— ¿Estás de acuerdo? —le pregunto, aunque ya sé su respuesta. Él asiente sin dejar de revisar la carta.
—Tu padre ya me lo había comentado, y estoy muy orgulloso de que sea tu primer proyecto al mando, lo harás bien; si necesitas ayuda en cualquier cosa me avisas, siempre estaré para ti... ¿Qué te parece las pastas a la boloñesa?
—Duraré semanas, quizá meses fuera —murmuro de mala gana, él baja la carta y me sonríe, mis ojos grisáceos chocan con los suyos verdes—. ¿No me extrañarás? —hago una mueca con mis labios.
—Claro que si —Marcos estira su mano para agarrar y apretar la mía, observo nuestra pequeña conexión—¸ pero existen los celulares y los boletos de avión; somos una pareja bien formada y con bases sólidas, algo como la distancia solo les afecta a los jovenzuelos que no saben lo que quieren, y yo te quiero a ti —no es la respuesta que esperaba, me esfuerzo en sonreír y asentir—. ¿No es lo que esperabas oír? Creo que quieres que me oponga para así tener una excusa con tu padre.
— ¿Qué? —parpadeo varias veces haciéndome la sorprendida, odio que me conozca tan bien.
—Sé que no te llevas bien con tu hermanastro, pero los asuntos personales son opacados por los negocios y lo sabes—suelta mi mano y vuelve a alzar la carta tapando su rostro.
—No es por Damián —juego con los tenedores en la mesa intentando distraerme, intentando evitar la punzada que siento en mi pecho cuando pronuncio su nombre—, bueno, si es por él.
—Eres una mujer racional, no te dejes llevar por problemas familiares —murmura intentando zanjar el tema—, y creo que pediré la lasaña ¿Tú que quieres?
—Lo mismo que tú —resoplo, no me interesa. Quiero que se oponga, no que me pregunte que voy a comer.
Pensaba que con él podría tener una oportunidad para no tener que ir, porque no quiero ir, aunque a la vez sí; mi cabeza es un nudo imposible de desenredar y ni siquiera yo me entiendo. Lo único seguro es que prefiero seguir sufriendo en silencio, y verlo nuevamente hará que mi infierno personal arda tan desmesuradamente que posiblemente me consuma.
Entre más pasan los años más me duele su ausencia en mi vida, el recuerdo de mis sentimientos por él me sigue atormentando y no me permito olvidarlo, tengo que sufrir, merezco sufrir porque yo lo hice sufrir, yo fui quien tomó esta decisión por los dos, yo terminé lo nuestro y yo nos alejé. Todo lo hago por él, intento rehacer mi vida por él, intento no mirar atrás por él, porque también deseo que me supere y sea feliz.
No puedo, simple y sencillo, no puedo ir, no podría soportar su mirada de rabia, odio y tristeza, pero sé qué no importa cuánto me niegue, tengo que ir. ¡Que Dios me dé fuerzas!
El mesero viene y nos toma la orden con rapidez. Marcos cambia la carta por su celular y solo lo observo mover su pulgar por la pantalla, concentrado más en el maldito aparato que en mí, aunque ya estoy acostumbrada. Primero es el trabajo, luego el celular y por último yo. No me quejo, a veces me gusta que sea así.
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Las reglas para amarte | 2.0
Teen FictionSegundo libro de las reglas del deseo Hay primeros amores que no son los destinados para ser los últimos. Hay corazones que merecen vivir rotos por haber lastimado a otros. Hay personas que están mejor separadas, pero que el destino decide juntarlas...