Madison
—¿Por qué demonios haría eso? —Doblo a la derecha con la direccional puesta.
—Es un caso hipotético.
—Pues no lo sé, correr creo.
Ya pasó una semana desde el inicio de clases y, hasta el momento, todo va muy bien. Sin duda lo mejor es que aún no me topé por ahí con Steffany.
Verán, ella y yo solíamos llevarnos genial, no éramos las mejores amigas, pero tampoco teníamos inconvenientes entre nosotras.
Con el tiempo empezó a cambiar, sus padres hicieron un negocio millonario que los dejó en una muy buena situación económica, y
Steffany se creyó con el derecho de denigrar a las personas por la cantidad de dinero que tenían.
Al día de hoy, trata a las personas como sus esclavos, y los que no quieren arrodillarse ante su majestad —yo por ejemplo— son enemigos de guerra.
Es completa y absolutamente ridícula, por eso la evito a toda costa, es eso o perder los estribos y tirármele encima.
—¿Qué vas a hacer mañana? —pregunta Lexi cambiando la música de mi auto.
—Adelantaré algunos proyectos por la mañana y por la tarde tengo que ir a la Academia a ayudar a Natalie con un par de cosas sobre los ensayos.
Que suerte que no la estaba mirando al responderle, porque un idiota al volante decidió cruzar con el semáforo en rojo mientras yo estaba allí. Obvio que frené de golpe y como mi padre me enseñó, le insulté hasta a su tatarabuela muerta.
«Que elegancia la de Francia»
Soy una princesa con boca de camionero, no me juzgues.
—¿Quieres que nos encontremos luego? Le escribiré a las chicas.
Acepto su propuesta entusiasmada con la idea. Hace tiempo que no nos juntamos las cuatro solas, y ahora que una persona a la que todavía no puedo mencionar no está debemos aprovechar cada momento de felicidad.
Estaciono a mi bebé minutos después en un sitio con pocos vehículos en el centro comercial.
—Entonces... ¿Qué vinimos a buscar? —Le coloco la alarma de seguridad al auto mientras caminamos al interior del edificio.
—El próximo fin de semana Ryan hará una de sus famosas fiestas y tenemos que conseguir algo digno que ponernos. Esta vez tiene temática. —Me quedo en silencio esperando lo que sigue—: Blanco y negro
No puedo evitar reírme de su falta de originalidad, creí que sería algo un poco más imaginativo como carnaval o... una fiesta a la que tienes que ir en pijama suena muy tentadora.
Aunque trate de retenerse, mi amiga también termina por soltar una carcajada. —Déjalo en paz, que al menos él sí hace fiestas.
Esta conversación la hemos tenido varias veces. Mi casa tiene el tamaño perfecto para llenarla de alcohol, música, y adolescentes; el problema es que esa combinación nunca puede terminar bien, y si tengo que enumerarles la cantidad de cosas que he visto destrozadas en las casas luego de que la euforia pasara quedarían horrorizados.
Recuerdo que una oportunidad en la que un recién llegado a Los Ángeles quiso hacer una fiesta para que en la escuela sea reconocido y poder hacer varios amigos. ¿Adivinaron lo que pasó? Bueno, pues su madre se encontró a la mañana siguiente con la mitad de las decoraciones rotas, paredes y pisos manchadas con sustancias asquerosas, y hasta un baño inundado.
¿Y quieren que yo le haga eso a mi amado hogar? No, gracias.
Terminamos con el tema y nos adentramos a las infinitas tiendas de ropa.
«Este será un largo día»
Ni que lo digas.
—Pausa, pausa, pausa. Ya me duelen los pies, Lexi. —Obligo a que se siente en una de los sillones rojos del primer piso.
Hace casi dos horas que estamos dando vueltas porque la señorita no se decide entre comprar un vestido corto, uno un poco más largo pero con un corte que empieza en el muslo, o un pantalón ajustado con una blusa suelta a juego.
—Vas a matarme. —Apoyo la espalda sobre el respaldo y estiro las piernas hasta hacerlas sonar—. ¿Qué dices si nos detenemos a comer algo y luego seguimos? Muero por la hamburguesa más grasienta que me encuentre.
De solo pensarlo se me hace agua la boca, y es que si hay algo que adore en esta vida es la comida. Hago el esfuerzo de levantarme con la idea de la recompensa que conlleva
—Podemos ir a este de aquí —voltea hacia otro restaurante—, pero allí hay mucha fila, así que mejor a... oh no espera, vayamos a...
Pasamos al menos media hora más caminando por el patio de comida como dos perros callejeros porque la idiota de mi amiga no se decide si comer en Hungry Burgers o en McDonald's.
En realidad yo la seguí los primeros quince minutos, luego me senté en donde estaba antes resignada a que mi amiga apesta tomando decisiones.
—¡Ya Lexi! —grito cuando mi estómago llega a doler del hambre—, vamos a ir a comer Hungry Burgers y fin de la discusión.
—Pero...
—Pero nada —la interrumpo tirándola del brazo—, yo pago entonces yo elijo.
Suspiro aliviada al no recibir otra queja. La dejo a cargo de conseguir una mesa mientras que yo pido la comida, y gracias al cielo tiene su hamburguesa favorita de aquí porque si no me graduaría antes de que se dignara a elegir un asqueroso pedazo de carne entre dos panes.
—Ey, hablando de animales...¿Qué tal todo con Raúl? —pregunto jugando con una papa y el aderezo. Levanto la mirada en su dirección, y resulta que está viéndome con una ceja arqueada—. ¿Qué? Si suena como animal, y hace como animal... Entonces es un animal.
—Madison...
Me rindo suspirando. —Bien ya, ¿qué tal todo con el humano Raúl?
Raúl es la persona que todavía no podía mencionar. Ha sido el amor de la vida de Lexi desde hace ya bastante tiempo, tal vez cinco años. Pero el muy idiota quiso formalizar hace dos.
En mi humilde y sincera opinión, es un imbécil; tiene pensamientos retrógrados que no se molesta en ocultar y acciones asquerosas que le faltan el respeto a su pareja. No les miento cuando digo que es un mono sin desarrollar
Y de todas formas mi amiga lo ama, creo que está cegada por sus músculos y cabello rubio. Por eso luego de nuestra primera discusión decidí mantenerme alejada de él, lastimó mucho a Lex y a mí no me gustan los problemas.
Pero eso no quiere decir que no sepa lanzar unos buenos derechazos si alguien me falta el respeto, cosa que él ya hizo varias veces. Hemos chocado hasta el punto de casi agarrarnos a golpes, y en ninguna ocasión pude hacer lo que quería porque nos detenían antes de tiempo.
—De maravilla. —La alegría de la castaña me saca de mis pensamientos—, la próxima semana vuelve de Australia, ¿puedes creerlo? Hace casi un mes no lo veo.
«Por eso es que ha estado tan radiante los últimos días, eh»
—Es... genial. —Le doy un gran sorbo a mi bebida tratando de tragarme el sin fin de insultos que se me vienen a la mente.
—Madi, sé que no te cae bien, a ninguna de ustedes de hecho. Pero es mi decisión estar con él —sentencia algo seria—, y se me hace una estupidez que te alejes tanto cuando lo ves llegar.
—A treinta metros no escucho lo que dice o hace, por lo que no me dan ganas de sacarle los ojos con una aguja cuando —sonrío limpiándome el aceite de las manos con una servilleta—. Ahora vamos a buscar lo que te pondrás, pero más te vale que sea rápido.
—Ajá, como digas.
Unas cuantas horas después salimos al estacionamiento cargadas de bolsas. Yo solo tengo una cargada con una sola prenda, y los mangos de donde la sostengo ya se arruinaron por tenerlos durante tanto tiempo.
Busco las llaves de mi auto en el bolso quejándome de todo lo que tardamos para que termine llevándose a casa las tres opciones que tenía.
—No tardamos tanto... —evita mi mirada acusadora de camino a mi bebé—, solo un poco.
—Lexi, llegamos aquí a las tres de la tarde, son las... —observo mi reloj, ganándome el susto de mi vida— ¿¡Las ocho de la noche!? Estoy más que muerta. Apúrate que aún tengo que llevarte a tu casa.
—Sí... hablando de eso... necesito que me lleves fuera de la ciudad —ríe inocente.
—¡¿Qué?!
De seguro parezco una desquiciada con los ojos saltones en este momento, pero de verdad me preocupa lo enfadados que puedan llegar a estar mis padres si no me teletransporto a mi habitación ya.
—Unos amigos harán una fiesta y mis padres ya saben que iré a dormir a tu casa. Si aparezco allí comenzarán con el sermón de las mentiras y...
La interrumpo cansada de sus excusas. —Ya, súbete antes de que me arrepienta y te lleve en avioneta a Rusia. —Pierdo la poca paciencia que me quedaba.
Son las diez y media de la noche cuando llego a mi casa, Dios, espero que mis padres no estén por aquí o me asesinarán.
No es que tenga un horario estricto de llegada, pero no doy señales de vida desde hace horas ya que mi teléfono murió mientras todavía había luz de día.
Abro la puerta con extremo silencio, dejé a mi bebé frente a la puerta del garaje para no llamar la atención con el portón. Y justo cuando estoy a punto de salirme con la mía, veo a Venus entrar del jardín.
—Si no dices nada, te compro golosinas por el resto del mes —le susurro.
—Alto ahí, señorita. —la voz de mi padre me atrapa subiendo las escaleras—. Bien hecho, Venus.
—Perra traidora —le murmuro antes de voltearme con la mejor sonrisa de ángel—. Hola... papi.
Camina a la cocina ignorando mis métodos de salvación, bien, esto será más complicado de lo que imaginé
—Lo siento. —sigo sus pasos como niña regañada—. Salí con Lex al centro comercial y se nos hizo tarde. Luego tuve que llevarla a lo de Amelie... —miento con descaro— porque sus padres no estarían en casa.
—Está bien, igual te cubrí con tu madre y con tu nana —dice como si me hubiese leído la mente.
—¿Sabías que tengo al mejor papá del mundo? —Me escabullo entre sus brazos para abrazarlo con fuerza.
Besa mi sien acariciando la parte alta de mi espalda —Sí, lo sé. Ya me voy a dormir, tienes lasaña en el horno por si te da hambre.
Se lo agradezco con la mirada, pero luego de esa enorme hamburguesa no creo poder comer nada hasta mañana por la mañana. E igual podré bajar en la madrugada si se me antoja la especialidad de mi nana.
Palmea despacio la zona que antes acariciaba. —Te amo, hija. —Se va sin esperar una respuesta de mi parte.
Cada que me llama así algo se me remueve dentro. Para mí es mi padre desde que tengo ocho años, y siempre va a serlo; no me arrepiento ni por un segundo de haberlo conocido y le doy gracias al cielo que me lo hayan puesto a él en mi camino cuando más lo necesitaba.
Pero hay veces que siento que le debo algo por haberme dado tanto sin esperar nada a cambio, deseo devolverle al menos un poco de todo lo que me entregó.
Elimino mis pensamientos y voy directo a la cama, no tengo la fuerza suficiente como para comer algo y mañana hay varias cosas por hacer.
❁❁❁
En la mañana siguiente despierto de muy buen humor, si hay algo que amo es el horario matutino de los sábados.
Suelo levantarme temprano para desayunar algo delicioso que haya preparado mi nana y luego me quedo en alguna esquina de la casa adelantando tareas o leyendo un buen rato.
Nana siempre llega antes de que nosotros salgamos de la cama, por eso apenas bajamos ya se siente el embriagante aroma a café y alguna de sus delicias matutinas.
Ella es quien se encarga de todo por aquí; dirigir al personal, cocinar, y de niña me cuidaba, sigue haciéndolo en cierto punto.
—Venus, hora de desayunar.
Baja corriendo las escaleras junto a mí y no se detiene hasta llegar al primer piso, de ahí camina al tazón de comida en la cocina con su nombre. Sabe que no puede correr aquí abajo porque nana la regañará, todavía no sé cómo es que lo entendió, pero lo hizo.
Me encuentro con nana sirviendo café en una taza.
—Buongiorno, piccola —dice con una sonrisa.
"Buen día, pequeña"
—Buen día —contesto en mi idioma.
Puede que ame madrugar, pero mis neuronas no suelen funcionar correctamente al principio.
Me dirijo al cuarto de lavado con el tazón de la perra para cargarlo de su alimento, ella en cambio se queda en su lugar moviendo las patas de la ansiedad.
—Anda. —Apenas recibe la orden se abalanza contra el plato como si no hubiese comido en siglos—. Buen provecho.
—¿Qué quieres de desayuno? —me pregunta nana cuando me siento en el taburete de la barra.
La verdad es que no amanecí con demasiada hambre, creo que en realidad decía la verdad anoche sobre esta llena.
Se enfada un poco al decirle que solo le aceptaré una taza de café, pero de todas formas me la entrega refunfuñando algo por lo bajo.
Recuerdo que tengo que irme a la Academia luego y todavía tengo pendientes algunas tareas, por lo que subo a mi habitación en busca de los cuadernos y la Macboock. Tengo planeado usar el domingo para leer hasta que se me sequen los ojos, lo que significa que deberé obligar a mis neuronas trabajar ya con esta tarea.
Mi mala suerte decidió acompañarme esta mañana, porque lo que me toca hacer es psicología. No hay otra cosa que odie en el mundo más que a esa profesora y su materia.
—Buenos días, cariño... —mamá entra a la cocina. Al ver el caos que tengo esparcido en la mesada de mármol se queda estática— ¿Acaso pasó un huracán y yo no me di cuenta?
—No, Cristina, algo mucho peor —le responde mi nana dándole un plato de pancakes—: tu hija. Físicamente están todos bien, psicológicamente, están agotados.
Observo su ir y venir de preocupación con los ojos entrecerrados. No es que estén mintiendo, pero igual me ofende que lo digan.
«Tu cerebro suele ser un desastre, y eso se refleja en el orden»
Tú cierra el pico.
—Pobrecitos —finge tristeza—, deles el día libre, señora Rossi.
—JaJa, muy graciosas —murmuro acomodándome los lentes de lectura sobre la nariz.
Toma asiento a mi lado con su desayuno lista para tragárselo todo escuchando las noticias del día.
Pasamos un rato cada una metida en su mundo, y al mismo tiempo presentes en la realidad. Es como que sentimos la compañía de la otra, pero no nos molestamos en entablar una conversación.
—Oye mamá... —juego con la tapita del bolígrafo negro entre mis dedos nerviosa por lo que le voy a decir— estuve pensando...
—¿Si, hija? —voltea a verme esperando a que diga algo.
—Mi... —carraspeo incómoda— mi padre biológico.
Se tensa de inmediato al oírme, estoy segura de que se esperaba cualquier cosa menos eso.
Sigo hablando pese a su cambio de actitud. —Sigue... ¿Sigue siendo legalmente mi padre?
—¿A qué quieres llegar con esto, Madison? —Solo me llama por mi nombre completo cuando está muy molesta conmigo.
La entiendo, luego de lo que pasó casi no hablamos del tema, no nos gusta recordar el pasado oscuro.
—Curiosidad— miento sin pelos en la lengua.
No puedo decirle mus verdaderos planes o me mandará al diablo con un boleto de avión solo de ida.
—No lo sé, y no me importa. Fin de la discusión. —Me ignora zanjado el tema. Se levanta del asiento para dejar los platos sucios en el lavavajillas sin siquiera mirarme—. Tengo que ir a trabajar, te veo en la noche.
—Maldición —susurro cuando me quedo sola.
~
—¡Déjame!
—Tranquila, lindura. No voy a lastimarte, al menos no por ahora.
—¡No me toques! ¡Papá ayúdame!
Mi papi me mira desde una esquina y sale por la puerta con los brazos detrás de la espalda
—¡PAPÁ, NO ME DEJES SOLA! ¡PAPÁ!
—Ahora que tenemos más privacidad... Vamos a divertirnos mucho, lindura.
~
Vuelvo a la realidad cuando escucho a alguien llamándome a la lejanía.
—¿Señorita Madison?
Volteo en dirección de donde viene la voz y me encuentro a Martina, la chica que se encarga de ayudar a mi nana con las tareas.
Algo parece llamarle la atención en mi cara, porque se le arrugan las cejas preocupada.
Toco mi mejilla por instinto, están mojadas.
Seco rápidamente el área con la parte interna de mis dedos, restándole importancia al asunto.
—¿Pasó algo? —pregunto cuando ya no hay agua.
—Sí, solo quería preguntarle si podía salir antes hoy. Mi padre volvió al hospital y quiero ir a verlo. —agacha la cabeza apenada—. Sé que no tengo derecho a pedirla algo así sabiendo que estuve aumentándome varios días pero...
Me levanto del taburete de un salto —No digas tonterías, puedes tomarte el tiempo que sea necesario. Dile a mi nana que llame a uno de sus contactos que te reemplace mientras tanto.
Sus ojos tienen un brillo intenso por las lágrimas. —Gracia, señorita. En serio muchas gracias.
Se retira sin saber que logró eliminar el nudo que tenía en la garganta por el mal momento de hace unos minutos. Es impresionante cómo alguien con un simple gesto puede levantarte el ánimo.
Es de mediodía cuando estoy entrando a la Academia.
Natalie sigue buscando a alguien que la ayude con las clases de los grupos más grandes, y mientras tanto me tiene a mí siendo su profesora asistente.
No me molesta ni un poco, son chicos bastante buenos, y no solo en el baile, sino también como personas. A la mayoría los conozco desde hace años, solemos encontrarnos en ensayos generales o en muestras que organiza la Academia.
—Madi, que bueno que llegaste, linda — me saluda la recepcionista con una de sus radiantes sonrisas.
—¿Cómo estás, Flor?
Recibo la tableta de llegada para poner mi firma. No estoy muy segura todavía por qué tenemos que avisar que llegamos por escrito si... bueno, ya estamos aquí, pero igualmente lo hago.
—Muy bien. ¿Qué tal tu espalda?
Subo y bajo una ceja recordando. —Mejora de a poco. Todavía tengo que ponerme cremas analgésicas al menos por una semana más.
Es a punto de despedirme de ella e irme, cuando me frena con unos sobres blancos en frente mío pidiéndome que se los dé a Nat cuando la vea, Osea ahora.
Camino directo hasta el salón de baile del tercer piso, donde los grupos más grandes toman sus clases diarias. Al entrar observo a los chicos calentando o estirando en el suelo.
—¿Cómo están hoy? —Tengo que levantar la voz para que me oigan.
Hay unas cuantas caras nuevas que algunos se sorprenden cuando se percatan de que una del grupo Élite está aquí.
Mis ojos captan de reojo a la chica tierna que me encontré en la escuela el primer día de clases. ¿Cómo era que se llamaba? Ellie, Gigi... Evie. Sí, se llamaba Evie.
La primera en acercarse es una de mis favoritas en el grupo, Victoria. Una adolescente rubia de dieciséis años, una de las mejores de la división diría yo.
—¡Madi! Al fin llegas. —Trata de no tocarme demasiado la espalda pese a la euforia por no vernos hace un tiempo que no nos veíamos. —¿Qué tal la lesión?
—Lesionada aún —ruedo los ojos—. No vine a hacer otra cosa que no sea ayudar a Nat... Que por cierto, ¿dónde está?
Me informa que está arriba con unos inversionistas hablando de no sé qué cosa. Debe ser estresante tener que abandonar la clase solo porque vienen a molestarte con idioteces aburridas.
Me siento en el suelo ayudando a Vic a terminar de estirar los músculos, tengo el leve presentimiento de que hoy será una clase intensa.
—Oye... —dejo de hacer presión hacia abajo en sus hombros cuando termina—, ¿estás preparada para el cambio de grupo?
La Academia de se organiza en varios grupos organizados por el nivel y el rango de edad de cada uno.
En total hay cuatro grandes divisiones: de cinco años a siete años, de ocho a once, de doce a catorce y de quince a dieciséis. Dentro de ellos hay una subdivisión; semilla, intermedio, y avanzado.
Cuando llegas a los diecisiete años de edad entras al muevo grupo mediante una audición de una coreografía propia o de alguien más, y si no tienes el nivel correcto quedas fuera.
Y por último, si eres lo suficientemente bueno, te llaman para que formes parte de la Élite. Es un grupo de chicos que no pasan los veinte que están en constante observación por las empresas profesionales del baile, si nadie se contacta contigo para cuando cumples esa edad, lo siento, lo mejor es que busques otra carrera.
—No —niega haciendo un Split lateral—, no me siento lista.
—Oye, créeme cuando te digo que lo estás. Te veo bailar desde hace años. —Trato de darle ánimos, pero no funciona en lo absoluto—. ¿Sabes qué? Puedo llevarte a algunas clases antes de tu audición. Yo me reencuentro con viejos amigos, y tú te acostumbras al ambiente. ¿Qué dices?
—Digo que eres la mejor del mundo —responde con una sonrisa.
«Que nos diga algo que ya no sepa»
Conciencia engreída.
«Sabes que tengo razones»
Sí, pero no lo digas de forma tan abierta.
Me levanto del suelo y le extiendo las manos a Victoria para que haga lo mismo al escuchar la voz de Natalie en el pasillo.
—¡Muy bien todos!, acérquese al centro —y aquí está—, hoy vamos a trabajar con algo divertido. Antes quiero que empiecen con las técnicas de contemporáneo que hicimos la clase pasada. —Posa sus ojos en mí—. Grupo, ella es Madison Fox, de seguro la conocen por ser parte del grupo Élite. Estará ayudándome los próximos días, de nada.
Sonrío negando con la cabeza; es poco decir que se siente orgullosa por el talento que tenemos sus alumnos, y lo mencionará en cada oportunidad que pueda.
Sale del estudio dejando a los chicos practicando y me pide que la acompañe.
—Madi, quería preguntarte algo —dice viendo los sobres que Flor me entregó y yo le entregué a ella.
Recargo el peso de mi cuerpo en una de las paredes grises. —Dispara.
—¿Qué piensas de Raquel Medina como profesora asistente?
Raquel fue una alumna estrella de la Élite hace un tiempo, recuerdo haberla visto bailar cuando apenas iniciaba aquí. Al día de hoy sigue siendo reconocida en la Academia, no solo por su talento, si no que también por su accidente.
En una de las prácticas antes de una función se fracturó el fémur izquierdo de una forma tan atípica que le impidió volver a bailar. Una lástima considerando el gran amor y pasión que le tenía a la danza.
—Si me pides mi opinión como compañera, te diría que se lo merece. Es buena y tiene las estructuras para el puesto.
Arquea una ceja interesada por mi peculiar respuesta. —¿Y como profesional?
—Te diría que es muy exigente y muy buena en lo que hace, pero no creo que sea la indicada. Tiene un carácter muy serio y poco flexible.
—Yo también soy así. —Rebate.
«Ni me lo recuerdes»
—¿Y por qué crees que necesitas a un ayudante? —logro dejarla sin palabras—. Mira, los chicos necesitan a una amiga, alguien con quien puedan reírse en medio de la clase y hacer bromas.
—¿Como tú?
Soy yo la que se queda en silencio ahora. Tenía el presentimiento de que algún día pondría sobre la mesa la idea de darme el empleo, pero no creí que lo hiciera de una forma tan directa.
Intento rechazar su oferta sin sonar desinteresada con el tema. —Me halagas, Natalie. Pero apenas tengo tiempo para mí misma y...
—Solo piénsalo —interrumpe con una sonrisa, algo se tiene entre manos si está tan tranquila. Abre la puerta de la que salimos antes—, no necesito una respuesta ahora.
Luego de un rato, la pesadilla andante les da un respiro a los chicos de los torturantes ejercicios de técnica y deja que me encargue de la parte divertida.
Voy hasta mi teléfono guardado en mi bolso de entrenamiento y lo conecto a los parlantes. ¿Qué mejor que J Balvin para desestresarse un poco?
Volteo con una sonrisa. —Okey, ya hicimos esta coreografía antes, la conocen. Y para los nuevos, esta es una de las piezas que hicieron en la audición, tranquilos.
Veo varias caras relajarse, especialmente la de Evie. Estuve mirándola, es una niña muy talentosa, y tiene algo especial en ella que todavía no logro descifrar, pero nuestra profesora también lo vio.
Desde ya me compadezco con la niña, porque cuando la gran Natalie Pérez ve un talento, lo exprime hasta que no pueda moverse.
«Pobrecita»
Nah, le dolerá, pero valdrá la pena.
La melodía de Mi gente comienza a sonar, poniéndole al instante de buen humor.
Voy corrigiendo pequeños detalles sola a media que la música corre ya que Nat decidió sentarse a observar.
—Estira el brazo Paul... Carmen, sigue la mano con la mirada... Daisy, cuidado con tu eje. —Camino por todo el estudio prestándole atención a sus movimientos—. Usen la técnica de estiramiento que Natalie les enseñó. Es aburrida y dolorosa, lo sé, pero sirve bastante a la hora de ejecutar coreografías complejas a la perfección.
Una hora después la clase se termina, estoy agotada y eso que no fui yo la que bailó. Me dirijo a la esquina donde dejé mis cosas para tomarlas e irme.
Tengo que apurarme en llegar a mi casa rápido ya que con las chicas decidimos ir a un lago fuera de la ciudad.
Choco con alguien saliendo del salón, es Evie.
—Hey, ¿Cómo estás, Evie?
—Mmm, bien. Oye... en realidad.. Mi nombre es Allison.
Comienza a sonrojarse a medida que salimos juntas del lugar.
—Lo siento por eso, es que cuando te conocí estaba algo nerviosa, es decir, claro que estaría nerviosa. Tú debes estar acostumbrada ya que muchas personas te conocen y por eso estabas tan tranquila, pero yo casi me desmayo de los nervios. Por eso te dije que me llamaba como mi hermanita menor, Evie y no como en realidad me llamo, Allison —habla tan rápido que apenas le entiendo—. Solo quería agradecerte. No lo sabes, pero gracias a ti me animé a inscribirme a esta Academia. Me mudé de New York hace una semana.
Sonrío impresionada. —Wow, es muy lejos. ¿Tu familia vino contigo?
—Sí, ellos me apoyan muchísimo, en especial mi hermano Alexander. —Se le escapa una sonrisita, supongo que se lleva bien con su hermano.
Envidio su fortuna, siempre quise sentir el amor de hermanos. Por supuesto que tengo amigas que adoro como si fueran mi sangre, pero el cariño que se tienen quienes comparten padres es el lazo más fuerte que existe en la vida.
—Hola. —Cuando quiero darme cuenta ya estamos en la calle, en frente de una mujer parecida a Ev.. Allison—. Soy Luz Johnson, la madre de Allison. —Me extiende la mano amable.
Está usando un traje que le queda pintado en el cuerpo, y su cabello recogido en una cola alta resalta sus preciosos ojos color avellanas, dándole un aire más formal.
«Quiero ser como ella cuando tengamos su edad»
Lo intentaremos.
—Un gusto, señora Johnson, Soy Madison.
Chasque la lengua. —Dime Luz, señora me hace sentir muy vieja. ¿De qué hablaban?
Volteo la cara a quien fue mi alumna hoy. —Estaba a punto de decirle a Allison que es muy buena. —Lo próximo se lo digo a ella—. Tienes rapidez aprendiendo y poniendo en práctica lo que se te corrige, sabes escuchar, y lo más importante es que tienes la pasión por el baile.
Apuesto lo que sea a que prefiere cortarse un brazo antes que faltar a una clase. Estoy segura porque yo me sentía así cuando tenía su edad, tal vez era un poco más pequeña y ya estaba llorando para que me trajeran a la Academia.
—Y no solo yo lo noté, Natalie también. —Sus ojos comienzan a inundarse—. Prepárate, porque tenía la cara de "vi un talento y voy a exprimirlo hasta que quiera renunciar". Va a ser muy dura contigo, y te darán ganas de tirar la toalla al final de cada clase, pero tú asiste cada día con la cabeza en alto, responde cada grito o exigencia con un asentimiento seguro; y con el tiempo verá que vales la pena, y te ganarás su respeto.
Para cuando termino, ella está casi llorando.
—¿De verdad creen que soy así de buena? —Se me estruja el corazón solo con escucharla.
Le sonrío dulcemente —No solo lo creemos, lo sabemos. Pero quien más tiene que saberlo, eres tú Allison; créete la mejor, esfuérzate, pelea por un lugar, y te prometo que llegarás muy lejos.
Eso hace que termine de largar el llanto. Muerdo mi labio con el pecho casi a estallar y la abrazo como si fuese mi hermana menor. Es una chica tan tierna que te dan ganas de llevártela a tu casa y cuidarla.
—Gracias, Madison. No sabes cuánto significan esas palabras viniendo de ti. —Se le corta un poco la voz al hablar.
No puedo evitarlo, me sale un instinto de hermana mayor que nunca tuve con nadie y la aprieto más contra mí, acariciándole el cabello hasta que se calme.
Cuando levanto la vista hacia enfrente, está la señora Luz mirándonos con cariño. Dios, ya me dieron ganas de ser parte de esta familia.
—Oye —aparta la mirada al separarnos—, sé que tal vez te incomode y estás en todo tu derecho de negármelo, pero... ¿Podemos tomarnos una fotografía?
—Por supuesto que sí, cariño. —Saco mi teléfono y lo acomodo para sacarnos una selfie—. Listo, te buscaré en Instagram y te la pasaré. Ahora, tengo que irme ya. Fue un placer conocerla, seño... —me observa seria— Luz. —Le saco una sonrisa que imito.
Me alejo de ellas sin esperar respuesta en dirección a mi auto. Ya dentro mando un mensaje al grupo que comparto con las chicas.
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The Real You
Teen Fiction¡HISTORIA TERMINADA! Madison Fox: bailarina, multimillonaria, y heredera de un imperio hotelero. Los que no la conocen la catalogan como la hija de mami y papi que le compran todos sus logros; quienes realmente logran pasar esa muralla ven a una muj...