Capítulo IV

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Alexander
 
—¡Llegamos!
 
Genial, las cabras locas ya están aquí.
 
Levanto la vista en dirección a la entrada. Allison y mamá entran como un torbellino hablando y riendo de sabrá Dios que
 
—Hola, hijo. —Besa mi sien a modo de saludo. Arquea una ceja al ver el caos esparcido encima de la mesa—. ¿Qué... Qué se supone que signifique esto?
 
—Mi curso de tortura diario —respondo suspirando—. ¿Quieres ver? tal vez tenga más sentido para ti.
 
Se dirige a la cocina negando con la cabeza y un sonido nasal acompañando —No gracias, pero dime de qué se trata y puedo ayudarte.
 
«Aquí se necesitan como cuatro cerebros trabajando, no dos»
 
No pierdo nada intentando, ¿verdad?
 
Y aunque le ponga toda la fe a la inteligencia de los Baker Johnson, simplemente las matemáticas no son lo nuestro.
 
—¿Sabes cuál es la forma polar de un número?
 
Se voltea en mi dirección y me mira como si me hubiese salido una tercer ojo con pelos en el medio de la frente. —Creo que deberías tomarte un descanso de eso, trabajar tanto puede hacer que tus neuronas se terminen fundiendo.
 
«Coincido»
 
Si mamá lo dices, por algo será. No queremos ignorar sus consejos y que al final tenga razón.
 
«También coincido»
 
Suelto el lápiz y guardo los cuadernos dentro de la mochila, a esta la coloco sobre el sofá recordando llevarla luego a mi habitación para seguir con el martirio.
 
Me acerco a la isla de la cocina y veo a loca número dos mirando el teléfono embobada.
Ahora que lo pienso, no dijo ni una sola palabra desde que llegó, y eso que tiré de su cabello cuando pasé detrás de ella al ir hacia la sala de estar.
 
Eso es bastante raro, ya que ella habla hasta dormida.
Tal vez lo que tenía no era locura, sino que era una enfermedad rara que está en su etapa final. ¡Sabía que debía hacerles exámenes sanguíneos!
 
—¿Y a ti qué te pasa, Lady Gaga por fin respondió alguno de tus tantos mensajes predicándole amor eterno? —Golpeo su nuca cuando no me responde—. Oye, momia.
 
Miro sobre el hombro de Allison y entiendo el por qué de su bloqueo mental.
 
—Pudo conversar con Madi hoy —explica mamá—. De camino aquí su teléfono sonó por una notificación y lo último que me dijo fue que había subido la foto, luego de eso se quedó como en pausa.
 
Al menos sé que su enfermedad no es grave, solo es una fascinación rara por personas famosas.
 
—No puedo creer lo que me dijo —habla por primera vez desde que llegó.
 
No entiendo nada, y sus respuestas incoherentes no me ayudan ni un poquito. Solo espero que no haya pasado nada malo.
 
—Cosas hermosas, parecían familia cuando la abrazó para consolarla —interviene Luz al entender que su hija no va a cooperar—. Es una chica muy dulce a decir verdad, me alegró mucho poder conocerla —sonríe sirviéndose limonada en un vaso.
 
Que mi madre piense así de Madison Fox hace que baje un poco mis defensas, pero sigo sin creerle del todo.
Nadie puede juzgarme, pasé malos momentos con chicas como ella, es decir que estoy en todo mi derecho de estar a la defensiva.
 
—Ella dijo que tengo... tengo futuro en el baile. —Allison me mira con los ojos bien abiertos, creo que sigue medio idiotizada—. Y que sea alguien con el peso de su nombre quien lo diga lo hace mucho más real. Entre todas las personas que estaban allí, me vio a mí, vio mi potencial. —Se le escapa una minúscula lágrima de lo que supongo es felicidad.
 
—Suena bastante bien ¿no? —pregunto con el orgullo burbujeando en mi interior.
 
—Más que bien, significa que el esfuerzo de todos está valiendo la pena. —Suelta otra lágrima que me encoge el corazón.
 
La atraigo a mi cuerpo y le doy un beso en su cabello mientras que respiro su aroma natural. —Por supuesto que sí, enana desquiciada 
 
—Les tomé esta fotografía a la salida —acota muestra madre—, ya tienes otra para tu colección, Allie.
 
Nos pasa su teléfono con las comisuras elevadas, en la pantalla hay una foto de dos chicas abrazadas, una es mi hermanita y deduzco que la otra es Madison porque no se le puede ver la cara.
—Es como si se conocieran de toda la vida. —Esta vez soy yo el que queda hipnotizado como idiota.
 
No tengo idea de por qué, pero algo se me remueve dentro, como un presentimiento de lo que pasará a futuro y todavía no conozco.
 
Creo que estas mujeres ya me pegaron su locura.
 
Mamá recupera su celular. —Madi causa ese efecto, hablé con ella por dos minuto y ya siento la necesidad de contarle sobre todos mis problemas.
 
—¿Y desde cuándo le dices Madi? —enarco una ceja.
 
«Suena muy bien en mi boca»
 
¿Acabas de decir eso?
 
«Oh sí»
 
—Desde que la conocí —rebate—, tiene esa mirada...
 
Camino al otro lado de la isla donde está el refrigerador. Papá decidió abandonarnos y llevar a su hijita menor a comer sin pensar ni por un segundo en el resto de su familia.
 
Tomo un vaso y me sirvo jugo de naranja resignado al ver que no dejó nada preparado para nosotros.
 
—La mirada de saber escuchar, apuesto lo que sea a que adora leer.
 
—Es ridículo, ¿Cómo podrías saber eso solo con "su mirada"?
 
—Solo lo sé —responde con simpleza—. Ahora... ¿Qué quieren comer?
 
—Creo que es viernes de pizza.
 

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