Sherlock y Elizabeth - Epílogo

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Un año después

Hacía ya unos minutos que Elizabeth había despertado, pero se había quedado tendida en la cama, disfrutando de la tranquilidad campestre. Finalmente se levantó y, sin apuro, se dirigió a la ventana, dejando que la sensación de sus pies descalzos sobre el piso de madera y el aroma a café recién hecho, proveniente de la cocina, invadiera sus sentidos. La chica abrió la ventana, llenándose con los sonidos y colores de esa campiña que había llegado a ser tan querida por ella, y suspiró profundamente; estaba en casa.

Un movimiento en el jardín llamó su atención; para observar mejor, se asomó levemente. Allí estaba la Sra. Holmes, armando un pequeño ramo con las flores que todavía resistían la llegada del otoño, seguramente para ponerlo en la mesa del desayuno, y después dejárselo a ellos en su habitación; ella siempre tenía esos pequeños detalles, y Elizabeth los apreciaba muchísimo. Pese a la tragedia que les había tocado vivir hacía un año con la muerte de Eurus, luego del casamiento pareció como si su suegra hubiese rejuvenecido; en general se la veía muy feliz, y volcaba todo ese amor tanto tiempo reprimido, y rechazado por sus hijos, en su nuera. La chica sonrió; sabía que ahora se le sumaría otro motivo para esa felicidad.

La puerta de la habitación se abrió y apareció Sherlock, con el cabello húmedo luego de darse una ducha. Al verla exactamente donde esperaba verla, sonrió

- Me imaginé que no ibas a dormir mucho más, con la ansiedad que venís teniendo hace semanas. Eso no es bueno ¿Sabés? - dijo con picardía, acercándose a ella. Elizabeth asintió

- Claro que lo sé, pero no puedo evitarlo. Igual, hoy ya se termina - respondió, con cierto alivio y mucha alegría. Él volvió a sonreír

- Todavía estoy sorprendido de que lograste contenerte por cuatro meses. Pero hoy ya lo podés contar, no, ya lo podemos contar - remarcó, sin poder ocultar el orgullo en su voz; con mucho cariño rodeó los hombros de su esposa con un brazo, mientras apoyaba suavemente la otra mano en el vientre levemente redondeado, y la miraba a los ojos - Aparte, no íbamos a poder esconderlo mucho tiempo más - ella puso sus manos sobre la de Sherlock, y recostó la cabeza sobre su hombro

- Ya ví que anoche tu mamá me miró con cierta sospecha, pero se abstuvo de hacer comentarios porque 'debíamos estar cansados por el retraso del viaje'; esa idea de llegar bien tarde fue muy buena, así no nos atosigaban a preguntas ni bien pisábamos la casa, y entonces podemos darles la noticia hoy más tranquilos - Elizabeth le dedicó una mirada cómplice - Ahora sí voy a poder engordar tranquila - acotó, con una risita. Sherlock hizo gesto de estar muy de acuerdo, y luego besó la cabeza cobriza.

Tres meses atrás

Elizabeth estaba sentada ante el escritorio, con el resultado del análisis en las manos, aún sin poder creerlo.

Había ido a su ginecóloga a realizar sus exámenes anuales de rutina; en medio de la revisión, la Dra. Sarkar, una amable joven hindú, se asomó desde la punta de la camilla

- Me dijiste que tenías síndrome de Asherman; de hecho, tu historia clínica que enviaron de Madrid lo tiene remarcado - dijo, con su agradable entonación extranjera. Elizabeth asintió

- Sí, se lo había dicho el año pasado también a la doctora White, en la revisión anual, y lo mencioné recién, cuando te comenté que mi último período fue hace un poco más de un mes, pero que eso me suele suceder por el síndrome - confirmó. La doctora meneó la cabeza y se levantó de su asiento

- Voy a hacerte un examen de sangre de urgencia; sentate, por favor - anunció, quitándose los guantes; la chica la miró, algo asustada

- ¿De... de urgencia? Pero ¿Por qué, hay algo malo? - la Dra. Sarkar la miró con una expresión indescifrable

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora