Un Problema de Personalidad

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Empezó la semana, y todo volvió más o menos a la normalidad. John regresó a sus pacientes, Rosie a sus niñeras habituales, Molly a dormir a su casa y Sherlock comenzó a recibir potenciales clientes en el 221 B. Sólo Elizabeth no había retomado su rutina, pues aún no se le permitía. Ese lunes, Lucas se la llevó al hospital para hacer un chequeo y ver como evolucionaba de la neumonía. El informe fue satisfactorio, pero no tenía permitido reincorporarse al laboratorio hasta la semana siguiente. De hecho, tampoco debía salir, a no ser estrictamente necesario, pero sí podía manejarse sola en la casa. Así que aprovechó que estaba fuera con su amigo y le pidió que la ayudara a hacer las compras de esa semana, así no salía más. Luego de almorzar en Widegate St., Elizabeth lo despidió muy amablemente y se ocupó de lavar la ropa acumulada en el viaje. Con tristeza, sacó los jirones de su abrigo que había podido recuperar, renuente a tirarlo todo a la basura. Un par de ellos los había usado para hacerse un cabrestillo temporal mientras Sherlock la llevaba al hospital. ¡Pensar que todo eso había sucedido sólo una semana atrás! En solo siete días, su vida había cambiado casi por completo, claro que nadie lo sabía, ni lo iba a saber. Elizabeth se sentía algo culpable de ocultarle ciertas cosas a Molly, porque era su mejor amiga. Pero lo había prometido. Con un suspiro, enrolló en su dedo la tela de paño, todavía insegura de querer tirarla, cuando el timbre la sacó de sus pensamientos. Molly venía a tomar el té con su amiga, así que el asunto del abrigo quedó de lado.

En Baker St. el proceso de selección estaba complicado. Sherlock se aburría escuchando persona tras persona. Sin embargo, estaba más tranquilo que de costumbre. En otras oportunidades, ya hubiera sacado a todo el mundo de su hogar y hubiera tomado su violín, asesinando a algún clásico de Bach, por ejemplo. Así lo encontró John, sentado en su "pose de pensar", escuchando a una mujer hecha un mar de lágrimas, pidiéndole que investigue si su esposo era infiel, como ella sospechaba. Al oír alguien entrar, Holmes miró por sobre el hombro de la mujer y vio a su amigo, tratando de contener la risa, mientras escuchaba todas las locas teorías de su cliente. Abriendo los ojos en una cómica mueca de fastidio, le hizo señal con la cabeza para que viniera a rescatarlo. Luego de presentarse, John consiguió calmar a la mujer, a la que derivaron a un detective privado, al cual Sherlock se negaba a llamarlo detective, que se encargaba de perseguir esposos y esposas infieles.

Una vez retornó la calma, John se sentó en su sillón, mientras su amigo ponía a calentar el agua.

- Vaya Sherlock, ¿Seguís con los analgésicos? Sino no me explico con qué paciencia estabas escuchando a esa mujer - el aludido acomodó las tazas en la mesa auxiliar, mientras suspiraba soltando toda la frustración y molestia que había acumulado a lo largo del día. John rió - Nada interesante ¿No? - y con total satisfacción estiró las piernas.

- No, John, nada. Hemos descendido de perseguir peligrosos psicópatas y terroristas a ser una agencia a la que acuden para buscar lápices perdidos. Y eso que les di a los criminales una semana de tiempo. Pero bueno - Sherlock ocupó su lugar frente a John - ¿Rosie está con la Sra. Hudson? - John asintió

- Se quedó dormida hace un rato, pobrecita. La Sra. H me dijo que la deje, así que aproveché a venir a ver si tenemos algo interesante - Sherlock suspiró de nuevo, esta vez algo más suavemente, mientras se rascaba la cabeza

- Interesante, no, nada. De todas maneras pensaba tomar algún caso para al menos salir del departamento. Tengo una opción, que había descartado pero, ante la escasez, creo que la voy a tomar en cuenta. Sin embargo Rihanna dijo que iba a pasar mañana a la mañana para presentarme un caso, así que, voy a esperar - John lo miró extrañado

- ¿Rihanna? - Sherlock se levantó al oír hervir el agua, y volvió con la tetera llena para el té, mientras su amigo evaluaba seriamente dejar colgados a todos sus pacientes para estar en Baker St. a primera hora de la mañana

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora