El caso del espantapájaros macabro

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John había conseguido dejar a su hija con Elizabeth, pese a la oposición de Sherlock, que deseaba pasar el domingo con su recientemente recuperada novia; con resignación, el detective aceptó la compañía de la pequeña durante la tarde. Mientras tanto, el doctor, con una ansiedad cada vez mayor, se dirigió rumbo a Regent's Park.

Esa madrugada, al volver de la fiesta, se quedó despierto, tendido en su cama y mirando al techo en penumbras, pensando; Victoria le había caído bien desde el día que se conocieron en la casa de Alicia, esa terrible noche en que Kathryn se las había arreglado para insultar y lastimar a sus amigas, luego de resolver el caso del pequeño pingüino de las Galápagos. Siempre le había llamado la atención su carácter decidido pero a la vez alegre, y habían compartido muchas charlas interesantes, convirtiéndose así en buenos amigos. No se le había ocurrido pensar en ella como en otra cosa que una amiga, hasta la aventura con los gitanos; al conocer su pasado, John comenzó a apreciar aún más la personalidad positiva de Victoria, y el tener que fingir que estaban casados le agradó más de lo que cabía esperarse. En esa oportunidad volvió confundido a su hogar, dándose cuenta de que sentía cosas por la chica, pero convencido de que ella sólo lo veía como su amigo. También había notado el gran cariño que ella y Rosie se tenían, pero como le había dicho a Elizabeth, de cuidar a la niña unas horas a criarla había una gran diferencia, y John creía firmemente que Victoria tenía un buen futuro en su trabajo ¿No estaría mejor con alguien que la pudiera apoyar, en vez de sumarle una carga? Por todas esas cosas, el doctor había elegido ignorar lo que sentía y seguir adelante como si nada hubiera pasado. Pero las palabras de Elizabeth lo habían hecho reflexionar. Era verdad ¿Cómo pretendía salir adelante si no se reconocía a sí mismo sus sentimientos? Así, cualquier relación que pudiera tener con otra mujer, estaba condenada al fracaso incluso antes de empezar, pues siempre estaría presente lo que sentía por Victoria. Por otro lado ¿Se arriesgaría a arruinar esa amistad, diciéndole a Toria lo que le pasaba? Camino a Regent's Park, John seguía pensando en todos esos factores; lo preocupaban tanto que por momentos se le hacía difícil respirar, a él, que estaba tan acostumbrado a salir con mujeres. De a ratos creía que estaba cometiendo un gran error, pero entonces recordaba el brillo en los ojos celestes de la chica cuándo aceptó su invitación para esa tarde; Victoria había entendido perfectamente para qué la había invitado al parque, aunque él no se lo dijera, no estaba yendo engañada. Si ella había aceptado ir, es porque quería hacerlo. Eso le daba a John cierta esperanza.

De pie ante la entrada en el cruce de Chester Gate y Outer Cir., a la cual había llegado 15 minutos antes de lo necesario debido a su ansiedad, John se concedió unos segundos para acomodar sus ideas, respiró profundamente para calmarse e ingresó al parque, camino de Queen Mary's Rose Garden, el punto de encuentro con Victoria.

Ya eran cerca de las ocho de la noche, Rosie se encontraba acurrucada en el sillón de Sherlock, mirando una película; habían salido a disfrutar de la hermosa tarde caminando hasta Russel Square, dónde Rosie había jugado con cada perrito que se había cruzado, luego compraron un pote de helado y finalmente volvieron a Baker St., donde dieron buena cuenta del mismo. Ahora la niña, cansada de la aventura, apoyaba su cabeza y su bracito sobre el apoyabrazos, tratando de mantener los ojos abiertos, pero era evidente que pronto perdería esa batalla. Sherlock suspiró, recostándose en el amplio sillón

- Más le vale a John que aparezca en los próximos diez minutos - protestó, mirando su reloj - sino voy a tener que dejarle esta criatura a la Sra. Hudson para que pase la noche con ella. Salvo que vos quieras quedarte hoy también, como anoche - le dijo a Elizabeth con una sutil sonrisa, entusiasmado de repente con la idea. La chica estaba guardando con sumo cuidado el vestido de fiesta en su mochila

- No puedo, Sherlock, necesito volver a casa. No puedo ir mañana a trabajar cargando con todo lo de la fiesta - le dijo, sonriendo con dulzura al ver el gesto de triste decepción de él. Entonces se acercó al sillón y se sentó a su lado - Sabés que me encantaría quedarme con vos, con o sin Rosie, pero estoy fuera de casa desde ayer a las nueve de la mañana. Necesito dejar mis cosas, y cambiarme de ropa para el trabajo. Pero te prometo que me quedo hasta que John vuelva, o al menos dé señales de vida - agregó tomándolo del brazo y apoyando la cabeza sobre su hombro. Él volvió a suspirar

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora