Tragedia en Atenas

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Ese invierno hizo un frío inusual en Londres. La nieve no dejaba de caer, y la temperatura bajaba más y más. Uno a uno, los miembros del grupo terminaron engripados o resfriados, así que los encuentros fueron pocos y espaciados. Sherlock, siguiendo las instrucciones de Elizabeth y John, se ocupó de cuidar a la Sra. Hudson, que estuvo en cama con angina. Elizabeth hizo lo posible por pasar dos tardes de la semana en Baker St. para cocinarle a la pobre mujer y para controlar que su novio no se metiera en líos (ni los causara) debido al aburrimiento.

Luego, la preocupación de todos la acaparó Rosie, que tuvo que pasar dos días internada debido a una fuerte bronquitis que se pescó en el jardín. John se preocupó tanto que perdió su buen juicio médico y la capacidad de evaluar objetivamente la situación, para terminar convirtiéndose en un padre quejoso y aterrado. Pero Victoria logró traer un poco de orden y tranquilidad al espíritu del doctor; apenas terminaba su turno se presentaba en la habitación de la niña, obligaba a John a volver a su casa a cambiarse mientras ella se quedaba con Rosie, y luego les hacía compañía hasta entrada la noche, tratando de hablar de temas alegres y distrayendo a ambos de la situación que estaban viviendo. Finalmente, cuando Rosie ya dormía tranquila, y John cabeceaba en su silla al lado de la cama, la chica se volvía a su casa, cansada del largo día, pero feliz de poder llevarles tranquilidad.

Pronto, la niña pudo seguir con su recuperación en la comodidad del hogar, pero todavía estaba asustada. La primera noche casi no pudo dormir, pese a que su papá se acostó a su lado.

- Hija, por favor, dormite. Papi está al lado tuyo, no te va a pasar nada - suplicó el doctor, acariciando sus rizos. Rosie lo miró con los ojos celestes muy abiertos

- No puedo, cierro los ojos pero no me puedo dormir - decía ella, con voz débil y nasal, debido a la congestión - Leeme un cuento, como hace Toria - pidió.

John le leyó un libro de cuentos entero, pero no dio resultado; Rosie se revolvía en la cama, inquieta, sin ser capaz de conciliar el sueño. Fue una noche larga y tediosa. Para el amanecer, John ya había cedido al cansancio, pero la niña seguía despierta, observando los dibujos que la débil luz del sol proyectaba sobre la pared al atravesar las cortinas. Victoria salió más temprano del trabajo y llegó pasado el mediodía; encontró a padre e hija durmiendo, aunque era claro por sus caras que no era un sueño reparador. La chica despertó suavemente al doctor, haciéndole chistes de cuánto había dormido, pero al oír la odisea nocturna se preocupó. Enseguida, decidió que sería ella la que pasaría esa noche con la niña; creía firmemente que John le pegaba sus ansiedades a la criatura, provocando que Rosie no durmiera, pero si ella se ocupaba, todo iría mejor.

Su plan dio resultado; cuando ya era hora de descansar, John se asomó por la puerta y vio a las dos durmiendo, una cabeza rubia al lado de la otra, y los rizos de la pequeña mezclados con el lacio cabello de la chica. Un brazo de Victoria rodeaba a Rosie, y el libro yacía sobre la colcha luego de caer de su otra mano inerte, que ahora se apoyaba sobre el pecho de la niña, hecha un ovillo bajo las mantas y acurrucada contra el cuerpo de la joven. John sonrió, estiró una manta sobre Victoria y se fue a acostar. Pese a la preocupación por la salud de su hija, no podía evitar el sentirse muy feliz; al fin había hallado a una mujer que lo quisiera tanto a él como a su hija, y había ganado por completo su corazón.

Rosie mejoró rápidamente con los cuidados cariñosos de su padre y de Victoria, y pronto volvió al jardín. Al fin, el frío cedió, el clima comenzó a mejorar y los primeros signos de la primavera aparecieron en la ciudad. Cuando el último de los convalecientes, que fue Lestrade, se recuperó de la gripe que le produjo ese crudo invierno, Lucas reservó un viernes en el Seminare para volver a tocar. Habían pasado tres meses desde la última vez que se presentaron, así que todos estaban ansiosos, y se juntaron a ensayar tanto como pudieron.

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora