El perro equivocado

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Cerca de las nueve de la noche, la empleada doméstica de lady Wright se presentó en Baker St.; primero se mostró reacia al pedido de Sherlock, pero la intervención de Lestrade y su todopoderosa placa la terminó de convencer y se prestó gustosa a ayudar.

La mujer ingresó a la sala e inmediatamente fue conducida a la silla acomodada frente a la chimenea, como dictaba la tradición de Baker St., mientras que los demás ocuparon sus lugares; John en su butaca, Lestrade en otra silla, frente a la mesa, y Sherlock en su sillón. Todo estaba listo para oír el relato de Yvonne Howell, la jamaiquina que había quedado a cargo de Butterscotch los días que su dueña había viajado.

Sherlock y John la habían conocido en Carlisle St., pero Lestrade recién se cruzaba con ella; pese a no pasar el metro sesenta y dos, tenía un físico imponente y la piel oscura hacía resaltar aún más sus dientes blancos. Aún así, el pánico era fácilmente reconocible en ese rostro serio. John, el encargado de relaciones públicas de Baker St., la recibió amablemente, tratando de hacerla sentir cómoda

- Sea lo que sea que esté pasando, Sr. Holmes, yo no tengo la culpa ¡No hice nada malo! - exclamó ella, con ese acento tan diferente al británico. Sherlock la miró con expresión tranquila

- ¿Y qué es lo que creés que está pasando, Yvonne? - preguntó, como al pasar

- ¡No lo sé! - respondió la angustiada mujer - Yo sólo sé lo que vimos en casa, que Butterscotch comenzó a ir y venir, como si no pudiera quedarse quieto, corriendo de una punta a la otra de la sala, luego empezó a vomitar y finalmente tuvo las convulsiones ahí, donde usted lo vio tirado. Y después se murió. Pero no creo que Scotland Yard intervenga porque un perro murió, aunque sea la mascota de lady Wright. Así que supongo que hay algo más grave en el asunto ¡Pero no sé qué es ni tengo nada que ver con eso! - volvió a exclamar. El detective evaluaba a la mujer con su intensa mirada

- Bueno, para eso estamos acá, para aclarar cual es, exactamente, tu papel en este asunto, Yvonne. Por eso te aconsejo que respondas con la verdad, porque si mentís me voy a dar cuenta. Y no me agrada que me mientan, tiendo a no ser demasiado bondadoso con los que intentan engañarme - Yvonne asintió con vehemencia, sacudiendo su cabellera rizada - Muy bien. Empecemos, entonces, con lo sucedido con Butterscotch mientras lady Wright no estaba en Londres - ella abrió grandes sus ojos oscuros

- ¿Qué-qué suce-sucedió? - preguntó, tartamudeando nerviosa. Sherlock asintió

- Sí, qué sucedió esos días en que lady Wright no estuvo. Ella insiste en que ese perro no era el suyo porque no actuaba como Butterscotch, ni siquiera respondía a su nombre. Y algo debe haber sucedido para que el animal tenga un cambio tan grande de actitud. Como vos estabas a cargo, me imagino que sabés lo que pasó. Te escucho - y uniendo sus manos bajo su barbilla, el detective se recostó en su sillón, sin quitar los ojos azules de la mujer. Yvonne carraspeó

- ¡Ay, Dios mío, lady Wright va a despedirme! - se lamentó nerviosa, estrujando sus manos, pero al echar una mirada de reojo a Lestrade tomó aire y se irguió en la silla - Bueno, es mejor eso que tener problemas con la policía. Bien, Sr. Holmes, esto es lo que pasó. Como habrá visto, Butterscotch es el mimado de lady Wright, lo cuida mejor de lo que muchas madres hacen con sus hijos; no se escatiman gastos para el perro, que ha sido entrenado y siempre está de punta en blanco. Butterscotch es, como dijo lady Wright, muy educado y cariñoso; es un animal tranquilo y muy apegado a su dueña. Pero no deja de ser un animal. Lady Wright lo saca todos los días a la mañana a Soho Square a dar una vuelta, y cuando ella no está o no puede, lo hago yo.

"El tema es que el sábado, el día en que volvía lady Wright, saqué a Butterscotch, pero no pude hacerlo a la mañana como acostumbramos porque, si recuerdan, llovía bastante. Así que lo hice por la tarde, cuando ya se había despejado. Todo iba bien, cuando un gato se apareció de la nada enfrente nuestro y le siseó al perro. Butterscotch es un beagle, un perro de caza, y de vez en cuando le salen sus instintos; por eso, al ver al gato le ladró. El animal salió corriendo, y Butterscotch tras él, tan repentinamente que arrancó la correa de mi mano. Por supuesto, yo salí detrás, poco más que a los gritos. La carrera no fue larga; el gato rápidamente saltó a un árbol, y Butterscotch quedó debajo ladrando como poseso. Por si no lo mencioné antes, a Butterscotch le desagradan mucho los gatos. Bueno, la cosa es que el perro, al correr y saltar tratando de atraparlo, se salpicó con el lodo que quedó luego de la lluvia, y lady Wright llegaba esa noche de viaje ¡Me iba a matar si lo veía en ese estado! Así que rápidamente busqué un lugar donde lo bañen; una hora y media después, volvía con Butterscotch limpio y perfumado. Yo estaba tan nerviosa por el incidente que volví rápido a casa y no me percaté de nada más, pero sí me llamó la atención que cuando su dueña llegó, el animal no corrió a saludarla, o siquiera dio muestras de reconocerla. Sólo se quedó echado en su almohadón. Y a partir de ahí, ya no fue el mismo. ¡Eso es todo lo que pasó, Sr. Holmes, se lo juro! ¡Jamás haría algo que dañe a Butterscotch o a lady Wright, ella es muy buena conmigo! - terminó Yvonne su relato - ¡Por favor, por favor, no dejen que me eche! - agregó, mirando con súplica a Lestrade. Sherlock se había quedado en silencio, con los ojos cerrados.

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora