32. ¿Me vas a dejar?

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Siempre me arruinan los planes jajaja quería publicar ayer, pero ups, me tocó trabajar :(


—Tú puedes —pronuncia lentamente intentando animarme

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—Tú puedes —pronuncia lentamente intentando animarme.

Estoy temblando y me arden los ojos.

No quiero llorar, no quiero que él vea esta versión de mí, asustada, ansiosa, rendida, porque me hicieron mucho daño, tanto que estoy marcada por toda la vida, aunque lo quiera ocultar. Quiero huir, quiero esconderme bajo sus brazos y no tener que superar esto.

No puedo, no puedo.

Él ganó, Anderson logró quedar tatuado en mí, todo lo que hago, lo que sueño, lo que vivo... todo siempre me recuerda a él; terminó controlándome hasta el punto de dejarme sin personalidad, soy un envase vacío, un muro agrietado. Le temo a su recuerdo, a sus palabras, a él.

—Quiero que creas en ti de la misma forma en que yo lo hago —cierro los ojos y me concentro en su voz.

—No puedo —empiezo a sollozar, me cubro el rostro con las manos y tiemblo—, esto me está superando.

—Nada te supera, ya lo hiciste una vez, me salvaste, fuiste lo suficientemente valiente para arriesgarte y salvarnos —siento su mano en la espalda, subiendo y bajando, intentando darme ánimos—, no sé qué pasó, no me interesa tu pasado, me importa tu futuro, por eso debes hacerlo, debes dar el paso, no dejes que tus recuerdos te impidan vivir.

Duele, me duele mucho. Ese día después de la muerte de mi madre fue el punto culminante para temerle a conducir, porque Anderson tenía el poder, y lo aprovechó para humillarme, para culparme, y yo me lo creí.

—Vamos bella, estoy a tu lado, nada puede salir mal. Estamos y siempre estaremos juntos en esto ¿Okey? —asiento y me paso las manos bruscamente por el rostro, quitando los rastros de lágrimas.

Sorbo por la nariz y miro al frente.

Aprieto el volante con ambas manos y obligo a mis piernas que dejen de temblar. Sigo teniendo miedo y seguiré teniéndolo, sin embargo, ya no dejaré que me paralice, esta es mi liberación, hacer esto significa dejar atrás una vida llena de recuerdos dolorosos, maltratos, palabras hirientes, falsedades e hipocresía.

—Vas bien —su voz nunca para de darme ánimos, el auto empieza a moverse lentamente y siento una presión en el pecho.

Tengo los ojos fijos en el camino que tengo por delante, el auto sale del parqueadero y Damián se encarga de oprimir el botón que lo cierra, ni siquiera él voltea la vista. Tenemos todo lo que necesitamos en este auto, nos tenemos a nosotros, después de tanto decirlo lo estamos haciendo un hecho, ya no seremos controlados ni manipulados, en este preciso momento somos libres, libres de compromisos sociales, libres de la responsabilidad que teníamos con nuestros padres, libres de los secretos, los engaños, los recuerdos dolorosos. Libres al fin.

Las reglas para amarte | 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora