Secretos

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Era viernes. Elizabeth, al fin, estaba con sus amigos y con su amada Fender de vuelta. Detrás de bambalinas, daba saltitos de felicidad mientras chusmeaba hacia el público, sin poder quedarse quieta. Los días anteriores había estado practicando toda la tarde para desentumecer sus dedos, al fin libres de la prisión del yeso. Estaba decidida a estar en el escenario sí o sí. Ahora, antes de subir, observaba atentamente a la mesa que siempre ocupaba el resto. Ahí estaba la fiel Molly, tan enamorada como siempre, junto a Sarah, que era la encargada de preparar esos pequeños videos con las líricas que ahora usaban siempre. De un lado de ellas, Lestrade, con su mejor pinta informal, había dejado el traje y llevaba una campera y remera negras, mientras toleraba la conversación de Anderson, quién ya se había acostumbrado a sentarse con ellos. Del otro lado, John, como siempre el más participativo, y Sherlock, con su traje negro y sus ojos azules fijos en el escenario, ansioso por escucharla a ella de nuevo. Como siempre, ella sintió como le subían los colores al rostro, cada vez que lo veía le pasaba lo mismo. En eso, sintió que la llamaban. Con inmensa felicidad, se acomodó la Fender hacia la espalda y se fue a abrazar con sus amigos antes de salir.

- ¡Buenas noches! - empezó Lucas, como todos los viernes - Tengo el gusto, al fin, de decirles que esta formación, nuestro Silver River, está completa, porque tenemos de vuelta del todo a Eli, que no ve la hora de tocar de nuevo - todos aplaudieron la bienvenida a la chica, que estaba de nuevo tras el micrófono, con sus jeans claros, su remera lila con estrellas negras y violetas, y sus inseparables converse, y miraba a todos con los ojos brillantes - Así que hoy vamos a tratar de que pasen un buen rato, así como nosotros seguramente lo vamos a hacer - y con un contundente rasgueo en su guitarra, Lucas dio comienzo al show de esa noche al ritmo de "Dos días en la vida".  Como siempre, el público los siguió con todo entusiasmo.

En la mesa, todos trataban de corear la canción. Si seguían así, en poco tiempo iban a hablar español mejor que el mismo Sábato.

Esa mañana había salido un informe del juicio que había comenzado contra Van de Berg, y todos los canales remarcaron que se cumplía un año del caso, y también el buen trabajo de Scotlan Yard, quienes "no se habían dejado engañar por el título de la familia del acusado ni por las apariencias de la muerte del pequeño Ruud". Mientras Sherlock había soltado improperios a la televisión y al Yard por tamaña mentira, recordó, también, que fue esa tarde cuando se conocieron. Hacía un año que esos ojos dorados habían cambiado su mundo perfectamente controlado, y hacía poco más de dos meses que lo habían dado vuelta por completo. Pero él no se quejaba.

Esas últimas semanas, luego de cuidar a Rosie, se las arreglaron bastante bien para desaparecer sábado o domingo y salir juntos, siempre con mucha precaución. Sherlock había confiado en el restaurante de Angelo, pues conocía su discreción y su afán de agradecerle haberlo salvado de la horca, y también, cuando el tiempo lo permitió, aprovecharon los grandes parques para perderse entre la gente. Todo había salido mucho mejor de lo que él esperó, y se veía a sí mismo muy satisfecho con ese nuevo curso de su vida. De hecho, al contrario de lo que siempre pensó, su capacidad de análisis no se había visto afectada, incluso si estaban trabajando juntos en algún caso, porque Elizabeth también estaba acostumbrada a analizar todo clínicamente. Eran un buen equipo. Y ahora, junto a esas personas que ya consideraba su familia (menos Anderson, obviamente), se preguntó cómo fue que pasó tantos viernes encerrado en sí mismo, cuando ahí, todos juntos, la pasaban tan bien.

Llegó el último tema, y después de hacerle justicia a su regreso cantando la versión de Fabiana Cantilo de "Dulce Condena", Elizabeth agradeció nuevamente la paciencia del público, y le dio espacio a Lucas, que tenía un anuncio que hacer

- Queridos amigos, argentinos, sudamericanos, ingleses o de donde hayan venido. Fue increíble verlos todas las semanas en este, nuestro pequeño café-teatro, y acompañar, no sólo a nosotros, sino también a todas esas pequeñas bandas que tocaron aquí. Ahora tengo que anunciarles que el Seminare va a cerrar por unas semanas - un murmullo de consternación recorrió el local. Lucas levantó una mano - Esperen, esperen. Digo que el Seminare va a cerrar, porque vamos a estar de reformas. La verdad es que, cuando se hizo este espacio, nunca se pensó que iba a tener tanta afluencia de gente. Pero las instalaciones nos han quedado algo pequeñas, así que el teatrito va a tener una reforma importante. Calculamos que, en tres semanas, vamos a poder tenerlos de vuelta. Mientras tanto, les agradecemos desde el corazón su apoyo de siempre. ¡Los queremos! - y Lucas se despidió, seguido de los otros tres, mientras la gente aplaudía.

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora