La desaparición de Gwendolyn Floyd

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Estos dos capítulos los escribí como uno entero, pero se hizo re largo, así que los separé, espero que no se haya perdido ninguna idea por ahí.

El lunes, ya con Alicia en Londres, dio comienzo a una semana llena de trabajo para Elizabeth, Lucas y su hermana. No ayudaba una serie de muertes en el hospital, producto de una infección intrahospitalaria, pero que debía ser investigada a través de análisis y autopsias. Molly fue la encargada de trabajar después de hora. Sherlock tampoco se quedó atrás y, en un arranque de energía, se involucró en tres o cuatro casos pequeños, más uno algo más importante, trabajando a la distancia con la policía de Portugal, como siempre secundado por su amigo John Watson. Sólo la Sra. Hudson y Rosie parecían mantener su rutina diaria.

El martes, Elizabeth tuvo que excusarse con la amable señora, tenía cosas que hacer para la fiesta y no podía jugar al bridge. La Sra. Hudson le dijo que no se preocupara, que aprovecharía a sacar a Rosie al parque, ya que pronto vendrían las lluvias y el tiempo ventoso de nuevo. Elizabeth se despidió cariñosamente y volvió a la pila de petris acumuladas al lado del microscopio, suspirando al pensar en que debía terminar todo eso antes del almuerzo.
Ella y Sherlock sólo se vieron veinte minutos esa semana, cuando el detective hizo acto de presencia el miércoles en el laboratorio, para pedir ayuda con unos extraños cabellos pelirrojos. Pero no hicieron tiempo de cruzar, siquiera, dos palabras fuera del análisis de los cabellos. Enseguida la forense fue requerida en la sala de autopsias por otro inspector del Yard, que hacía poco había sido nombrado, así que ella se vio obligada a dejar a Holmes solo con el microscopio. Con pesar, los dos se despidieron. Los cabellos resultaron ser de pongo pygmaeus, más conocido como orangután de Borneo, un simio que tenía, como una de sus características, largo pelo cobrizo, fácil de confundir con cabello pelirrojo. En su interior, Sherlock agradeció que la chica tuviera que haberlo dejado antes de descubrir ese detalle, pues no hubiese sido agradable que viera su cara de sorpresa y consternación al darse cuenta que esos cabellos eran simplemente pelo de mono. De todas maneras, pistas eran pistas, así que tomó su abrigo y salió del laboratorio, para continuar su investigación. Un rato más tarde, Elizabeth volvió a su puesto en el laboratorio, algo decaída al encontrarlo vacío, pero su mirada se posó en el mostrador, perfectamente ordenado. Sabía muy bien que no estaba así cuando ella dejó a Sherlock trabajando en ese lugar. Fue un lindo detalle que la hizo sonreír el resto del día.

Al fin, y después de mucho ajetreo, llegó el viernes. Hacía prácticamente un año que, con unas contadas excepciones, el grupo se reunía en el Seminare. Pero ese viernes no habría show. Lalo había salido derecho del restaurante hacia el SUM del edificio donde vivía Lucas, para preparar la comida para la noche. Molly lo acompañaba, decorando el salón, mientras Lucas llegó poco después, con su notebook, para probar el sonido.
Elizabeth había aprovechado la situación y le había dicho a Molly que "se llevaría a a Alicia para que no viera los preparativos de la fiesta", aunque la realidad era que ella la necesitaba para los otros preparativos, mucho más importantes. Las dos mujeres volvieron juntas a Widegate St. para arreglarse para la noche, y de allí partieron, pasadas las ocho, a encontrarse con el resto.
Alicia estaba algo ansiosa, los tres amigos le habían hablado hasta en cansancio de cada uno del grupo, tanto que sentía que los conocía personalmente, sin embargo, cara a cara sólo había visto a Lalo, así que el verlos a todos le daba ciertos nervios. Sin embargo, estaba decidida a disfrutar de la mini fiesta.

John, como todos los viernes, se llegó hasta Baker St. con su hija a cuestas, sólo que esta vez la pequeña no se quedaría con la Sra. Hudson, sino que ambas los acompañarían, pues estaban incluídas en la diversión. La Sra. Hudson, a pedido de Lucas, había hecho una hermosa torta lady Baltimore, que el mismo interesado había pasado más temprano a buscar. Ahora, los cuatro subieron a un taxi rumbo a la city. Había sido una semana larga para todos, pero Sherlock la había sentido más. Estuvieron tan ocupados, y con horarios tan cambiados, que no solo no pudieron verse con Elizabeth, sino que casi ni habían intercambiado mensajes o llamadas. Y eso, para su sorpresa, le afectó bastante. Ahora estarían en medio de la fiesta, y con suerte podrían sentarse juntos un rato, ya ni hablar de mantener una conversación semi privada.

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora