29. Puedo soportar quemarme...

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—Fue un error, deja de culparte —acaricia lentamente mis manos entre las suyas.

Mis ojos siguen hinchados y las ojeras son cada vez más visibles, cuando abrió los ojos y me regaló una de sus sonrisas no pude evitar romperme, corrí a sus brazos y me escondí en su pecho, fueron minutos preciosos en los que sentí que todo estaba bien.

Fue difícil tomar la decisión de ocultarle el intento de asesinato, al menos por ahora. Inventé que quería probar una nueva receta que encontré en internet y le agregué polvo de nuez a la lasaña, al principio notaba su desconcierto ¿Quién le echa eso a una lasaña?

—Soy una imbécil, no puedo creer que todavía no te conozca en absoluto —me recrimino, aunque no haya sido directamente la culpable, tengo mucha responsabilidad—, jamás volveré a cocinar.

—Te enseñaré —suspira y sus dedos juguetean en mi mano—, pero mientras aprendes me encargo yo —asiento.

No he parado de hablar desde que despertó, ni siquiera me callé cuando llegó la enfermera a indicarle que en unas horas le darán de alta. Le expliqué a Damián el por qué no le dije a Grace sobre lo que pasó y él estuvo de acuerdo conmigo en ocultárselo, no quiere que se preocupe. También le comenté que había recibido varias advertencias de mi padre por mi renuncia.

Quiero protegerlo, pero debo revelarle fragmentos de la verdad para hacerlo, no puedo llevarlo conmigo a punta de mentiras y enceguecido.

—Tenemos muchas cosas de que hablar —no me atrevo a mirarlo, así que me concentro en nuestras manos—. Nunca me dijiste lo que tu ataque de ansiedad al conducir.

—Casi nadie lo sabe, lo oculto muy bien —menciono y me encojo de hombros—, soy una chica rica que prefiere un chófer antes de conducir por si sola.

—Ya, pero... —parece frustrado, no sabe cómo preguntar y no quiero ponérselo más difícil.

—Era alcohólica, sé lo que pasa cuando los alcohólicos conducen, no quería convertirme en un monstruo y no quería hacerle daño a nadie —creo que es una respuesta convincente hasta que lo miro a los ojos, él sabe que hay más.

—Bella... quiero saber que te hicieron.

Y nunca lo sabrá, no sabrá los golpes, las humillaciones, los traumas.

No le diré que tengo pánico al conducir porque mi padre una vez condujo borracho y casi me mata, quizá el momento fuera menos memorable sino hubiese sucedido al salir del funeral de mi madre, si no hubiese marcado un cambio radical en lo que se había convertido mi familia.

No quería ser como Anderson, conducir me dio miedo, tener la vida de otras personas bajo mi responsabilidad era demasiado, porque si estaba borracha, si cometía un error en las vías, o alguna imprudencia, podría destruir más vidas que la mía.

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora