A la distancia

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Nota: en este y el próximo capítulo hay varios diálogos mitad en inglés, mitad en español; para distinguir, las partes en español están en cursiva, aparte de los apodos y algunas palabras enfatizadas, que ya las venía escribiendo así.

El viernes, después de recibir la prometida visita de John, Elizabeth partió rumbo a Cutsdean, en un transporte que Mycroft puso a su disposición. Ella había pensado muy bien qué palabras usar para comunicarle a los padres de Sherlock que su hijo iba a estar lejos e incomunicado, arriesgando su vida como agente encubierto en medio de fanáticos de la ETA y el IRA, y todo eso sin alterarlos demasiado y sin darle casi detalles. Como era de esperarse, ambos mostraron cierto grado de preocupación; después de todo era su hijo. Pero acostumbrados como estaban a las complicadas vidas de su progenie, rápidamente se hicieron a la idea, dejando sorprendida a la chica, que estaba preparada mentalmente para consolarlos pero no se vio en la necesidad de hacerlo.

Esa noche, como acostumbraba hacer cada vez que dormía en esa casa, Elizabeth abrió la ventana y se sentó en el alféizar a observar el cielo. Sus ojos se posaron en la luna, que estaba en cuarto creciente, y con una mezcla de nostalgia y esperanza se preguntó si en Bilbao, donde era una hora más tarde, Sherlock se asomaría a su ventana y contemplaría ese mismo arco brillante, compartiendo ese instante con ella, de alguna manera. El campo se veía igual que siempre; el césped brillaba bajo la luz plateada de la luna y los árboles y arbustos ya estaban llenos de flores, pues la primavera estaba avanzada, pero ella no sentía la misma sensación de perfecta tranquilidad que solía embargarla al sentarse en ese lugar, y sabía muy bien por qué. Esa noche nadie tocaría suavemente su puerta, ni entraría furtivamente a la habitación, ni se sentaría con ella a hablar hasta muy tarde, pensando y soñando con el futuro mientras paseaban la mirada por el cielo estrellado. Elizabeth se abrazó las piernas flexionadas y apoyó el mentón en las rodillas, suspirando con tristeza. Entonces, un par de golpes suaves pero contundentes en su puerta la sobresaltaron. Con curiosidad, miró hacia la entrada mientras invitaba al que estuviera del otro lado a pasar. La puerta se abrió y mamá Holmes ingresó a la habitación. Al verla en la ventana, se dirigió hacia allí. Por unos instantes, se limitó a pararse detrás de Elizabeth y observar el paisaje; la chica también había vuelto su atención al exterior

- Pensé que te ibas a afligir mucho más con la noticia. De hecho, creo que Mycroft tenía cierto temor de tu reacción al contarte... - dijo Elizabeth. La mujer apoyó una mano sobre su hombro

- No es la primera vez que oigo que uno de mis hijos está arriesgando el cuello, ni tampoco que me entero de alguna situación descabellada referente a Sherlock - respondió con voz suave, que se volvió más cariñosa al seguir hablando - Pero eso no significa que no esté preocupada, siempre lo estoy. Solo que me imaginé lo mucho que te costó contarnos lo que sucedió, y que tomaste esa responsabilidad en lugar de Mycroft que, como dijiste, debe tener miedo de lo que yo le podía decir. Y lo bien que hace... - los ojos celestes se ensombrecieron con una expresión de enojo al decir esas últimas palabras. La chica se volvió a verla

- Pensé que me haría bien quedarme este fin de semana con ustedes, y estaba segura que podía comunicarles las cosas con más diplomacia, por eso me ofrecí - dijo en voz baja. La Sra. Holmes le frotó la espalda con cariño

- Así lo hiciste, y lo aprecio mucho, hija. Noté lo difícil que fue para vos hablar con nosotros, y puedo ver lo mucho que estás sufriendo con esta situación, que estás preocupada y un poco asustada. Por eso traté de controlar mis reacciones; afligirme por lo ya hecho no sirve de nada, y sólo te iba a angustiar aún más a vos. Y no quiero eso - entonces la mujer se volvió a mirarla a los ojos, sonriéndole con cariño - Gracias por venir a visitarnos, al margen de contarnos lo de Sherlock; me gusta tenerte en casa, y aunque no lo creas, me sirve de mucho consuelo tu compañía - Elizabeth bajó la mirada y sonrió

Lo veo en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora