Volviendo a Baker St.

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Sherlock Holmes miro a su alrededor minuciosamente, para comprobar si todo estaba como debía ser. Sonrió. Los muebles mostraban una gruesa capa de polvo. Eso significaba que la Sra. Hudson había seguido sus instrucciones y, básicamente, no se había metido en su departamento. Pensó ausentarse poco tiempo, pero terminó fuera poco más de dos meses. Una investigación con final feliz, gracias a Dios. Una pequeña niña desaparecida en una playa de Mallorca lo llevó a recorrer parte de España y Francia, hasta dar con ella en una localidad cercana a Burdeos. Sus padres eran ingleses, vacacionando en la bella isla española, y vieron su paz destrozada en un momento, cuando, en un abrir y cerrar de ojos, la pequeña que jugaba en la arena desapareció. Inmediatamente se dio aviso a la policía, pero detrás de eso, llamaron al detective. Holmes estuvo a punto de no aceptar, pero pensando q la niña podría ser Rosie, y John el que la buscaba con desesperación, decidió ayudar. Conclusión: encontró una organización detestable de trata de blancas que comercializaba con niñas pequeñas, de dos a ocho años, y estaban escondiendo a la niña en Saint Jean d'Illac, esperando el mejor momento para tomar un avión rumbo a Omán, donde la venderían a buen precio para formar parte del harén de un jeque que aún no pudieron identificar. Pero lo más importante es que la niña ya estaba de vuelta con su familia. Sherlock dejó vagar su mirada un instante más, mientras pensaba que era una pena que, diez años atrás, no pudo participar de la investigación de la desaparición de Madeleine McCann, quizá hoy la pequeña estaría con su familia también. Pero que se iba a hacer. Por lo pronto, definitivamente necesitaba un baño. Y unas cuantas horas de sueño. Sonriendo nuevamente, dejó su bolso y su abrigo, y se encaminó hacia la ducha, feliz entre sus libros y probetas. No hay nada como el hogar.

John estaba agotado. Una epidemia de sarampión llenó su consultorio dejándole exactamente cinco minutos para tragar un poco de sopa instantánea que su secretaria misericordiosamente le preparó. Decí que, gracias a un gran esfuerzo y algo de ayuda monetaria de sus amigos (bueno, de Mycroft luego de ser importunado diariamente por Sherlock), pudo instalar una consulta en su casa. Eso le ayudaba muchísimo a ocuparse de Rosie. También Mycroft logró conseguirle contratos con varias prepagas, donde ahora aparecía en sus cartillas como Dr.  John H.  Watson – Médico clínico – Pediatría. John esperaba que Mycroft no se lo cobrara muy caro. Ya sabemos que ese no da puntada sin hilo. Suspiró y se asomó  a mirar a Jennifer, su secretaria y asistente, rogando que no tuviera un archivo más para darle. Ella sonrió desde su escritorio y dijo: ese era el último. Ya puedes descansar.
-¡Uff! Música para mis oídos!  ¿Qué ha pasado hoy? – mientras decía estas cosas, se quitaba su bata de médico y esterilizaba muy bien sus manos. No quería contagiar a Rosie, lo único que le faltaba
- Parece q es la época de las enfermedades infantiles, deben mandar a los niños a la escuela en el período de incubación, y zas!  Ya se lo pescaron todos. Pongo en orden estos archivos y termino.

- No hay problema. Gracias Jennifer, fue un largo día el de hoy. Esperemos que mañana esté mas tranquilo. Por las dudas descansa – John le sonrió y le alcanzó su abrigo, que colgaba del perchero al lado de la puerta.

- También por las dudas voy a traer algo de comer, más sustancioso que la sopa. ¡Hasta mañana doc! Salude a Rosie por mi – Jennifer dejó su bata blanca en el respaldo de su silla, se acomodó un poco los rulos rubios y se encasquetó un gorro de lana. La temperatura ya comenzaba a descender. Saludó a John con la mano y salió a la humedad de Londres. John tomó algunas cosas de su escritorio y subió al primer piso, donde ahora estaba su casa. La señora Hudson jugaba con Rosie, que ya caminaba bastante y comenzaba a pronunciar palabras cortas. Jugaban con su peluche favorito, el conejo saltarín.

- Oh John, ya estás de vuelta, debes de estar agotado – la señora Hudson alzó la vista e hizo una mueca de dolor al ver las ojeras de John y su cabello desordenado – quédate con Rosie que te hago un té, debes descansar –

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora