Capítulo XII

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Madison
 
—¿Qué dices?
 
—Mmmm, no. Creo que quedaba mejor en la otra esquina.
 
—Pero allí va a ir el guardarropas.
 
—Tienes razón. —Observo a los chicos que nos ayudan—. ¿Les molestaría ponerlo...
 
—¡Ya sé! —interrumpe la pelirroja— pongámoslo en la entrada, así no obstruye nada aquí adentro.
 
—Eres una genio, Amelie. Ya la escucharon, chicos, la mesa de los tickets irá afuera.
 
Tacho "mesa de entrada" de la lista de tareas viendo cómo los dos pobres que se ofrecieron a trabajar con nosotras se quejan del dolor muscular.
 
En nuestra defensa, hacemos esto todos los años sin falta, ya saben a lo que se enfrentarán apenas le entreguen sus servicios a Madison Fox y Amelie Jones.
 
—Si saben que somos personas con sentimientos, ¿no? —Mi mejor amigo habla detrás mío—. No pueden tratarnos como esclavos.
 
—Deja de quejarte y mueve el trasero, Sunshine. —Respondo aún de espaldas, sin darle mucha importancia a lo que tenga que decirme.
 
—Mivi il trisiri Sinshini —imita entre dientes.
 
Ahora sí me volteo, apuntándolo con el bolígrafo que tengo en la mano. —Bicho de luz, te recuerdo que no saldaste tu deuda por la clase particular de química que que te di el otro día.
 
—¡A trabajar! —Hace un saludo militar y sigue cargando lo que sea que lleva a la cafetería junto a otros más que tomaron un descanso mientras hablábamos.
 
«Ridículos»
 
Tomo una de las sillas para subirme a pegar las tiras de papel a la puerta del gimnasio. El problema aquí es que estas malditas cosas tuvieron un incidente en el viaje hacia aquí, así que tengo que pegar tira por tira sobre un parco de un metro de ancho.
 
Que alguien ya me mate y acabe con mi sufrimiento.
 
—Madi-Madz, te traje café —canturrea Lexi acercándose.
 
Le arrebato aún arriba el manjar líquido de entre las manos. —¿Sabías que eres la mejor persona del mundo entero?
 
—Ajá sí, ¿en qué puedo ayudar? Que no sea algo demasiado pesado porque estoy sola. —Arrugo las cejas confundida—. Sophia fue a la oficina del director a dormir un rato más. —Explica al ver mi cara.
 
«Oh no»
 
Eso será divertido de ver.
 
«Pobrecita»
 
—¿Saben que el director suele estar aquí a esta hora verdad? —le pido con la mano la cinta adhesiva— No importa que no haya clases hoy.
 
—Supongo que en algún momento lo descubrirá. —Se encoge de hombros desinteresada—. Dime, ¿qué puedo hacer para aliviar tu lista de tareas? —comienza a ojear mi cuaderno—. ¿Te parece si voy a arreglar la cafetería? Parece ser lo menos tedioso que haya aquí.
 
—Claro, busca en los papeles que están sobre esa mesa cómo es la decoración del sector "Buffet exprés". —Le señalo con la mirada el lugar donde buscar—. No vayas a preguntar por los nombres, Amelie los puso.
 
Abre los ojos leyendo los títulos de las hojas. —"Mueve tu esqueleto", "Entras haces y sales", "Cuidado con las abejas". Sí, sin duda son nombres que Mel pondría. —Reímos juntas.
 
Bajo de un salto con cuidado de no derramar mi café y me alejo rogando porque las tiras estén derechas. Perfectas. Y gracias al cielo, porque no de chiste las quitaba y empezaba de nuevo.
 
—Bueno, yo me voy a mi sector de trabajo. —Besa mi mejilla—. Si ves a Sophi por ahí, dile que estoy en cualquier lugar menos en la cafetería. Estuvo casi todo el viaje en taxi hablando del innombrable, ya no la soporto.
 
—Tranquila, protegeré tu ubicación. Pero si comienza a molestarme voy a soltar la lengua —advierto.
 
—Es lo justo —guiña un ojo y se voltea—. ¡Voy a querer un almuerzo después de esto!
 
«Sabía que su ayuda no sería gratis»
 
¿Tenías duda de eso?
 
Comienzo a inflar a pulmón cada uno de los globos  que irán en las paredes y techos, son como un millón y si no empiezo ahora terminaré cuando cumpla veinte años de graduada.
 
—¿Quién demonios pensó que llenar el lugar de estas cosas sería buena idea? —gruño entre dientes.
 
«Yo, son hermosos»
 
Quedas de forma oficial expulsada del staff del día de la familia.
 
«¡No es justo!»
 
La vida no es justa, cariño.
 
—Madi, los chicos y yo ya tenemos que... Vaya, esta es una escena muy adorable de presenciar.
 
—Cierra el pico, Samuel. —Suelto al aire el último globo. Estoy sentada en el suelo literalmente rodeada de ellos—. Ayúdame a levantarme, si exploto uno me dará algo. —tomo sus manos para hacer impulso— ¿Qué me decías?
 
Salimos del mar de posibles bombas arrastrando los pies.
 
—Que los chicos y yo tenemos que ir al entrenamiento.
 
—Bien —exhalo con una sonrisa—, pero más vale que vuelvan luego con todo el equipo y llenos de ganas de ayudar.
 
—Estaremos muy agotados y...
 
—Yo invito las pizzas —lo interrumpo cansada—, y las entradas serán gratuitas. Pero solo al equipo de fútbol así que no digan nada o perderán ese privilegio.
 
Entre los distintos equipos hay una enorme rivalidad. En el pasado hubo peleas y bromas pesadas entre ellos.
 
La más conocida es la de Los Pumas —fútbol americano— y Las Panteras —baloncesto—. Los primeros le pusieron pegamento industrial a los balones de sus rivales y cera en el suelo de su cancha. Recuerdo que la escuela completa fue castigada durante una semana completa.
 
—Déjame consultarlo con el grupo —escribe algo en su teléfono—, aceptamos.
 
—Bien. Oye... —camino hasta donde dejé mi cuaderno— sé que lo que te estoy a punto de pedir es injusto, pero necesito...
 
—No me perderé la práctica de los viernes por ustedes y no me vas a manipular para eso. —Me interrumpe, cierra sus ojos y se tapa los oídos como un niño—. ¡No te escucho, no te escucho, no te escucho!
 
—No seas infantil, Samuel —le quito las manos—, no voy a manipularte para nada.
 
«¿Y se supone que él es el más responsable de todos?»
 
Todos tienen un miedo, y el de él somos su novia y yo.
 
Extiende su mano en mi dirección. —Júralo.
 
—¿Es en serio? —No da el brazo a torcer, por lo que hago lo que me pide rodando los ojos—. Bien, lo juro por la garrita.
 
Asiente satisfecho con lo que logró. —¿Qué quieres pedirme, pequeña Madi?
 
—Que no le digas nada a Alexander. Tuvimos una discusión ayer y la verdad no lo quiero cerca. —No entro en detalles, al parecer se llevan muy bien y no quiero arruinarles eso—. ¿Puedes?
 
De repente aparece su lado protector, así que lo detengo antes de que comience a preguntar y tenga que evitar el tema.
 
—No es nada grave, solo no congeniamos mucho. —Acaricio su brazo—. Ahora vete a calentar con Jones, bello amigo. Cuando vuelvan van a saber lo que es un verdadero entrenamiento a lo Madison Fox —bromeo.
 
—No tengo dudas de ello —niega con la cabeza—. Nos vemos luego, pequeña Madi.
 
Sale del gimnasio acompañado de los otros chicos que también secuestré, es decir el equipo entero.
 
Todavía me faltan varias cosas por hacer, así que tengo que empezar ya si quiero irme temprano a casa.
 
—¿Hola?, disculpe —una voz desconocida me habla.
 
Junto las cejas confundida. —Hola... Lo siento, ¿te conozco?
 
—¿Tú eres el duende loco?
 
«¿Qué diablos hiciste Luke»
 
Voy a asesinarlo apenas lo vea.
 
—Emmm sí ¿por qué? —pregunto intentando no morirme de la vergüenza.
 
—Me dijeron que te entregue esto —extiende una bolsa de papel—, y también esto. —Saca una carta del bolsillo trasero de su pantalón.
 
"Mi deuda está saldada, duende, aquí está tu desayuno. Aún así voy a ayudarte, te debo bastantes todavía. Nos vemos; tu Sunshine"
 
O dios, que vergüenza.
 
—¿Puede firmar esto para que pueda irme? —El pobre hombre me mira horrorizado
 
«Lo espantamos»
 
Yo no, fue Luke. A mí no me van a echar culpas.
 
Firmo una hoja que está escrita a mano, con la letra del idiota de mi mejor amigo. Espero que al menos la paga por hacer esto haya sido buena.
 
Lo veo irse apurado de la escuela, como si estuviera siendo perseguido por la mismísima encarnación del diablo. Pobre chico.
 
Termino de colgar globos, ayudar con las luces, carteles, telas, y recibo los stands de las actividades recreativas. El gimnasio parece un parque de diversiones, claro que sin la vuelta al mundo, se nos iba mucho el presupuesto si alquilábamos una.
 
Celebramos y aplaudimos cuando doy el aviso de que por fin terminamos con este sector. Aunque todavía nos faltan algunos detalles que se harán el mismo día, lo más pesado ya está hecho.
 
—Recuerden que la celebración empieza a las cinco —informo alzando la voz—, pero si pueden venir una o dos horas antes serían de gran ayuda para terminar las últimas cosas.
 
«Vamos a molestar a nuestra linda Amelie»
 
Buena idea.
 
La encuentro en la cafetería. Lex también está aquí, solo que no quiero interrumpirla ya que está haciendo un muy buen trabajo dirigiendo a medio equipo de béisbol.
 
«Esa es mi chica»
 
—¿Cómo vas, Mel? —pregunto tomando asiento en una de las mesas que todavía no fueron acomodadas—. ¿Falta mucho? Porque los chicos están por terminar su entrenamiento y tenemos que acomodar los stands a nuestro gusto.
 
—Ya casi termino —informa leyendo su cuaderno—. Los food truks llegarán el domingo unas horas antes para ir preparando la comida; ya se organizaron con el club de cocina, mientras afuera sirven los camiones, aquí nuestros chicos proveerán snacks y bebidas calientes.
 
—Suena bastante bien.
 
La escucho hablar y hablar sobre lo que le falta terminar mientras camino a la cocina en busca de... aquí están
 
—Todo saldrá bien, tú tranquila. —Robo un par de chocolates de la alacena—. Además, nosotras estaremos vigilando como halcones. Ten. —Le extiendo uno.
 
—Mimí cuenta los ingredientes de su cocina, va a asesinarnos.
 
Predica pero no aplica, ya que comienza a abrir su barra sin pena por lo que acaba de decir.
 
—¡Aquí están sus hermosos príncipes y sus súbditos para servirles! —Me llevo a la boca lo que me quedaba de mi dulce cuando escucho a Luke gritar.
 
Una manada de testosterona entra al lugar, siendo liderada por nuestro sexy trío de la locura. Desde aquí puedo oler el hedor a cuerpos sudados y apestosos.
 
«Creo que su ayuda no será necesaria después de todo»
 
Amelie simula que busca a alguien. —¿Y los príncipes?
 
«Ja, esa fue buena»
 
—Eso dolió —se queja su novio—. Se supone que Madison es la cruel, y tú me defiendes.
 
—No seas llorón Samuel, tu novia me prefiere a mí, acéptalo. —Abrazo a mi amiga por los hombros.
 
—Ya quisieras — murmura entre dientes—. Si ya terminaron con sus bromas, ¿pueden decirnos qué debemos hacer? Porque todos aquí morimos por unas ricas pizzas.
 
—Solo las tendrán si hacen bien su trabajo, si no, pueden conformarse con la entrada gratis el domingo.
 
Amelie y yo caminamos delante del mar de músculos, muchas nos envidiarían en estos momentos.
 
—Muy bien. Muchachos, háganlo por la comida.
 
Comienzan a hacer un canto característico del equipo.
 
«Ridículos»
 

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