida.
 
—Bueno, que suerte que no tendremos que responder preguntas complicadas. Ahora nuestro trabajo como los mejores amigos que somos —Chris deja de lado el tema— es organizarle una fiesta a modo de celebración por la victoria del caso.
 
Trato de preguntar qué pasa si no gana, pero el rubio casi me avienta un cojín puesto que el abogado que acompaña a Madison es Francesco Spark, es quien trabaja con la familia y el casi que el tío de la primogénita Fox. He oído hablar de él un par de veces, mis padres lo vieron por trabajar con Cristina y William, y estoy seguro de que si trabaja para ellos, es el mejor.
 
—¿Qué les parece si la hacemos en mi casa? Algo tranquilo, no muy exagerado. Solo nosotros y alcohol —propone.
 
Lex se levanta del suelo dejando a Pirata, pero este la sigue hasta el sofá buscando recostarse en sus piernas. —Yo conseguiré el alcohol, y llamaré a Raúl que...
 
—¡No! —gritamos todos al unísono.
 
—Bien —gruñe molesta—, pero nada de fotografías en las redes, me preguntará dónde estoy.
 
—¿Acaso es tu padre que tiene que darte permiso para salir? —murmura Amelie. Su novio la toma de la mano tratando que se calme.
 
La vi pelear con él unas cuantas veces, pero a quien no —y me sorprende mucho— es a su amiga de ojos del mar. Es la más... no lo sé, la que no tiene miedo de plantarse en frente de alguien y decirle todas sus verdades. Si tienen dudas de eso pueden preguntármelo a mí.
 
El dueño de la casa nos quiere llevar al centro comercial puesto que necesita comprar cosas con que decorar esta noche porque las anteriores se arruinaron en la última fiesta de piscina que hizo.
¿A cuántas fiestas se puede ir antes de que te mueras? Porque los angelinos ya tienen el contador lleno.
 
Luke me lanza las llaves de mi auto a la cara emocionado por la propuesta de su mejor amigo. —Compraremos confeti, luces, esas cartas comestibles... Oh y comida.
 
En mi auto van Christian, Lexi, y por supuesto la otra parte del caballo, Luke.
En el camino decidimos mediante video llamada que yo cocinaría algo rápido y delicioso que incluya postre: hamburguesa y pastel de chocolate. ¿Hay algo mejor en el mundo? Pues no quiero saberlo.
 
Luego de mucho trabajo, y varios regaños dirigidos a mis amigos por estar molestando en mi mesa de trabajo, logro terminarlo todo, y sin cortarme ningún dedo o tener la necesidad de esconder un cuerpo.
 
—Vaya que cocinas bien. —Sophia se acerca cuando estoy sacando el pastel del refrigerador—. Podrías enseñarle a una amiga que conozco — comparte una mirada que no logro descifrar con Lex—, es bastante mala en lo que refiere a la gastronomía...
 
—¿Por qué creo que están haciendo de casamenteras ustedes dos? —pregunto colocando la última capa de chocolate de afuera ahora que el bizcocho está frío.
 
Lex chasquea la lengua fingiendo desinterés. —No, por supuesto que no solo... con Sophi creemos que Madi... ¿No piensas que es bastante bonita?
 
—Es preciosa.
 
Hablo sin pensar. ¿Dónde se supone que está el filtro verbal cuando más se lo necesita?
 
«Como si no lo creyeras»
 
Pues sí, pero no es muy bonito vociferarlo a cualquiera que me pregunte. Menos si es a sus mejores amigas.
 
Trato de solucionar el problema como pueda. —No voy a negarlo, pero no comiencen con sus cosas...
 
—¿Cosas? No, por supuesto que no. Somos un cofre cerrado. —La castaña le da un mordisco a la mini hamburguesa que de di a ella por no haber molestado en el proceso—. Están deliciosas.
 
—Gracias. Ayúdenme a ponerlos en tuppers y cargarlos al auto.
 
Lex casi que tiene que treparse en la mesada para tomar los contenedores mientras yo limpio la isla de mármol. —¿Ya te vestiste? —Que me quede en silencio le da una respuesta, y no es como que le agrade mucho—. Por Dios, ve a cambiarte que con tu belleza natural no alcanza.
 
Dejo el trapo de cocina sobre la mesada y me quito el delantal. —Bien, pero que sepas que siempre soy guapo.
 
Subo a mi habitación seguido de Pirata. Es raro que se haya despegado por cinco segundos de Lexi.
 
«Estás celoso»
 
No hables.
 
Me pongo lo primero que encuentro en mi armario y que sea adecuado a la ocasión para que mi amiga no me vuelva a regañar

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