Una muñeca muy valiosa

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Mycroft entró a la sala del 221B, para encontrar a su hermano sentado en su sillón, con las piernas cruzadas y concentrado en su teléfono. El estuche del violín estaba preparado sobre la mesa, junto con el abrigo y la bufanda. Ya se sentía el otoño en Londres.

En cuanto Sherlock sintió sus pasos, levantó la vista. Algo pasaba. Mycroft lo supo enseguida. El mayor estaba al tanto de la fiesta del día anterior, y por un segundo las peores ideas pasaron por su mente. Pero Sherlock parecía estar bien. Trató de ignorar la sensación

- ¿Estás listo, hermano mío? - Sherlock suspiró

- Tomá asiento cinco minutos, Mycroft - ante la mirada escéptica, se frotó la frente - Tengo que decirte algo importante - Mycroft se sentó frente a su hermano

- Sabía que algo pasaba ¡Dios, Sherlock! Estabas con tus amigos ¿Tenés la lista? - la profunda mirada de decepción de Sherlock hizo que se sintiera algo avergonzado

- Siempre suponés lo peor, por eso sabía yo que esta conversación iba a ser tan difícil - el otro resopló con algo de fastidio

- Siempre que querés hablar conmigo es por algún problema. Y veo en tu cara que algo pasa. ¿Por qué no nos ahorrás tiempo y me explicás en qué problema te metiste? Así podemos ir camino al helipuerto - Sherlock dejó su teléfono, se acomodó derecho en el sillón y miró fijo a su hermano.

- Estoy seguro de que lo vas a ver como un problema, pero desde ya te aviso, Mycroft, no voy a aceptar ni una de las advertencias que pensás darme, de hecho, ni siquiera estoy pidiendo tu opinión, sólo me limito a informarte de la situación - el mayor se tomó la frente con los dedos, masajeándose, mientras suspiraba

- O sea, no sé para qué tenemos esta conversación, si con un mensaje alcanzaba ¿Cuál es esta situación tan importante, que ves necesario informarme, y de la que creés que te daré muchas advertencias? - Sherlock suspiró, y cerró los ojos un segundo. Luego, y nuevamente con la vista fija en su hermano, habló con un tono que no admitía discusión

- Hace seis meses estoy saliendo con Elizabeth, y desde anoche, oficialmente podría decir, es mi novia - todo lo que su hermano atinó a hacer es bajar la mano de su frente, mirarlo fijamente y murmurar

- ¿Elizabeth? ¿La Srta. Hunter? ¿Elizabeth Hunter? -

En Widegate St., todo era bullicio. Las mujeres habían sacado varios almohadones y mantas al patio para aprovechar los últimos días cálidos. Más tranquilas las tres, sin las idas y venidas que estuvieron a punto de acabar con la paciencia, incluso con su amistad, llevaban adelante esa conversación típicamente de amigas, en la cual las tres hablaban al mismo tiempo y de diversos temas, pero por supuesto, con un hilo conductor: los dos sucesos de la noche anterior. Mientras Alicia y Elizabeth compartían el mate, Molly había optado por un milkshake, antes de que el frío les impidiera viciarse con el helado.

- ¡Imagínense la vergüenza de estar ahí, con todos mirando y Lucas cantándome! - la chica todavía se sonrojaba, mientras se daba aire con la mano izquierda, aprovechando para lucir su hermoso anillo de compromiso. Alicia le dio un leve empujón en el hombro

- ¡Dale, Molly! ¿No fue de lo más romántico mi hermanito? - mientras la aludida suspiraba, respondiendo sin palabras, Alicia acotó - Creo que fue peor lo de Eli, casi la perdemos, me parece -

Elizabeth, que estaba echando agua al mate, sintió que se le subía la sangre a la cara, todavía le costaba asimilar la magnitud de lo que había pasado. Esa mañana, casi al mediodía, la despertó un mensaje de Sherlock, preguntándole cómo se sentía y si había logrado descansar bien. Necesitó preguntarle si todo lo sucedido había pasado realmente, recibiendo una larga llamada que tranquilizó algo su ansiedad. Con un suspiro, alcanzó el mate a Alicia y respondió

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora