Sr. y Sra. Messina

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El lunes, ya con las ideas claras, y por ende más tranquila, Elizabeth se encontró con John después del trabajo. Habían sucedido tantas cosas que la chica aún no había podido resolver el tema de su vestido, y el doctor le dijo que había hablado con Meredith Roth, la modista del caso de la beba del tren, y que podría ayudarla. Así que ella se encaminó a Mayfair, donde se vería con John, y juntos se llegaron a la tienda Rosa Clará. Meredith le mencionó que tenía algunos vestidos de fiesta en rebaja por cambio de temporada, y otros porque finalmente las clientas no los quisieron. Y ella podría arreglarle cualquiera sin ningún costo, ya que la chica era amiga de John. Elizabeth se sentía muy indecisa entre tantas telas hermosas y faltando escasos cinco días para el evento. Meredith, entonces, dejando los vestidos en rebaja le pidió que aguardara un instante

- Creo que tengo algo perfecto para vos - le dijo, mientras se iba a la trastienda. Elizabeth miró a John, que esperaba paciente en un banco

- Gracias por ayudarme, y por acompañarme. Jamás hubiera imaginado conseguir uno de estos vestidos increíbles, aunque tengo que decir que a pesar de estar en rebaja son bastante caros - dijo, suspirando. John la miró

- Espero que puedas encontrar uno que te guste y que puedas pagar. No vas a disfrutar por completo de la fiesta si no tenés tu vestido, ya lo sé - respondió su amigo con una sonrisa. Ella asintió, pasando la mano suavemente por las sedas y tules con ilusión, pero la última frase hizo que su mirada se apague un poco

- Quizá la culpa de eso no la tenga el vestido - murmuró, sin intenciones de que John la oiga. Pero sí lo hizo

- Sherlock no va a ir, si lo que te preocupa es eso, y sé que lo es. Me dijo que no quiere causarle problemas o incomodidades a Molly y Lucas, ni tampoco que vos te sientas incomoda. Prefiere quedarse en su casa y dejarles a ustedes que pasen un día feliz, sin preocupaciones - explicó. Ella se volvió al doctor, asombrada

- ¿No va a ir? - preguntó en un tono algo ansioso.

En eso, Meredith volvió con una nube lila tornasolada que dejó a Elizabeth con la boca abierta, olvidando por un segundo la conversación con John

- Creo que este te va a ir bien, ¿Por qué no te lo probás? - le dijo la modista, señalándole un cubículo para cambiarse.

Las dos ingresaron al mismo y cerraron la puerta. John se entretuvo con su teléfono. Unos minutos después, Elizabeth salió para verse al espejo; era un vestido corte princesa, la parte superior bien armada, casi como un corsé, y de la alta cintura caían metros de tul de seda en una amplia falda, que iban en un degradé de un lila intenso, casi violeta, a un color pastel llegando al ruedo. Lo completaban un par de breteles de tul drapeado, una fina cinta de seda rodeando la costura de la cintura y pequeños botones forrados en el cierre de la espalda. Las diferentes tonalidades del tul y del forro del vestido hacían el hermoso efecto tornasol. Elizabeth se había quedado mirando su reflejo extasiada, girando para un lado y para el otro haciendo mover la falda.

- Es increíble, como si alguien se hubiese metido en mi cabeza y hubiera visto lo que me gusta ¡Es perfecto! ¡Y me ajusta bastante bien! - dijo con felicidad. Luego dirigió una mirada preocupada a Meredith - Pero ¿Cuánto cuesta? - preguntó, mordiéndose el labio en gesto de dolor al pensar en el precio de esa hermosura. La modista le sonrió

- Sólo está 100 libras - Elizabeth pestañeó

- ¿En serio? ¡Pero si un vestido así debe salir por lo menos 600 libras! Está casi regalado - dijo, con una leve sospecha. Meredith se encogió de hombros

- El cliente lo había dejado todo pagado, y luego no lo quiso, así que no hay que recuperar costos ni ganancias siquiera. Las 100 libras son un extra, y la verdad que no es un modelo que ahora se venda, las mujeres buscan vestidos con corsés, con mucho mas escote y con pedrería. Dejame ver que te lo ajusto un poquito - dijo, tomando un alfiler de un acerico que llevaba en la muñeca y ajustando el busto del vestido. Elizabeth miraba todo por el reflejo del espejo

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora