57. Sigue controlándote.

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*Recuerden comentar y darle a la estrellita

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*Recuerden comentar y darle a la estrellita. Muack*

—Tienes que ser fuerte —le susurro, la rodeo con los brazos y no planeo soltarla, sé lo que debe estar sintiendo, yo también viví un cuento de hadas que se destruyó—, debemos construir nuestra propia felicidad sin que esta dependa de un hombre.

Grace vuelve a sollozar y se me parte el alma al verla así, me acostumbré tanto a sus risas y positivismo que realmente desconozco esta faceta de ella. Me alejo y la ayudo a levantarse del suelo, ese no es lugar para una mujer como ella, la agarro del brazo y la guio al baño; actúo sin permiso, le recojo el cabello en una coleta, le hago señas para que se incline en el lavabo y abro la pluma, intento como puedo mojarle el rostro.

—Yo puedo —murmura y asiento con la cabeza.

La dejo lavándose el rostro y vuelvo a la habitación, observo el desastre y suspiro, esta casa se volvió en un campo de batalla y todavía faltan muchas más. Decido darle un espacio a solas a Grace y salgo de la habitación para ir al despacho de Anderson, desgraciadamente me cruzo con Marcos cuando estoy bajando las escaleras, él va subiendo.

—Tienes dos horas para que esta casa esté como nueva —le ordeno.

—Ya escuché cuando tu padre me lo dijo, no necesito que me lo repitas —bufa y tuerce los ojos.

—Acompáñame —lo ignoro y continúo caminando.

Él me sigue sin decir palabra, voy a la cocina y veo a Carol sacudiendo una bolsa grande de basura para abrirla con más facilidad, me acerco a ella y le quito la bolsa y se la arrojo a Marcos.

—Este comportamiento no te lo voy a aceptar —dice Marcos malgeniado—, a mí me vas a tener que respetar.

—Carol, ve con mi madre, te necesita —no le quito los ojos de encima a mi futuro esposo.

Carol asiente y sale de la cocina, no sin antes dedicarnos una mirada preocupada a ambos. Cuando nos quedamos solos me dirijo hacía los cajones y abro en el que guardan los utensilios de cocina, empiezo a buscar lo que necesito sin prestarle atención al imbécil.

— ¿Ahora me prepararas un postre de disculpas? —bromea él.

—No... —sonrío y agarro la macheta—, me faltó decirte algo, planeo rebanarte el cuello donde me pongas una mano encima.

Giro hacía él sosteniendo la macheta afilada que usa Carol para cortar diferentes tipos de carne, mantengo la compostura y sonrío como si realmente hubiese perdido la cabeza, Marcos debe saber que no estoy jugando porque suelta la bolsa de basura y alza las palmas de las manos.

—Bien, creo que te quedó claro —y salgo de la cocina.

— ¡Amanda! ¿Qué vas a hacer con eso? —grita corriendo detrás de mí, pero no me toca, ni siquiera intenta detenerme.

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora