Los Cunningham pt. II

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Al llegar a la puerta lateral de la mansión los recibió otro oficial, que había quedado de consigna; Forrester le ordenó abrir la puerta y los tres entraron.

- En esta escalera - comenzó a describir Forrester - es por donde bajó Alec Cunningham cuando vio forcejear a los hombres, situados exactamente donde estamos nosotros. El padre estaba en esa ventana, la segunda a la izquierda, y por allí vio escapar al asesino, por la izquierda de ese matorral que franquea la ruta; Alec estuvo de acuerdo con el lugar. El joven, entonces, bajó corriendo para auxiliar a Kirwan, pero ya era muy tarde - mientras el inspector detallaba todo, dos hombres, provenientes del jardín, ingresaron a la mansión; uno era un hombre mayor, con un rostro marcado por muchas arrugas y ojos cargados, el otro era joven, alto, con una leve sonrisa en sus labios, y vestido con ropa muy colorida, cosa que contrastaba muchísimo con el asunto que estaban tratando.

- Ah, usted debe ser el famoso Sherlock Holmes ¿No tiene ninguna novedad? ¡Vaya! Supongo que las historias de los diarios son puras fantasías - dijo socarronamente el más joven. Sherlock solo se encogió de hombros

- Bueno, amigo, tampoco hago magia; deme usted un poco de tiempo - respondió, con mucho mejor humor de lo que los demás esperaban. El joven, que no era otro que Alec Cunningham, soltó una risita

- Y que lo diga. Hasta ahora no vi que tengan siquiera una pista -

- Tenemos una - intervino el inspector, bastante tocado - Tenemos que hallar el... - pero la explicación se vio interrumpida por Sherlock, que repentinamente dejó escapar un gruñido agónico, puso los ojos en blanco y se desplomó en el suelo. Todos lo miraron espantados

- ¡Por Dios, Holmes! ¿Qué le sucede? - exclamó asustado Stones.

Inmediatamente, Forrester le hizo señas al oficial y ambos lo levantaron y lo tendieron en un sillón que había cerca de la cocina, mientras el Sr. Cunningham traía un frasco de vinagre, que le pusieron bajo la nariz. Poco a poco, Sherlock pareció recuperarse, respirando fatigosamente

- Disculpen ustedes - logró decir al fin, muy avergonzado - No había querido decir nada, pero el motivo por el que viajamos es que estas últimas semanas tuve un pico muy grande de stress, y mi novia estaba muy preocupada por eso, así que ni bien pudo me trajo al campo unos días para desconectarme. Es por eso que, inicialmente, dudé en venir con ustedes - Stones le palmeó suavemente un hombro

- Está bien, está bien ¿Quiere que le avise a ella para que lo venga a buscar? - el detective negó rápidamente

- No, no, solo la preocuparía, y aparte está sola en casa de mis padres, mejor no decirle nada ahora. Ya estoy mejor, gracias ¿Continuamos? Desearía corroborar un punto - dijo, dirigiéndose al juez. El hombre asintió

- Si no va a arriesgar su salud... - Holmes negó con suavidad, sonriendo débilmente - Bien, ¿Qué quiere corroborar? - Sherlock se frotó la barbilla

- Bueno, ustedes dicen que William sorprendió al ladrón antes de entrar a la casa, aunque yo creo que lo hizo después. Ustedes dan por sentado que, pese a estar la puerta abierta, él no llegó a entrar - Cunningham resopló

- Creo que es bastante obvio; Alec aún no se había acostado, así que me imagino que hubiera escuchado a cualquiera que hubiese entrado en la casa - afirmó, con leve ironía. Sherlock solo sonrió

- ¿Dónde estaba usted? - preguntó a Alec

- Estaba fumando en mi habitación - respondió el joven, mirando al detective con suspicacia, lo cual Sherlock ignoró

- ¿Cuál sería su ventana? -

- La última de la izquierda, junto a la de mi padre - Sherlock asintió

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora