CAPÍTULO 4

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Habían pasado cerca de cuatro días desde que Jin fue ingresado al hospital, era un viernes y seria dado de alta por la tarde, Nam había permanecido casi todo el tiempo con él, solo iba a su casa por la noche cuando Jin dormía, cuando éste despertaba el moreno siempre se encontraba dormido recargado sobre su cama, lo observaba en silencio para no despertarlo, lo cual era en vano, porque a las seis de la mañana que comenzaba la ronda de la guardia del día, terminaban despertándolo por la brusquedad en la que entraban al cuarto.

Ese día en particular Jin se encontraba retraído, con su mirada fija sobre la ventana, los últimos días la presencia de Nam había sido muy confortante, el chico era demasiado torpe en todos los aspectos, pero eso le hacía sonreír, por su mente cruzaba la idea de que una vez fuera del hospital ese compañero ya no estaría para él y en cierta manera la idea lo ponía triste. Por su parte, Nam al ver el comportamiento del pelinegro, llegó a pensar que ya se había cansado de su presencia.

Ese día Nam había ido a traer ropa suya a su departamento, ya que no se atrevía a poner un pie en la casa de Jin y este la necesitaría para salir, ambos tenían complexiones similares por lo que creía conveniente su ropa le quedaría; al entrar a la habitación el pelinegro se encontraba sentado sobre la cama con la mirada perdida en algún lugar a través de la ventana, no respondió cuando le saludo, se acercó lentamente y se sentó a su lado, por su parte Jin no se había percatado de la presencia del moreno hasta que se sentó junto a él. Ambos permanecieron en silencio un largo rato, hasta que el doctor entro en la habitación, entregándole el alta a Nam, la trabajadora social lo dirigió hacia la caja para que se llevara a cabo el pago por el tiempo de hospitalización. Jin le había entregado su tarjeta de crédito para que realizara el pago, pero este lo rechazó, dejando perplejo al otro.

Cuando Nam regresó, Jin terminaba de abotonarse la camisa, le había llevado un pantalón negro tipo sastre y una camisa blanca de manga corta y un par de calcetines además de ropa interior que había comprado para él, el chico lucía bastante bien.

-Quien te viera iba a pensar que eres modelo y no un paciente de este hospital –decía mientras lo observaba recargado sobre la puerta, Jin se sonrojo ante dicho comentario y una sonrisa se dibujó en su rostro, era la primera vez en todo el día que sonreía-. ¿Ya estás listo? –Jin asintió.

-Nam, yo, creo que has hecho demasiado por mí, y lo de la cuenta del hospital, creo que esto ya es excedente, deja pagarte por favor.

-Nada de eso, ya veremos después como me lo pagaras –se acercó lo suficiente y al terminar la frase le guiño un ojo, y una sonrisa pícara mostro unos pequeños hoyuelos de los que Jin no se había percatado, poniéndolo nervioso, era la primera vez que le sucedía eso con Nam, acto que ocasionó sus orejas se pusieran de un rojo intenso. Al notar esto el moreno solo se limitó a sonreír.

-Bueno creo que es hora de llevarte a casa...

Los chicos habían tomado un taxi, y Jin le había proporcionado la dirección, durante el camino ambos chicos iban en silencio. Al llegar a la casa Nam le ayudo a salir del auto también asegurándose de pagar, rechazando una vez más que el otro se hiciera cargo. De pie sobre la pequeña cerca del jardín de su casa, Jin veía la soledad que de ella emanaba y la tristeza lo embargó, soltando un pesado suspiro, que, al escuchar el moreno, creyó que este tenía problemas para respirar, tomándolo del brazo se acercó a él.

- ¿Estas bien? –la preocupación se dibujaba en su rostro, Jin parecía en un trance, no quería entrar a su casa, porque sabía que una vez dentro se tendría que despedir de ese chico y entonces todo terminaría, sujetándose con firmeza de su brazo, ambos caminaron hasta la entrada de su casa, invitándolo a pasar.

La casa de Jin era de dos pisos de color amarillo con azul, en la parte de arriba el cuarto tenía un pequeño balcón que daba hacia la calle y al hermoso patio delantero, al entrar a la casa tenía una pequeña sala de tres piezas con un amplio televisor y a la derecha se encontraban las escaleras que daban a los dormitorios, al fondo se podía ver la cocina, con una barra y un comedor pequeño para cuatro personas. Ambos tomaron asiento en la sala, Nam llevaba la mochila de Jin con sus cosas, y una pequeña mochila extra con el uniforme que portaba el día del incidente. El nervio de ambos chicos se hizo presente, estaban en silencio, inspirando profundamente el moreno se puso de pie.

-Bueno creo que es mejor que te deje descansar –se dirigía a la puerta cuando Jin tomando su mano lo detuvo.

-Nam... si no es mucha molestia, ¿Podrías quedarte hoy conmigo? –tenía la cara roja de la vergüenza y trataba de ocultarla mirando hacia otro lado, por su parte Nam se sorprendió.

-No tengo problema con ello, pero... ¿Estás seguro? –dijo tomando su rostro, y este asintió.

Ambos comenzaron a subir las escaleras a la habitación, con cierta precaución ya que el pelinegro aún sentía molestias; en la parte superior de la casa había dos habitaciones, la primera se encontraba al final de la escalera, Jin entro en ella y Nam iba tras él, el cuarto era amplio, había una cama tipo King size con un edredón blanco y muchos cojines sobre ella, un escritorio con una computadora con una silla reclinable y un closet, al final había una puerta de cristal corrediza que daba al balcón, la cual se encontraba cubierta por la cortina cerrada en color rosa pastel. Jin se acercó a su closet y saco unos pijamas de él, una se la entregó a Nam.

-No creo que quieras dormir incomodo, el baño se encuentra al final del pasillo, por si quieres tomar una ducha, es lo mínimo que te puedo ofrecer. –Nam solo se limitó a sonreír y fue al baño a asearse un poco.

Cuando regreso a la habitación Jin ya se había colocado el pijama y la ropa que le había llevado para él la tenía sobre una pequeña cesta doblada, la cama ya había sido destendida.

-Ya preparé la cama, para que descanses, estos días no has podido dormir como es debido, tu espalda debe doler.

Nam se encontraba aturdido, creía que dormiría en el sillón o en la habitación contigua, si le iba bien.

-Espera... ¿Yo voy a dormir aquí? –Jin asintió- ¿Y tú...? –la frase quedo en el aire.

-Ambos dormiremos aquí, no esperaras que te deje dormir en el sillón ¿o sí? –el rostro de Nam se tornó rojo, jamás había compartido la cama con alguien y pensar que ese chico por el que sentía algo que aún no podía definir iba a dormir junto a él, le provocó un mar de emociones que le llenaron de golpe.

-Bueno... yo... la verdad, si, creí que dormiría en el sofá –dijo tímidamente mientras Jin soltaba una carcajada que le recordó el dolor punzante cerca de los pulmones. Nam se acercó a él. –Creo que es más peligroso que me quede contigo, ya no sé si soy tu bufón o tu enfermero.

Después de un rato donde el pelinegro tuvo que esforzarse para no reír por los comentarios absurdos del moreno, terminaron yendo a dormir, ambos se colocaron en los extremos de la cama dejando un amplio espacio entre ambos, Nam sintió los estragos de los días pasados, su cuerpo se sentía cansado y la comodidad de esa cama lo había relajado completamente, aunque Jin seguía despierto, el moreno peleaba contra el sueño que proclamaba por vencerlo, llegó un momento en que el pelinegro terminó hablando solo, mientras Nam había caído en la inconciencia total.

Habían hablado un poco sobre ellos para conocerse más, ambos asistían a la preparatoria y tenían casi la misma edad, Jin era mayor unos meses, ambos vivían solos, entre algunas cosas más. Lo observo un momento dormir, Nam se movía demasiado que al poco tiempo terminó quedando frente a él, el amplio espacio en ambos había quedado reducido a nada, al poco tiempo el pelinegro también se quedaba dormido.

Ambos chicos no sabían que era lo que les depararía el futuro, pero al parecer la cercanía entre ambos ya era evidente, Nam no se iría tan fácilmente de la vida de Jin y éste tampoco le dejaría hacerlo, ambos habían encontrado en el otro un consuelo, una amistad tal vez, una luz en sus senderos oscuros.

(¨*•. Encuentro.•*¨) [NamJin] •Terminada•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora