9. Tenía miedo de perderte

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Estamos sentados en lados opuestos de la mesa, nos separa una gran distancia que él mismo impuso, pero aun así no puedo dejar de mirarlo

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Estamos sentados en lados opuestos de la mesa, nos separa una gran distancia que él mismo impuso, pero aun así no puedo dejar de mirarlo. Está concentrado comiendo su desayuno mientras que yo de cosa puedo probar un bocado.

No quería que nuestro reencuentro fuera así, anoche me besó inconsciente y hoy me insulta consciente, y aunque no tenía preparado un discurso, tampoco tenía preparada una discusión en la que ambos nos insultamos con nuestro mejor arsenal.

Una sonrisa involuntaria se forma en mis labios por nuestro intercambio de insultos, no me contuve, solo saqué todo lo que se me pasaba por la cabeza, hace tanto tiempo no me siento tan libre. De repente borro mi sonrisa cuando sus ojos se quedan fijos en mi rostro, es una mirada glacial, fría, típica del Damián odioso que conocí hace unos años, cuando ambos nos odiábamos.

— ¿Por qué sonríes? ¿Acaso estas disfrutando esto? —su voz está cargada de rabia, tengo un impulso de bajar la mirada, es lo que siempre hago con Marcos y con mi padre, pero extrañamente me mantengo recta, sin amedrentarme.

—No tuve elección, tenía que venir —me justifico y una sonrisa maliciosa aparece en su rostro, se está preparando para un golpe verbal.

—Vaya, creo que no has cambiado nada. Siempre has justificado tus cagadas con un "No tenía elección". Déjame y te digo algo, uno siempre tiene elección, solo que a veces la correcta es la más difícil.

—Damián, por favor, dejemos atrás los rencores y empecemos de nuevo —mala elección de palabras, resumí todo lo que debía hacer poco a poco y le solté la bomba en una oración.

Pego un salto en mi asiento cuando empieza a reír a carcajadas, su rostro se enrojece y me preocupa su actitud. Cuando termina de reír me mira con tanto asco que se me encoje el corazón.

—Creo que te lo dejé muy claro, no quiero tener nada que ver contigo —inclina su cuerpo hacía adelante—, eres egoísta, cruel, destruyes todo y a todos, que mi madre se haya compadecido de ti no significa que yo lo haga.

—Tu madre no se compadece de mi —respondo respirando pesadamente—, mi relación con Grace no tiene que ver contigo.

—Cierto, nada tuyo tiene que ver conmigo, no más —se levanta bruscamente haciendo que su silla caiga hacía atrás—, me hundí tanto en tu mierda que todavía no me puedo limpiar.

Trago grueso, y endurezco mi mandíbula, no bajo la cabeza y no suelto ni una sola lágrima, merezco su odio y lo soportaré, esto no será fácil, lo supe desde que lo vi en la piscina.

—Al menos quiero que intentemos ser amigos —me levanto pausada y lentamente, intento mantener la calma mientras que él es una bomba de emociones, su respiración es un caos y emana odio—, sé que te lastimé, y no sabes cuánto lo siento, pero he cambiado...

— ¡Cállate! —me grita golpeando la mesa con su puño, mis ojos van directo a donde realizó el impacto, sus nudillos deben haberse destrozado, pero parece no importarle—. ¡No quiero escuchar nada de lo que salga por tu boca!

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora