N/A: tercer capítulo de llanto y lágrimas
Una semana atrás
- ¡Ana, que se hace tarde! ¡Vamos! - llamaba Mercedes desde la puerta de entrada.
La chica hacía malabares con varias bandejas que llevaba en los brazos, de los cuales colgaban también dos grandes bolsas de tela, repletas con utensilios y material de cocina. Enseguida apareció su amiga, corriendo por la escalera y con una funda de guitarra colgada de su espalda; era una joven delgada, con largo cabello cobrizo y ojos de un tono ámbar muy poco común. A pesar de estar molesta por las prisas, Mercedes sonrió al verla; los signos físicos del terrible accidente que había sufrido ya casi habían desaparecido del todo y, al parecer, el trauma emocional parecía también ir dando paso a un espíritu más tranquilo, al punto en que Ana había decidido continuar con su vida, como ella misma lo había hecho
- Perdón, Merce, hoy me costó mucho enfocarme, y creo que voy a andar así todo el día - se disculpó Ana, al tiempo que tomaba un par de bandejas de la mano de la otra para ayudarla. Mercedes le dedicó una mirada comprensiva
- ¿Otra vez has tenido ese sueño? - preguntó con suavidad, mientras ambas salían a la calle. Ana se encogió de hombros
- Sí, sueño con eso cada vez más seguido; de hecho, estas dos semanas soñé lo mismo todas las noches. Hablé con la doctora Ortiz, pero ella me dice siempre lo mismo, que debe ser el deseo de 'pertenecer', de que en algún lado haya alguien que me quiera y me extrañe.... Yo no sé, Merce, a veces pienso que no quieren que nos recuperemos - con cuidado, Ana se aseguró de que la puerta de la enorme casa, que justo daba a la esquina de José Rizal y Castillo, estuviera cerrada.
Las dos dejaron atrás el centro de recuperación, donde ambas vivían, y se encaminaron a la Av. Machupichu para tomar un colectivo que las llevara a la escuela La Gran Vía, en Silvano y la misma avenida. No eran más de diez cuadras, pero las chicas cargaban con muchas cosas ese día. Cualquiera que las veía caminando juntas pensaría que eran dos mujeres comunes y corrientes, dos amigas que iban a trabajar; Ana, como ya se dijo, de metro sesenta de estatura más o menos, piel muy blanca, cabello lacio cobrizo y maestra de música de primaria, a juzgar por el alegre guardapolvo y la guitarra a su espalda; Mercedes, que llegaba casi al metro ochenta, tenía cabello castaño ondulado por debajo de los hombros, tez tostada y grandes ojos verdes, y evidentemente trabajaba en servicio de catering o algo similar, lo cual explicaba las bandejas de tartaletas listas para meter en el horno. Sí, parecían dos mujeres comunes y corrientes. Pero las apariencias engañan, y esas dos eran todo menos mujeres comunes; ambas habían sufrido sendos accidentes que habían borrado por completo sus recuerdos, y ahora estaban reescribiendo su vida. Estaban solas en el mundo, sin familia, sin amigos, sin recuerdos, sin historia; sólo se tenían una a la otra, y eso formaba entre ellas un vínculo sumamente especial.
Las chicas llegaron a la parada justo para tomar el colectivo que las dejaría a tiempo para iniciar su trabajo
- Pero ¿Tú qué piensas que significa? - preguntó Mercedes, siguiendo con la conversación - Es decir, yo también deseo 'pertenecer' a alguna familia, pero nunca soñé con eso - Ana se encogió nuevamente de hombros
- No lo sé, pero no creo que sea lo que esa mujer dice. Si deseara pertenecer a un grupo ¿No soñaría con las personas, específicamente? Con salir a pasear, cenas en familia, tardes en la sala de casa, bueno, de una casa... Pero yo solo sueño sensaciones - la chica hizo silencio un instante, meditando en algo; luego miró a su alrededor y se acercó mucho a su compañera - Siempre vuelven a mi mente las palabras que me dijo una de las psiquiatras que me atendió en el hospital cuando lo soñé la primera vez; uno no puede soñar sensaciones si no las vivió antes. Ella cree que, según lo que le describí, debía de tener un grupo de amigos muy leal, que me quieren mucho, y que estaba casada o, al menos, tenía una relación muy estable con alguien. Eso explicaría también este anillo, que parece una alianza, aunque es una pena que no esté grabado; eso sería una pista de mi pasado, al menos. Es extraño, igualmente, que lo lleve en esta mano y no dónde corresponde - agregó en tono confidencial, examinando el anillo de plata que llevaba en su mano derecha; siempre había sentido que esa joya era especial, aunque no tenía el menor indicio de su significado. Mercedes suspiró
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Lo veo en tus ojos
FanfictionSherlock Holmes y John Watson vuelven a su rutina de clientes en Baker st. pero tienen que afrontar cambios que darán un nuevo giro a sus vidas