La beba del tren

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El invierno se había instalado en Londres definitivamente, trayendo días helados y una inusitada cantidad de nieve. Las actividades se vieron disminuídas considerablemente, pues las copiosas nevadas llegaban a cortar caminos y traían consigo problemas con el suministro de energía.

Ya habían pasado dos semanas en las cuales la nieve había caído sin cesar, y Sherlock se entretenía lo mejor que podía, metiendo la nariz en nuevos experimentos a falta de clientes. Elizabeth hacía lo que podía por colaborar, pero el médico le había recalcado que se cuidara mucho del frío, así que sus visitas a Baker St. eran muy esporádicas. John, por otro lado, disfrutaba de las tardes junto con Lynn y su hija, planificando entusiasmado las vacaciones. Así que, cada vez más seguido, el detective se dirigía rumbo a Widegate St. a pasar las tardes.

Una de esas tardes, al abrir la puerta de calle para dirigirse al número 12, se encontró en el umbral a una joven a punto de tocar el timbre

- Hola, busco al señor Sherlock Holmes - dijo la chica, luego de recuperarse del susto que se llevó al abrirse de golpe la puerta. Sherlock se hizo a un lado

- Con él mismo está hablando. Adelante, es en el primer piso - dijo, señalando la escalera.

La chica dudó un instante, pero una ráfaga de viento y nieve la empujó hacia adentro. Tomando aire, se dirigió a la escalera.

Ya arriba, Sherlock la examinó mientras ella tomaba asiento donde él le había indicado. La chica tendría unos 20 años, tez algo tostada, cabello lacio negro, ojos suavemente rasgados castaño oscuro, y contextura mediana. Iba vestida con un jean y un buzo deportivo blanco de una conocida firma, sobre el que llevaba una abrigada parka forrada de corderito, y altas botas de goma para la nieve. También traía un gorro de lana y una gruesa bufanda tejida.

- Sr. Holmes, no quería interrumpirlo, estaba saliendo... - él hizo un ademán con la mano, mientras se sentaba

- No se preocupe, no era ningún compromiso. Evidentemente, lo que la tiene afligida y sin dormir, y la impulsó a buscar mis servicios, es mucho más importante - la chica lo miró sorprendida

- ¿Cómo sabe que estoy afligida y sin dormir? - Sherlock sonrió irónicamente

- Bueno, lo primero, por supuesto, es que está acá, buscando ayuda. Aparte, las marcadas arrugas en su ceño y su frente, que pude observar cuando se quitó la gorra, me dicen que ha estado luchando angustiada con una preocupación. Por supuesto, quién afronta una situación semejante difícilmente pueda dormir; para más confirmación, tiene los ojos enrojecidos e irritados, se los ha refregado ya tres veces desde que se sentó, y tiene incipientes ojeras, al margen de los movimientos inseguros y vacilantes de una persona falta de descanso. Y por último, nadie sale a la calle con este clima a no ser que tenga absoluta necesidad, o esté desesperado - dijo el detective con su tono de voz más académico. La joven lo miraba asombrada

- Bueno, tiene razón. El clima es espantoso, pero como no aguanto más esta incertidumbre, decidí venir igual - él se recostó en su sillón, clavó los ojos azules en la chica y juntó sus manos sobre su regazo

- Empecemos por el principio, entonces. Dígame quién es usted y qué la trae por Baker St. - ella se acomodó en la silla

- Me llamo Lucy Stevens, tengo 23 años y estoy estudiando nutrición en la universidad Queen Mary. El tema es el siguiente: soy adoptada, mis padres nunca lo ocultaron.. - Lucy hizo una pausa al ver a Sherlock suspirar con cierto fastidio y poner los ojos en blanco. La chica se puso muy seria - Disculpe ¿Acaso me está despreciando por ser adoptada? - dijo con aire ofendido. El detective se tomó la frente con los dedos de una mano

- No, para nada. Pero sí me molestan los casos aburridos. Ahora me va a decir que un día despertó, quiso saber su verdadera identidad, y me va a suplicar que busque a sus padres con ningún dato concreto, entonces voy a tener que encerrarme días y días en el archivo general del gobierno, y realmente no tengo ganas de eso. Lamento que haya salido bajo la nieve para esto. Muchas gracias por venir - dijo, levantándose y señalando la puerta. Lucy lo miró con cierta decepción

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora